Hay un solo evo

Dos acepciones recoge el Diccionario de la Real Academia Española para el término «evo»:

«1. Duración de tiempo sin término.
  2. Duración de las cosas eternas.»

Ese vocablo es apenas conocido hoy por la mayoría. Ha sido reemplazado por «Edad». Así, se dice «Edad Media». Pero también se dice a veces «Medievo». Y todavía está en uso un adjetivo derivado: «medieval». Pero en otro tiempo era más común. En la Antigua Grecia designaba el largo tiempo de existencia propio de los astros. Luego se añadió el de los ángeles. Santo Tomás recogió el concepto de sus predecesores y lo distinguió de la eternidad, duración del ser inmutable, y del tiempo, duración de los seres que o bien son cambiantes o bien son el mismo cambio. Lo que viene a continuación trata de expresar sus razones.

El evo es más simple que el tiempo y más cercano a la eternidad; si no hay más que un tiempo no hay más que un evo.

Hay que elegir una de dos opiniones: que hay un solo evo o que hay varios. Para juzgarlas hemos de partir del tiempo, pues vamos a lo espiritual partiendo de lo corporal.

Según unos, como hay un solo número para todas las cosas numeradas y el tiempo es un número, hay un solo tiempo para las cosas corporales; pero este razonamiento tiene poco valor, porque el tiempo no es número en cuanto abstraído de lo numerado, sino en cuanto existente en lo numerado, porque de otro modo no sería continuo: la continuidad de diez codos de paño no se debe al número, sino a lo numerado. El número existente en lo numerado no es el mismo en todos, sino distinto según los distintos.

Por esto hacen derivar otros la unidad del tiempo de la unidad de la eternidad, que es el principio de toda duración. Para ellos todas las duraciones son una sola si se atiende a su principio, pero muchas si se atiende a la diversidad de seres que reciben su duración del primer principio. Otros más ven que el tiempo es único por la materia prima, primer sujeto del movimiento, cuya medida es el tiempo.

Pero ninguna de estas opiniones es satisfactoria, pues las cosas que son una sola en su principio o su sujeto, sobre todo si es remoto, no lo son en absoluto (simpliciter), sino de manera accidental (secundum quid). La auténtica razón de la unidad del tiempo es la unidad del primer movimiento, que, por ser el más simple, sirve de medida a todos los demás, según Aristóteles (Met. X). El tiempo es a ese movimiento no solo lo que la medida a lo medido, sino también lo que el accidente al sujeto; así recibe su unidad de él.

La relación que hay con otros movimientos es la que hay entre la medida y lo medido. La medida es una aunque lo medido sea múltiple. Atendiendo a esto, unos dijeron que las sustancias espirituales procedían todas de Dios con cierta igualdad, otros que solo algunos y otros más que en cierto grado y orden. Para los primeros hay muchos evos, pues hay muchos seres perpetuos e iguales. Para los segundos solo uno, `pues si cada cosa se mide por lo más simple en su género todas se medirán por el primer ser perpetuo, que será más simple cuanto más anterior sea. Esta parece la opinión más verdadera, como se verán (en q. 47, a. 2 y q. 50, a. 4) Se sostendrá, pues, que hay un solo evo.

1. En Esdras se dice que todos los evos dependen de Dios, pero se dice evo como equivalente a siglo.

2. No se objete que si hay seres perpetuos de diferentes géneros, como los astros y los ángeles, debe haber distintos evos, porque esto no es del todo cierto, pues coinciden en ser inmutables.

3. No debe aceptarse que, dado que el evo es duración, no todos los evos tienen la misma duración, como parece que se ve en las almas humanas, pues tampoco las cosas temporales empiezan a existir a la vez y sin embargo se miden todas por el mismo tiempo, pues su unidad viene del primer ser medido temporalmente.

4. Los seres que no dependen unos de otros no parece que tengan la misma medida de duración, como pasa en los seres perpetuos, pues un ángel no causa otro ángel. Esta es una argumentación errónea, pues para que varias cosas sean medidas por una no es preciso que sea una causa de las otras, sino que sea más simple.

(Vid. Tomás de Aquino, Summa theologiae, q. 10, a. 6)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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