La memoria histórica

A nadie debería ocultársele ya que la locución “memoria histórica” es un señuelo ideológico, una parte del conjunto de imágenes y conceptos que un sector de la sociedad elabora con el fin de combatir a otros sectores. Ese fue el sentido que Marx dio a la palabra “ideología”.

Que la historia tiene que ver con la memoria fue una ocurrencia banal de Francis Bacon en el siglo XVII. Bacon clasificó las ciencias por las facultades psicológicas de las que, según él, dependen: la filosofía y las matemáticas de la razón, la literatura de la imaginación y la historia de la memoria. Esta clasificación fue seguida en el siglo XVIII por D’Alembert en su Discurso preliminar de la Enciclopedia y hoy puede decirse que es un rasgo esencial del progresismo español.

Pero la historia no es memoria ni recuerdo. Es una construcción de hechos pasados a partir de documentos, hechos y vestigios presentes y en eso tiene que ver la razón del historiador y no su memoria, igual que sucede en matemáticas o filosofía. La memoria de un historiador del Imperio Romano reposa sobre su cerebro y su cerebro no existía en tiempos del Imperio Romano. ¿Cómo iba a tener memoria de él?

Hablar de recuperar la memoria histórica es por esto un disparate de torneo. Quienes lo hacen dan por sobreentendido que existe una memoria objetiva, una memoria olvidada que es preciso rescatar de quienes tratan de hacer que siga en olvidada. Hay que hacerlo en contra de ellos.

¿Dónde se encuentra ese archivo imborrable, pero oculto a los ojos de todos por la perfidia de unos cuantos, si no puede estar en los cerebros individuales? “¡Ya lo tenemos!”, dice la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, está en el Género Humano, en la Sociedad, en la Humanidad. Ahí se encuentra, ocultado, esperando que nosotros lo desvelemos.

En ese ser abstracto, dicen, permanece intacta la totalidad del pasado. Pero esto es fetichismo en estado puro, pues ese sujeto no existe ni puede tener un cerebro colectivo donde guardar los recuerdos de todos. Y si existiera, en su interior deberían estar también los del bando franquista, que ganó la Guerra Civil. ¿Por qué se tratan de ocultar ésos cuando se quitan nombres de calles y estatuas de miembros del régimen de Franco? Porque no se busca recuperar objetividad, sino seleccionar hechos con intereses partidistas. Por eso se fabrica ese fantasma ideológico de la memoria histórica y se le invoca por un sector de la clase política para ganar las elecciones al otro.

Y no es que no tengan derecho a hacerlo. Solo que otros preferimos tener las ideas claras y no confusas.

(Y para eso leemos muchas veces a Gustavo Bueno)

(Publicado en La piquera, de Cope-Jerez el 25-01-12)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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