La cultura contra Esperanza Aguirre

 Se llaman a sí mismos profesionales de la cultura y firman un manifiesto en defensa de los profesores y en contra de Esperanza Aguirre. A los profesores habría que decirles que con estos amigos no necesitan enemigos y a Esperanza Aguirre que corrija sus errores y no ceje en su empeño contra estos señores de la ceja, no contra las buenas tareas que puede desempeñar un profesorado digno.

Son especialistas en sembrar sombras. Solo que sus sombras son muy poco densas y hasta un cegato intelectual es capaz de ver a través de ellas. El “periódico independiente de la mañana” dice que es un manifiesto de intelectuales. Ellos sin embargo no se llaman así, sino “profesionales de la cultura”. La tarea de examinar otra vez ambas denominaciones es ya monótona, pero no hay más remedio que hacerlo de nuevo.

¿Por qué “intelectuales”? ¿Será porque usan el intelecto? Pero eso es algo que hace todo individuo perteneciente a la especie humana. Hasta se sabe que los antropoides superiores no andan nada mal de inteligencia.

Un buen albañil alza un tabique. Sigue su plomada con atención, no se sale ni un centímetro de la línea que ha trazado sobre el suelo, pone cada rasilla sobre la anterior en el lugar exacto con una rapidez asombrosa, justo sobre la mitad de cada una de las dos inferiores. Tiene la precisión de un cirujano. Sus movimientos son los que deben ser, ni un poco más ni un poco menos de lo correcto. En toda esa tarea utiliza su intelecto, es decir, una prodigiosa madeja de neuronas que constituye la masa gris de su cerebro, para coordinar sus músculos, brazos, manos, ojos, oídos, enfocando todo ello hacia su obra. ¿Habrá que decir por eso que nuestro hombre es un intelectual de la albañilería?

Mucha menos actividad neuronal requiere, según Almudena Grandes, la segunda intelectual que firma el manifiesto -¿habrán firmado por orden de llegada?- para hallar la solución de un cierto problema. Escuchémosla a ella misma:

Ejercicio de economía recreativa. Fácil, limpio, instructivo, para cualquier edad. No precisa más que una calculadora, un cuaderno, un lápiz y una goma. El experimento consta de tres fases, y la primera es una simple división, 775.000 millones entre 6.700 millones. Si la realiza, obtendrá como resultado 115, con una serie de decimales que despreciaremos para simplificar. ¿Y dónde está la gracia?, se preguntará usted. La gracia está en que el dividendo representa los 775.000 millones de dólares del plan de reactivación económica diseñado por Obama. El divisor somos los 6.700 millones de personas que existimos en este planeta. Y el resultado son los 115 millones de dólares que nos tocarían a cada uno si los repartiéramos entre todos. ¿Lo prefiere en euros?, 84 millones por barba.

 

¡Ochenta y cuatro millones de euros para cada uno de los habitantes de este planeta! Te pido que leas todo lo que escribió el doce de diciembre de 2009. Junto con la rectificación, lo tienes en este enlace que aquí te pongo. ¿No hubo una mano amiga que impidiera a la muy intelectual señora barrenar de ese modo tan ridículo en su empecinamiento anti-capitalista o sí la hubo pero prefirió respetar su libertad de opinión? Los muertos que vos matáis gozan de buena salud, señora, sobre todo si los matáis con esas armas.

La segunda denominación es la de “profesionales de la cultura”. En cuanto tales dicen actuar contra Esperanza Aguirre y sus supuestos planes de privatización de la enseñanza pública. Por lo que ellos mismos dicen, han hecho de la cultura su profesión, como otros de la enseñanza o la albañilería. Ahora bien, dado que, según es común opinión, todo es cultura, desde el macramé o encaje de bolillos hasta las investigaciones en física nuclear que desembocaron en la bomba atómia, pasando por la bomba misma y otras mil cosas más, habrá que preguntarse si no son profesionales de todo. Pero esto no puede ser. La cultura musteriense, por ejemplo, ¿no comprende las hachas de piedra del Hombre de Neandertal y poco más? ¿No es un tractor un artefacto cultural? ¿Será entonces un tractorista también un profesional de la cultura? ¿Lo fue acaso el Dr. Guillotin, el médido y diputado francés a quien se atribuye erróneamente la invención de aquel dispositivo mecánico que despenaba a los reos de muerte con mucha mayor rapidez que la horca o el hacha? ¿No será que todos somos profesionales de la cultura, igual que los abajo firmantes?

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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