Las cuatro causas

En fichas pasadas han quedado descritos los tres principios del cambio: la materia, la forma y la privación. No basta, sin embargo, con ellos para entender el movimiento, porque lo que es materia para algo y está privado de ello no se convierte en algo por sí solo. La harina no se hace pan ella misma y hay necesidad de un agente externo para que eso suceda. Hace falta algo o alguien que obre sobre la materia para que adquiera un ser y debe obrar sobre el hacerse, no sobre el ser mismo.

Además de este elemento agente externo, debe haber otro, que es aquello a que tienden todo movimiento y toda generación, si es verdad lo que dice Aristóteles en el libro II de la Física. Y que Aristóteles está en lo cierto lo dice Avicena aduciendo que a quienes objetan que el tender a un fin es propio solo de los seres capaces de deliberar y que los no capaces no pueden tender a él, hay que responder que el citarista no necesita deliberar en cada una de las percusiones que hace sobre las cuerdas de la cítara, que basta con que haya deliberado al principio para cumplir su fin, interpretar la melodía, y que si tuviera que deliberar a cada instante su interpretación de la misma sería mala. Luego no hay dificultad en admitir que el agente natural tiende a un fin sin deliberar. Basta con que en él haya una tendencia al mismo.

Las causas de que algo suceda son, pues, cuatro: material, formal, eficiente y final. La privación no es causa, a no ser por accidente. Las dos primeras son intrínsecas por formar parte de la cosa y las dos segundas extrínsecas por estar fuera de ella.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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