La idea de Dios-amor

De nuevo debe recordarse a Aristóteles y su noción del alma. El hombre, dice el filósofo, es un animal como otros. Por eso tiene alma sensible. Es también un vegetal. Por eso se alimenta, crece, etc. Como planta y como animal tiene el fin de producir seres iguales para que la especie permanezca. Pero hay una diferencia entre ambos: el animal tiene sensibilidad, y, habiendo por fuerza dolor y placer donde hay sensibilidad, forzoso es que haya también deseo, pues se quiere tener uno y evitar otro (De Anima 1, 2, 8–9.) Esto es la voluntad.

Luego en el hombre no hay solo sensibilidad para sentir y razón para discurrir. Hay también hay voluntad para querer, para creer y para ser libre. Lo cual, dicho sea de paso, tiene relación directa con la moralidad, pues un hombre es moralmente bueno cuando ajusta su voluntad a la ley moral. No es lo que hacemos lo que nos hace buenos, sino lo que queremos cuando hacemos algo.

El mundo griego clásico valoró tanto el pensar que tendió a olvidarse del querer. Tuvo que ser el mundo cristiano el que lo restableciera. En su seno se equilibró la voluntad con la razón y ambas se proyectaron sobre la idea de  Dios. Se palpa con claridad luminosa en San Agustín, que no pierde frescor mil quinientos años después. En él hay una profunda relación entre el querer y el razonar.

Benedicto XVI es el último eslabón por ahora de esa cadena. Por serlo no se cansa de repetir que Dios es también querer, voluntad, amor, además de razón.

La idea de Dios mostrada una y otra vez por él se compone de esos dos elementos principales. Tal idea representa la confluencia de Atenas y Jerusalén, de la racionalidad de Grecia y de una religión de Oriente. Y todo ello en Roma, en el centro de la civilización antigua. El Papa de Roma representa, pues, la confluencia de tres tradiciones. Su persona es el símbolo de Atenas, Jerusalén y Roma. Simboliza lo que somos. Estos días, rodeado en Madrid de jóvenes que enarbolan banderas de todo el planeta, se ha convertido en el centro del pasado y del presente. Madrid es estos días la ciudad universal.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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