Efectos de la técnica en la sociedad contemporánea

Modernización.- Es el término de más amplio uso para designar los cambios en los asuntos humanos de la presente revolución y con él se entiende el nombre de un proceso, el seguido por las sociedades actuales con el fin de adquirir las características propias del desarrollo tecnológico, político, económico y social. A veces también se usan los términos “europeización” y “occidentalización”, pero su sentido no es el mismo. No podría aplicarse a Inglaterra, a España o a los Estados Unidos con la misma univocidad que el otro. Convengamos, pues, en él, designando no sólo la forma dinámica que ha adquirido el proceso de innovación merced a la explosiva proliferación del conocimiento en nuestra época, sino también a la universalidad de su impacto sobre la vida humana. Es el proceso de adaptación de instituciones históricas a funciones rápidamente cambiantes, proceso que ha adquirido un ritmo sin precedentes en los últimos 150 años. Por último, el desarrollo no ha sido el mismo para todas las sociedades: en unas tuvo lugar como un crecimiento interno, lo que permitió una cierta gradación en los movimientos, pero otras han sufrido esta serie de transformaciones como algo que se les ha venido encima desde el exterior, lo que ha dejado en ellas una importante secuela de violencias y desajustes. Parece que todas acabarán mostrando rasgos semejantes, pero ni siquiera ello es seguro, pues el ritmo de los cambios es desigual por ser diferentes las instituciones tradicionales que han de adaptarse al nuevo régimen.

Tradición y modernidad.- Sólo para los fines prácticos del análisis se pueden considerar como polos en torno a los cuales giran las actividades humanas afectadas por el proceso de modernización los siguientes:

El intelectual.- La composición y control consiguientes del entorno, incluyendo al propio hombre en él, han desempeñado un papel crucial en este drama, ambos fundados en la convicción de que es posible hallar una explicación racional de la naturaleza y la sociedad. Empezó este desarrollo la ciencia de la naturaleza, que pronto provocó una reevaluación de todas las formas de acción y pensamiento, llegando al punto en que cada generación se entrega al derribo de los ídolos de la anterior porque se ha acabado por creer que el cambio es un estado normal del conocimiento. El resultado es lo que Ortega llamó la barbarie de la especialización: en lugar de aspirar a hallar alguna trama de interacciones entre la experimentación empírica, el pensamiento político, el arte, la literatura, las especulaciones sobre el hombre, Dios o la naturaleza y las diversas ciencias de la naturaleza, del hombre y la sociedad, ahora las mentes se han resignado a la eminencia improbable en algún campo del saber. Al final se ha producido una inmensa acumulación de conocimientos en los centros y laboratorios de investigación, en las universidades y librerías (productos todos ellos típicamente europeos, que se han extendido a todo el planeta, razón por la que algunos hablan de europeización u occidentalización). Estos cambios han afectado a:

  • La práctica.- Convertida en tecnología, la ciencia ha revolucionado la manufactura, el transporte, las comunicaciones, la agricultura, la medicina… Es posible ahora prever que ha de llegar, sin tardar mucho, el momento en que se habrá abolido definitivamente la necesidad, porque el volumen de energía per capita crece sin cesar, porque la automatización reduce o elimina el esfuerzo, porque incluso puede pensarse en introducir modificaciones en el clima…
  • Los valores.- Era inevitable que las creencias religiosas y sistemas morales anteriores, basados en una determinada concepción del mundo se enfrentaran tarde o temprano con la ciencia, que socavaba aquellos fundamentos. Propio de los valores es cambiar, pero no  a la velocidad en que lo han hecho en estos últimos tiempos, sometidos a una crítica consciente. Y ha surgido, por encima de los demás, un nuevo valor: el bienestar humano, que se juzga alcanzable por las potencialidades abiertas. El hombre es el centro. Se observa en la literatura, que ha convertido la novela en su producción más atendida.

Finalmente, la adquisición de conocimiento es también una preocupación central de la sociedad: publicaciones científicas (100.000 a finales de siglo, más de 1.000.000 ahora, duplicación de la publicación de libros cada 20 años, aumento del número de personas que la ciencia emplea, extensión de la enseñanza a toda la población…)

El político.- El desarrollo del sistema de comunicaciones y transportes que posibilita la administración a partir de una base unificada de empresas y el deseo de los gobernantes, privados y públicos, de movilizar y racionalizar los recursos con vistas a una mayor eficacia y control, ha conducido a una centralización progresiva de los órganos administrativos del Estado, que antes se limitaba a la defensa de los ataques externos, al mantenimiento de la ley y el orden internos, a la construcción de obras públicas y a la recaudación de impuestos, difícilmente llegaba con su autoridad a todos los súbditos, incluso en casos como el de China y Rusia, porque el poder estaba repartido en una numerosa pléyade de autoridades locales que sólo fueron reducidas después de una larga batalla por los reyes y los emperadores modernos, lo que dio lugar a algunas de las páginas más sangrientas de nuestra historia. Pero el Estado moderno asumió funciones propias de la familia, el terrateniente, la Iglesia y otras varias instituciones, como la enseñanza, los transportes, la sanidad, la seguridad…, funciones que solamente él puede realizar con eficacia. El Estado, por otra parte, no podría existir sin el imperio de una ley sostenida por una burocracia altamente organizada y una vinculación entre los individuos y el poder político.

También la empresa privada se ha burocratizado y centralizado.

El económico.- El análisis del desarrollo económico puede hacerse en los términos de dos conceptos relacionados, el ahorro y la inversión. Una economía tradicional consume lo que produce y deja poco o nada para el ahorro y la inversión, y si su ritmo de crecimiento poblacional es mayor que el de la producción, los ahorros modestos pueden carecer totalmente de interés económico. Pero cuando hace dos o tres siglos se puso en marcha el desarrollo económico en los países industrializados, los ingresos per capita aumentaron rápidamente. La causa directa era la aplicación de la nueva tecnología a la producción.

El crecimiento vino acompañado de la especialización, ésta del aumento del excedente, que permitió a su vez generar mayores ahorros. Todo ello ocasionó el crecimiento del comercio doméstico y exterior en un sistema económico bastante bien articulado. Una comunidad tradicional puede producir todo lo que consume y comprar ocasionalmente algo que necesite en el exterior. Una comunidad moderna puede producir sólo un tipo de producto, que no consume, y comprar todo en el exterior. El resultado general es el aumento del ahorro, que puede tomar la forma de beneficios privados o de impuestos públicos, lo que indudablemente plantea problemas de orden político.

Las mismas entidades (bancos, gobiernos, empresas financieras y particulares) se encargan del ahorro y la inversión. Los fines a que se dedique ésta dependerán de la capacidad de la economía y de los propósitos del inversor, pero en términos generales puede asegurarse que una inversión dedicada sobre todo a los bienes de producción, como el transporte, la producción de materias primas, las fábricas y la maquinaria pesada, provocará un desarrollo económico más rápido, pero será una carga más pesada para la población, mientras que otra que se incline más a los bienes de consumo beneficiará más a la población pero disminuirá la capacidad productiva de la economía. No siempre es fácil elegir. En principio lo segundo no es posible hasta que lo primero esté bien asentado. Algunos políticos se inclinan por exigir esfuerzos a la población en aras de un rápido desarrollo económico, pero otros prefieren aumentar el nivel de vida incluso ya en las primeras fases del desarrollo.

El aspecto económico de la modernidad ha sido tan espectacular que a muchos ha parecido la fuerza central de todo el proceso. Y sin duda ha sido decisivo, pero debe también pensarse en los aspectos intelectuales y políticos… Donde sí ha sido decisivo ha sido en los individuos, porque éstos han visto aumentar su renta hasta 20 veces. La mecanización del trabajo lograda por la evolución científica y tecnológica ha sido la causante de este aumento en los siglos XIX y XX. A su vez, el resultado del aumento de productos per capita y de la especialización, debidas ambas al desarrollo tecnológico, ha destruido las barreras puestas al tráfico y al comercio, dando lugar a los mercados de masas, abastecidos por una producción en masa, con una reducción correspondiente de los costes por unidad y un aumento en el ingreso real por hora de trabajo. Esta expansión ha afectado a todo la producción, ya sea la agricultura, la industria o el comercio, esferas donde la máquina ha acudido con éxito a cumplir con los fines que se esperaban de ella.

Todo lo cual puede ilustrarse por una gama de datos cuantitativos: si los 12 ó 14 países avanzados cuentan con un producto nacional bruto per capita de unos 2.500 dólares, los menos desarrollados, que son más de la mitad de la población mundial, cuentan con menos de 100 dólares. En un país avanzado puede invertirse anualmente una cuarta o una sexta parte del producto nacional bruto, lo cual es asegurarse un crecimiento en las siguientes décadas, pero en una sociedad tradicional sólo puede invertirse menos del 15 por ciento, y en algunas la tasa de crecimiento demográfico es superior a la del crecimiento económico, por lo que, además de no poder invertir nada, van siendo progresivamente más pobres cada año. Las diferencias entre sociedades en lo que se refiere a recursos y técnica, o tecnología, es tal calibre que difícilmente puede pensarse que sean capaces de sostener unas y otras los mismos niveles de desarrollo, por lo que se diría que la brecha entre ellas tiende a aumentar inexorablemente.

El social.- Los cambios sociales han sido también profundos. Sociedades que durante muchas generaciones han sido predominantemente campesinas, con un escaso 10% de su población dedicada a las tareas administrativas, de manufactura y comercio, han cambiado totalmente de signo hasta el punto de que ahora es menos de un 10% el que se dedica a la agricultura. Esto significa una migración gigantesca a las ciudades, el cambio de localidad de la quinta parte de la población por año y el cambio de ocupaciones.

Estos hechos han traído consigo una considerable nivelación en las rentas, la educación y las oportunidades, pero no en las funciones sociales y políticas.

En las funciones sociales y políticas es difícil que tal cosa pueda suceder, pues la sociedad demanda puestos de carácter imaginativo y creador, como el de dirigente de una gran empresa, a la vez que necesita puestos de actividad rutinaria, como el de cajera de un supermercado.

La nivelación en la educación parece más clara: expansión del alfabetismo y la educación secundaria, que en algunos casos se extiende a la totalidad de la población. También se han nivelado las relaciones entre hombres y mujeres. Antes la mayoría de la gente dependía de un trabajo físico pesado, para el que resultaban más aptos por lo general los varones, pero la sustitución de ese trabajo por el mecanizado y por el de oficina o el intelectual redujo esa desigualdad funcional. La educación, por otro lado, ha sido fundamental para la emancipación de las mujeres y su acceso a las clases profesionales y, de paso, su status jurídico y social les ha proporcionado oportunidades y responsabilidades análogas a las de los hombres.

Los medios de comunicación contribuyen a que las personas se mantengan al tanto de los avances en muchos campos y a que haya una integración general grande de la sociedad. Las diferencias de ingresos y condiciones de trabajo entre las ocupaciones se han reducido notablemente. El trabajo mismo desempeña un papel menos significativo conforme las máquinas se van encargando de él. Más de la mitad de la población se ocupa en el sector servicios, en actividades profesionales y en oficinas. El trabajo manual tiende, según parece, a desaparecer. En todo caso, se ha reducido drásticamente.

Han mejorado las condiciones sanitarias. En las sociedades tradicionales el índice de mortalidad está en el 3 ó el 4 %. Con la medicina y la sanidad modernas el de mortalidad se redujo rápidamente, pero el de natalidad continuó estable durante mucho tiempo. En los países avanzados éste se redujo posteriormente, adaptándose a la tasa de mortalidad. En Europa había una población de 188 millones en 1800 y de 462 en 1914. En otros países la tasa de natalidad ha continuado alta, pese a haberse notado fuertemente la incidencia de la medicina moderna. La consecuencia ha sido un crecimiento sin precedentes de la población.

La modernización estimula además una distribución más igualitaria de los ingresos, por los sistemas impositivos, las reglamentaciones de la seguridad social y porque la producción en masa depende del consumo masivo. Con la industrialización tienden a mejorar todos los miembros de una sociedad, pero proporcionalmente son los de ingresos modestos los más favorecidos: la economía de producción en masa se hundiría si no contara con una masa de consumidores capaz de absorber sus productos.

El conjunto de estos cambios recibe el nombre de movilización social cuando el centro de vinculaciones de la mayoría de los individuos pasa de la comunidad a la sociedad y de la esfera local a la nacional. Se produce a partir de la migración física de los campesinos a las ciudades desde su hábitat rural. Interviene el despertar de la conciencia popular, desarrollada por los medios de comunicación, de que existe una esfera de interés que sobrepasa las fronteras locales. Todo lo cual parece reflejar la movilización progresiva de recursos y capacidades de nivel nacional en términos de cultura, de afinidades políticas, de interés económico y de dependencia social, así como el debilitamiento de los vínculos existentes tanto en la esfera local como en la internacional. La significación política de la movilización social es que promueve la constitución de un consenso en escala nacional, fomentando el nacionalismo y la integración económica y social y fortaleciendo, en el proceso, el control de la comunidad nacional sobre todos sus ciudadanos.

El psicológico.- En una sociedad tradicional los hombres suelen aprender las acciones de sus mayores para luego ponerlas ellos en práctica cuando son adultos y transmitirlas después a sus hijos. La vida es estática y todo parece ya estar hecho para siempre. No es así exactamente en la realidad, pero así se lo representan los hombres en sus mitos, sus creencias religiosas y sus explicaciones objetivas. La estática es una tendencia del sistema. En una sociedad moderna, por el contrario, se rompen los vínculos y las normas que siguieron los padres ya no sirven para los hijos. Si los campesinos se trasladan en masa a las ciudades, si los artesanos se convierten en técnicos, si los privilegiados tienen ahora que competir por una multitud de nuevos empleos…, es casi inevitable que las gentes se emancipen del gigantesco poder de la tradición que en la comunidad anterior tiende a ahogar todo iniciativa y todo individualismo.

Angustia.- Podría parecer que todo es bueno, pero no es así. Junto a grandes bienes, la modernización ha traído consigo grandes calamidades. No debe extrañar que haya provocado y siga provocando estados de angustia en muchos corazones, como tampoco que esto sirve de medio para amedrentarlos y conseguir sus intereses muchos demagogos.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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