Socialismo o libertad

Agresión institucional contra la libre iniciativa, que puede tomar la forma de expropiación, de protección estatal de un sector frente a otros, de monopolio en la venta de bienes y servicios, de organización estatal de la producción económica, etc. Eso dice Huerta de Soto que es el socialismo. Teniendo en cuenta que una nota esencial del hombre es su capacidad de actuar de forma libre y creativa, el socialismo es entonces una agresión contra la naturaleza humana misma. La historia del socialismo es muy antigua. Ya los valdenses del siglo XII, que adoptaron el nombre de insabattatos, negaban todo tipo de propiedad. En su forma moderna es un tipo de coacción de la libertad que se presenta y justifica a sí misma con un intento pretendidamente científico y contrastado y ya no religioso como el de los valdenses de mejorar la sociedad humana, de hacer que su desarrollo sea más eficaz y de lograr fines justos.

Los seguidores de la idea socialista fustigan la libertad que la puesta en práctica de su doctrina tendría que aplastar como algo negativo e injusto, como la mera libertad empresarial de abusar de trabajadores indefensos. En esto hay que admitir que su éxito ha sido grande. Una vez eliminada la atención al medio, trocado en maldad por la doctrina, queda el fin como algo fastuoso. Así no es extraño que la doctrina sea vista de hecho como una de las creaciones más sencillas, grandes y ambiciosas que ha producido el espíritu humano. Tampco es extraño que sean muy pocos los que han podido librarse de su embrujo. Entre estos pocos habría que contar a Juan Pablo II, que en su Centessimus annus, 48, dice así sobre los excesos del estado asistencial:

Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común.
Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos. Efectivamente, parece que conoce mejor las necesidades y logra satisfacerlas de modo más adecuado quien está próximo a ellas o quien está cerca del necesitado. Además, un cierto tipo de necesidades requiere con frecuencia una respuesta que sea no sólo material, sino que sepa descubrir su exigencia humana más profunda.

La consecuencia de esa interferencia en la vida interna de los grupos y los individuos es que, una vez producida sobre algunos de ellos, hay muchos otros que se ven forzados a actuar de manera distinta de como lo habrían hecho si no hubiera sucedido, modificando sus conductas y acomodándola a los fines del poder que ha ejercido la presión. Las personas abandonan entonces paulatinamente su intención de perseguir los fines que descubren en su trato con otras personas utilizando los medios de que pueden hacer uso en virtud de la información que van recabando.

Como puede comprenderse, la agresión se libra no solo contra individuos particulares, sino sobre todo contra el tejido social que los individuos producen y en cuyo seno se desenvuelve su vida.

(Publicado en La piquera, de Cope-Jerez el día 18/04/2012. Hacer click aquí para oír)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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