La movilidad estudiantil

La palabra “Universidad” resuena ahora a dobles titulaciones, estudio de idiomas nuevos como el alemán y el chino, a los masters, Erasmus, etc. Todo lo cual tiene que ver con la economía, no entendida como el mundo de las altas finanzas, los negocios, la especulación, etc., ni siquiera como administración de la hacienda, según la entendía Aristóteles, sino como la necesidad de organizar la propia vida con vistas a un futuro digno, lo que difícilmente se logra sin asegurarse unos ingresos suficientes. La necesidad de labrarse un futuro en que uno dependa ante todo de sí mismo es una necesidad económica ante todo. Y su satisfacción es una de las cosas más meritorias que pueden alcanzarse.

Lo que no es posible si no se cuenta con las circunstancias del medio y el momento. En el medio abundan las posibilidades. Un joven puede hallarse con la de ser novio de una chica de la que se ha enamorado. También se hallará con la de ir a la Universidad. Podrá parecerle que es más determinante la primera, pero tal vez se esté engañando, porque de la chica se podrá separar si lo ve conveniente, pero de la profesión que elija es casi seguro que no podrá separarse nunca. Eso es algo que no puede arreglar ningún Zapatero con una ley de divorcio exprés.

¿Qué actitud adoptar frente a las posibilidades que a un joven se le presentan? ¿A qué debe estar dispuesto con vistas a alcanzar una vida buena?

Ante todo debe disponerse a salir al mundo exterior. Ahora ya no es cuestión de inclinación personal por conocer otros países, hablar otras lenguas, ampliar los conocimientos, etc. Ya no es cosa de cultivar la propia personalidad –cultura animi-, o ya no es lo más importante.

Salir al exterior puede llevar consigo ante todo romper con los lazos del entorno inmediato, el más cercano. Quien crea que ese es su entorno propio se equivoca, porque su vida se puede estar fraguando en China, Alemania o Estados Unidos sin que él lo sepa. De hecho está sucediendo ya así, de manera que si se resigna a quedarse toda la vida en un radio de unos pocos kilómetros alrededor de la chimenea de su hogar paterno estarán determinando otros su vida y no él mismo.

El entorno inmediato puede tal vez procurarle a uno un trabajo duradero, pero es casi seguro que será a costa de recomendaciones y enchufes, lo que siempre arrastrará una deuda y una sujeción axfisiantes. Para empezar, hay que hacer todo lo posible por salir a la Universidad o a alguna institucion semejante. Digo a la Universidad, que es algo que denota universalidad, no a las universidades de provincias engendradas por la demagogia de nuestros políticos lugareños. A ellos les importa solo la tribu y han pretendido producir lo universal en lo particular.

Dice Gabriel que es lo que ha pasado con los aeropuertos. Magnífica comparación. Un aeropuerto es un lugar desde donde se puede volar a todas partes, pero si se “localiza”, si se particulariza, no sirve para nada. Esos magníficos aeropuertos –Guadalajara, Gerona, etc.- producidos por el mismo empeño demagógico y trincante de los políticos son un monumento a la estulticia. Como tantas universidades que ahora nadie sabe cómo cerrar.

Decía que hay que procurar ir a la Universidad, a ser posible a otra diferente de la local. Un estudio del BBVA estima que quien se halla en posesión de titulación universitaria tiene un 38% más de probabilidades de encontrar empleo. Quien tiene estudios secundarios tiene un 15% más. Lo mínimo es tener estudios secundarios. De otro modo no se va a ninguna parte.

Además, el tener que salir de la propia localidad en busca de otra universidad obliga a dejar la casa de los padres en esa edad de los 20 años, lo que forma la personalidad en un sentido importante. Es cierto que algunos jóvenes se sienten desorientados, pero los más aprenden a desenvolverse por sí mismos y a no depender más que de sus propias personas en sus tareas cotidianas, algo que no puede suceder en la casa familiar.

Fíjense. Una de las carreras con más demanda por parte de las empresas es Ingeniería Industrial. Muchos jóvenes que la han cursado fueron llamados el año pasado a trabajar a Alemania por la canciller Angela Merkel. En España han obtenido una formación muy exigente, pero no hay empresas que los absorban. Bueno es que vayan a Alemania, no ya como los emigrantes españoles antiguos, analfabetos sin formación que iban como mano de obra, sino como trabajadores muy competentes y cualificados. Emigrar a Alemania en esas condiciones ya no es traumático. Es una gran oportunidad que hay que aprovechar.

El idioma ya no es una traba. Es una de las cosas buenas que tiene la homologación europea de los estudios. Hoy resulta fácil a un estudiante pasar fuera al menos un año cursando algunos créditos de su carrera, lo que no solo le servirá para acabarla, sino para dominar un idioma ajeno. Así se va rompiendo la tradicional renuencia española a las lenguas. Además, esta movilidad estaba prevista en la extensión del euro como moneda única, algo de lo que muchos políticos nuestros no se enteraron o no se quisieron enterar, de manera que al hacer universidades provinciales y aeropueros que no van a ninguna parte iban en contra de la tendencia de las cosas que ellos mismos estaban impulsando al imponer el euro. Una moneda única exige movilidad en el sector laboral. No es éste el momento de hablar de ello, pero conviene dejarlo indicado.

Ayer, día 14 de septiembre, traía Expansión la noticia de la concesión de becas L’Oreal-Unesco por valor de 15.000 euros a mujeres científicas españolas. Se les han concedido, se dice, para que vuelvan a España. Es decir, que estaban fuera. Se añade que todas ellas han hecho en algún país extranjero al menos una parte de su formación. Es decir, que no solo estaban fuera, sino que además habían estado fuera para estudiar y formarse. ¿No es esto un cierto contrasentido? Lo de volver aquí dependerá de las oportunidades con que se encuentren. Si tiene que ser a través de becas es que la situación no es tan halagüeña como quiere presentarlo esa noticia de Expansión.

Otra carrera con gran demanda es la de Ingeniería informática. A poco que uno se mueva en el mundo de la informática se verá obligado a dominar el idioma inglés, no solo para hacer software¸ sino ademá para hacer uso de él. Y no solo para esta carrera, sino para otras muchas. El inglés es ahora la lingua franca. No es una lengua más, sino la que resulta imprescindible a un hindú para trabajar en Nueva Delhi para una empresa que fabrica productos para Europa o Japón. Y a un español para asomarse a otros mundos.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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