Propiedad privada

Aunque el marxismo ha fenecido en todas partes, menos en la fraseología de los partidos de izquierda cuando hay elecciones y en los manuales de filosofía e historia del Bachillerato, el éxito del vocabulario que introdujo en el lenguaje común sigue vigente.

El vocablo “proletario”, por ejemplo, que evoca una clase social que nunca existió en la realidad, compuesta de individuos despojados de sus bienes y reducidos a la única función de tener prole, señala uno de los triunfos de su propaganda.

La verdad es, sin embargo, muy distinta. Antes de nacer el capitalismo –otro vocablo propio de la ideología marxista, inventado con el fin de desacreditar la economía de mercado basada en la propiedad privada- no había esperanza de formar una familia y alimentarla como es debido s no se heredaban medios de producción, sobre todo tierras. Cuando los que poseían esos medios pudieron invertir su capital porque había esperanzas fundadas de obtener ganancias, muchos de los que hasta entonces habían permanecido separados de esos medios pudieron convertirse en productores y reproducirse en mejores condiciones. Por eso aumentó su número.

La sociedad a la que hasta el momento habían pertenecido consumía lo que producía y no dejaba nada o casi nada para el ahorro y la inversión. Cuando cambió la situación y se puso en marcha el desarrollo económino aumentaron con rapidez los ingresos per capita. Los trabajadores vieron cómo su renta aumentaba hasta veinte veces y todos comprobaron cómo el aumento de la especialización y de los productos destruyeron las barreras puestas al tráfico y al comercio, dando lugar a los mercados de masas, abastecidos por una producción también en masa, con una reducción correspondiente de los costes por unidad y un aumento en el ingreso real por hora de trabajo. Esta expansión ha afectado a toda la producción, ya sea la agricultura, la industria o el comercio.

Los proletarios ya no dependieron como antes de los propietarios. Los segundos fueron más libres, pues se desligaron de la tierra y las obligaciones que llevaba consigo, pero también lo fueron los primeros. El sistema de propiedad privada disponible para la inversión y el negocio ha sido la más importante garantía de libertad para unos y otros. En el presente nadie tiene un poder total sobre ninguno de nosotros, exceptuando a quienes se apoderan de la producción económica de la sociedad y disponen de ella según su arbitrio, pues al hacerlo se apoderan también de los individuos.

El poder de cualquiera de los multimillonarios del presente no puede compararse al de cualquiera de estos déspotas. Un multimillonario de éstos puede ser mi vecino y mi patrón, pero no tiene sobre mí la capacidad de coacción que tenían los antiguos señores feudales ni la que puede tener el dictador socialista de una sociedad invervenida.

Fue precisamente Marx uno de los primeros en darse cuenta de que la propiedad privada instaurada en Europa desde hace tres siglos ha dado al hombre más libertad que cualquier otra institución de la historia humana. Lo sorprendente es que creyera posible aumentar hasta el infinito la libertad humana aboliendo esta institución. Si en el pasado no había sido así, ¿cómo pudo pensar que en el futuro sería posible?

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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