Sobre el gnosticismo

El problema del mal es perenne en la filosofía y en la religión y las soluciones son distintas.

Su existencia es necesaria junto al bien para la Stoa, lo mismo que es necesaria la de los números impares junto a los pares, la justicia junto a la injusticia, la bondad junto a la maldad o la inocencia junto al crimen. Cada opuesto es nada sin el otro.

Los pitagóricos hallaron una solución más simple en la reencarnación, creencia de la que eran adeptos; sabiendo que los malos florecen como el laurel en esta vida, hay una compensación en otra futura aunque entonces ellos sean buenos; así se restablece, según ellos, el equilibrio entre bien y mal.

Pero no hay solución más barroca que la gnóstica, que ha reaparecido en nuestros días con ropajes menos vistosos. Un gnóstico antiguo odia este mundo oscuro y trata de escapar de él. A diferencia de la gnosis del presente, apenas está interesado en extender su fe; son pocos los hombres que pueden llegar a la cima del conocimiento salvador, de la gnosis redentora. Los hombres se dividen en tres clases: una mayoría son carnales y casi todos los demás son psíquicos, alzándose por encima de todos ellos unos pocos pneumáticos o espirituales. Los primeros van derechos a la perdición, sin posibilidad de ser redimidos o perdonados, los segundos pueden salvarse si se esfuerzan y a los terceros les basta el conocimiento de los misterios divinos, porque éste es la felicidad y la salvación.

Esto predicaba Valentino, el prócer más notable de este movimiento religioso. Valentino salió de Alejandría y llegó a Roma hacia el año 140. En esta ciudad conoció la filosofía griega, la religión cristiana, la judía y la pagana, se fue adentrando en el panteísmo y la mitología y en su Evangelio de la Verdad, aun pretendiendo permanecer dentro de la Iglesia católica, ideó una dogmática exuberante y altamente poética ajena a ella.

¿A qué obedecía su división de los hombres en carnales, psíquicos y neumáticos? ¿Por qué pensaba que el mundo es malo sin remedio ni cura posibles?

Este mundo existe porque el eón Sofía, o Sabiduría, se rebeló cuando quiso ascender hasta las regiones más elevadas, lo que no le estaba asignado. Fue el último eslabón de una cadena que lleva a la oscuridad y el mal. Todo era muy distinto en el origen de todo, cuando reinaban el bien, la luz y la armonía.

Al principio era el Abismo, que permanecía sumido en el Silencio Absoluto; era el Ser no creado, no corruptible, no material, el Padre Primero, llamado también Eón, que significa eterno.

De Él emanaron, por díadas, otros eones inferiores. La primera fue la Mente y la Verdad. La segunda la Razón y la Vida. La tercera el Hombre y la Comunidad, o Ecclesía.

Ellas son la primera ogdóada, ocho determinaciones divinas en que se cifra el Pleroma, la perfecta vida divina. La Divinidad gozaba en la eternidad de sí en esas emanaciones que habían partido de ella. Entonces no existía ni podía existir el mal.

Pero he aquí que el último de los eones, la Sabiduría, sintió la apetencia de conocer al primero, al Abismo, por lo que emprendió el ascenso hasta lo más alto del Pleroma. Mas su esfuerzo fue inútil y sólo generó confusión e infelicidad. De ese empeño frustrado de la Sabiduría surgió el mundo, que es por eso incompleto, imperfecto, disponible para el llanto y el dolor que causa todo intento que fracasa. De una rebelión de Sofía, que promovió la acción de un Demiurgo, encargado de plasmar este realidad nuestra, nació el universo, donde impera el mal.

Explicando estas ideas dice Tertuliano en Contra los valentinianos, 2, que las tinieblas brotaron de la inquietud y la desazón, de la ignorancia y el miedo, de la tristeza y el llanto, de la malicia y la perversión. Pero sucedió que para restaurar el equilibrio primigenio, roto por el ensueño demente de Sofía, el Primer Padre envió a Cristo, con quien llegó la gnosis a la humanidad, pese a que no toda ella la asumió.

El resultado final fue la división de los hombres en espirituales, que poseen el conocimiento o gnosis salvadora, psíquicos, que siguen los pasos señalados por su alma, y carnales, sometidos a la oscuridad y la materia. Los primeros no pueden ya ser malos, por lo que algunos creen que pueden pecar sin mancharse, los segundos son malos, pero pueden ser buenos, y para los terceros no hay redención ni perdón. Unos son felices, otros pueden serlo, aunque con dificultad, y otros nunca lo serán.

El estudio de las doctrinas gnósticas fue intenso desde el siglo XIX hasta hoy. Hans Jonas les dedicó su célebre La religión gnóstica, cuya lectura inspiró a Voegelin su obra Las religiones políticas, religiones que R. Aron llamó civiles, Dalmacio Negro cataloga varias ideologías como herejías gnósticas, etc., por mencionar solamente algunas señales de las muchas reminiscencias del gnosticismo entre nosotros.

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Procesiones de Semana Santa

“Procesión” es el nombre mejor que puede darse a estos rituales de la Semana Santa. Viene de “proceder”. En teología trinitaria se aplica a acciones que, partiendo de Dios, en Dios quedan, como el Hijo, o Lógos, que viene de Él y queda en Él, y como el Espíritu, que viene de los dos y también queda en la sustancia divina.

Una procesión de Semana Santa procura imitar a la Trinidad a su manera sensible, no intelectual. También imita el nacimiento y muerte de Cristo. Y los nuestros, por la fe. Una procesión sale de un templo, casi siempre por una angosta apertura que pone a prueba la habilidad de los costaleros, como si recordara el parto, y vuelve a él. Es el renacer, pieza fundamental de la actitud religiosa. Así se consuma y cumple la procesión. Luego queda la esperanza de salir del sepulcro.

Una procesión es exaltación de los sentidos por el colorido, la música, los olores, las vestimentas de los cofrades, las imágenes santas que ellos llevan a desfilar por largas avenidas, por calles estrechas del casco viejo, por calles anchas del nuevo, en un ritual del que participa toda la comunidad, tanto la creyente como la no creyente. Esto es, en compendio, una procesión de Semana Santa. Todo es sentir. El intelecto queda en suspenso. La ciudad toda se convierte en templo para escenificar la pasión, muerte y resurrección del Salvador en una obra de arte total, porque el arte antecede, acompaña y señala el camino hacia la espiritualidad. De hecho, las imágenes más seguidas, veneradas y admiradas son las de mayor alcance estético.

Es un camino circular religioso y también cívico, pues involucra a las autoridades políticas. Todo deviene sagrado en la espacio de la ciudad y el tiempo que duran las celebraciones. El orden no visible de la realidad, el más real, se hace visible en la barroca simbología religiosa, proclamación de la necesidad de ajustarse armoniosamente a él.

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El cartel de Semana Santa

Es un cartel, seleccionado por las hermandades como emblema de la Semana Santa de este año en Sevilla, que ha despertado controversia. Algunos han apreciado en él una sutil defensa de la homosexualidad en lugar de la imagen de Cristo resucitado que era de esperar para esos días sagrados, una cierta insinuación erótica en lugar del núcleo de nuestra religión: “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”.

No pretendo terciar en la polémica, sino solamente señalar que, en caso de que sea lo que algunos han dicho que es, elogio de la homosexualidad, entonces se puede entender como signo claro de una religión oculta, como, como enseña Carl Christian Bry en Religiones encubiertas evocando a Oscar Wilde.

Conviene recordar que en Wilde, aquel dandi de pluma afilada y mente inquieta, la homosexualidad no se limita a un deseo carnal, sino que expande su sentido hasta presentarse como una forma superior de belleza, virtud y amistad. El poeta y dramaturgo, que estaba casado con Constance Lloyd, de la que tuvo dos hijos, fue amante de Lord Alfred Douglas, hijo del marqués de Queensbury, quien deslizó un papel tachándolo de sodomita en el club que frecuentaba el escritor. Éste, ofendido, lo denunció por difamación, pero el juicio se volvió en su contra al probarse que había mantenido relaciones con Douglas y otros hombres. Se le condenó por indecencia grave a trabajos forzados.

Wilde, según Bry, es un profeta de una religión encubierta, entre las que hay que contar también el psicoanálisis, el socialismo, el racismo, el feminismo y otras más que se han extendido por las mentes actuales. En una conversación con su amigo Harris desplegó los fundamentos de su religión oculta con elocuencia superior a la de los jueces que lo condenaron.

Según él, la belleza de un chico es incomparablemente superior a la de una chica, como sabe muy bien el escultor, que se ve obligado a suavizar caderas prominentes, aminorar pechos grandes, moldeándolos de modo que sean más ligeros, redondos, firmes y pequeños. En suma, procura que se parezca lo más posible a un joven. La belleza femenina no es más que deseo sexual masculino velado, un engañoso juego de sombras.

He aquí una teoría estética que desborda un simple deseo sexual que sintió su autor.

Hay más. En lo tocante a la ética la homosexualidad muestra también ser muy superior. Un joven es desprendido, no es celoso, no quiere nada, ofrece todo, desconoce los celos, el rencor y la envidia que siente una joven, sobre todo por el trabajo de un varón. Una chica comienza siendo un gato, un chico un hombre. Si una mujer siente pasión se degrada, porque necesita seducir, requiere el deseo del hombre. Esa es su forma de dar cumplida satisfacción a su vanidad.

Lo cual es una teoría ética, que también  desborda el deseo privado de su autor, añadida a la anterior.

Si los que desconfían del motivo del cartel están en lo cierto, este joven resucitado es más bien un enigma, un puente entre dos mundos, algo que no se sabe si es un icono de la religión católica o pertenece a una religión encubierta. Pero sigamos con Wilde.

Sigue diciendo éste en su conversación con Harris que lo que el común de los mortales llama vicio no lo es en absoluto. Al contrario, es algo tan bueno como supieron verlo Sócrates (quien dijo no haber tenido nunca relaciones con un muchacho, algo que Wildde debió desconocer), César, Alejandro, Miguel Ángel y Shakespeare (Bry añade que a muchos alemanes les gustaría incluir a Federico el Grande) Fue convertido en crimen por los hipócritas ingleses y alemanes, pero no es crimen ni enfermedad. Si fuera esto último afectaría a los que poseen un espíritu más organizado. Wilde se ve a sí mismo como Galileo, un precursor de otro tiempo que habrá de venir.

Ahora es una teoría de la historia.

Los argumentos van ampliándose hasta llegar a una posición desde la que todo queda desvelado y nítido: el sentido de la belleza, de la virtud y de la historia.

Pero Harris no se deja convencer. Aduce que el escultor también se ve obligado a moldear el cuerpo de un joven, a redondear su torso, procurar que sus tobillos no sean anchos ni sus rodillas puntiagudas; acepta que puede no ser celoso, pero entonces tampoco está inclinado al sacrificio, y que si da menos afecto es porque solamente es capaz de sexo, no de algo más profundo o personal. Además, aun aceptando que la homosexualidad sea un prejuicio, ha sido mantenido durante miles de generaciones y de poblaciones distintas, lo cual habla en su contra más que un millón de razones a favor. Es lo que ha sucedido también con la antropofagia, cuya práctica tiene a su favor que la carne humana es seguramente más nutritiva y sabrosa que la de vaca; sin embargo un prejuicio universal, trocado en repugnancia, nos veta su consumo. No es el razonamiento el que nos impide comernos unos a otros, sino esa inveterada repugnancia. Así se relacionan entre sí los humanos, no por la luz de la razón, sino por una variante que procede de lo hondo del tiempo.

Por último, esgrime el argumento demoledor contra Wilde, el que lo denuncia como profeta de la religión oculta del homosexualismo. Si es cierto, dice, que la humanidad sigue la senda que tú has empezado a recorrer, entonces tienes motivos para estar satisfecho de tu función en esta vida, pues eres un nuevo Galileo. En lugar de escribir en tu celda un libro contra Lord Alfred Douglas, lo has escrito para presentar tu acción como la de un profeta que se sitúa por encima de sus contemporáneos. Con él dices que estás por encima de todos nosotros. Tu castigo es tu justificación. ¿Qué más puedes pedir?

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Apocalípticos

Beato de Liébana: Los cuatro jinetes del Apocalipsis

El modelo original de los apocalípticos de todos los tiempos es el bíblico. Ninguno tan denso como aquél, ninguno causa un estremecimiento igual:

“Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer viviente que decía: ‘Ven’. Y vi un caballo negro; el jinete tenía en la mano una balanza. Y oí como una voz en medio de los cuatro vivientes que decía: ‘Una medida de trigo, un denario; tres medidas de cebada, un denario; al aceite y al vino no los dañes’. Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto viviente que decía: ‘Ven’. Y vi un caballo amarillento; el jinete se llamaba Muerte, y el Abismo lo seguía. Se les dio potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, hambre, epidemias y con las fieras salvajes.” (Apocalipsis, 6)

Los augures posteriores carecen de esa fuerza. Han ido variando según los tiempos. Gustavo Bueno (Pavores ecológicos) presenta el caso de Lactancio, que vivió en tiempo de Diocleciano, como propio de una sociedad agraria, y el de Gribbin, seguidor de Hawking, como propio de una industrial. Sigue leyendo

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La familia, Platón y el Estado

La relación del individuo con el Estado (Lafarge, 1905) Sócrates y sus discípulos en «La República»

No son vientos de bonanza los que soplan hoy sobre la familia ancestral. Son más bien ventiscas estridentes que buscan minar sus cimientos como coros de sátiros malignos, voces que han inscrito en los pergaminos legales hasta dieciséis especies de familia en esta piel de toro llamada España: biparentales, monoparentales, monomarentales, jóvenes, LGTBI, homoparentales, homomarentales, y otras formas igual de tortuosas. Una ley, en verdad alevosa, que se empeña en enunciar que la idea de familia no se halla confinada en los límites del ámbito matrimonial y prescinde de la idea de natalidad, cuyo nombre no aparece una sola vez entre sus palabras. La familia no incluye procreación para ella.

En algo se distinguen todas de la primera, pese al intento deliberado de confundirlas en un magma irreconocible: en que solamente ella no es estéril. Sigue leyendo

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Puichdemont, una amenaza para España y la UE

El mes de marzo pasado la Comisión Europea dio a conocer el informe Hybrid threats. A comprehensive resilience ecosystem (Amenazas híbridas. Un ecosistema integral de resiliencia), un estudio de las amenazas híbridas que suponen el Nord Stream, el Covid-19, Cataluña, etc. Lo referente a Cataluña se centra en el año 2017 y los sucesos en torno a la declaración de independencia por Puigdemont posterior al referéndum ilegal. El núcleo del estudio versa sobre la relevancia que tiene en Europa y en España la guerra híbrida librada por el Kremlin. Sigue leyendo

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