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Archivo mensual: mayo 2012
Hume: imposible demostrar un asunto de hecho
Sobre la imposibilidad de demostrar a priori la existencia o la inexistencia de un ser cualquiera Empezaré haciendo la observación de que hay un absurdo evidente en pretender demostrar un asunto de hecho, o en intentar probarlo mediante argumentos a … Sigue leyendo
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Administración de personas
De lo escrito en la ficha anterior se extrae con facilidad una visión certera de la evolución del dominio de los menos sobre los más, evolución que por ahora tiene su culminación suprema en el régimen democrático, pese a que éste parecería ser el dominio de los más sobre los menos, lo cual es solo un espejismo nominal.
Para caer en la cuenta de ello no se debe centrar la atención sobre el hecho de que en los últimos cuatro o cinco siglos hayan existido monarquías, directorios, consulados, repúblicas, gobiernos de partido único, o regímenes parlamentarios llamados democracias. El poder es uno y tiene su propio desarrollo a través de esas formas que no alteran su sustancia.
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Publicado en Filosofía práctica, Política
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Tiranías revolucionarias
Se dice que las revoluciones son alzamientos contra los tiranos y así se presentan ellas mismas, pero no es verdad. Su triunfo mismo lo prueba. La que logra derrocar a un tirano es porque su poder era débil y nadie llamará tirano a un poder así. Consiguen sobreponerse a Luis XVI de Francia, Nicolás II de Rusia, pero no contra Luis XIV, ni contra Pedro I el Grande de Rusia. Franco murió de vejez y en los cuarenta años que duró su mandato no encontró resistencia alguna que le hiciese correr el riesgo de perderlo. La sublevación post mortem a la que asistimos hoy, cuando han pasado ya más de treinta y cinco años desde su desaparición, es algo ridículo.
El movimiento popular revolucionario no derroca tiranos, sino que los eleva y los pone sobre sí. Henchido de entusiasmo, el movimiento suprime a los peones desgastados del régimen anterior y abre el camino a quien sepa colocarse a su cabeza y encarnar en su persona el entusiasmo revolucionario. ¿Cómo no obedecer a ciegas a alguien así, a alguien que emerge de la ola que todo lo arrasa a su paso? La tiranía de un individuo o un grupo de esos será tanto más completa cuanto mayor sea la destrucción de los poderosos anteriores, porque se le habrá allanado el camino. Para defender su palacio, Luis XVI tuvo que contratar a soldados suizos, a los que no fue luego capaz de darles la orden de atacar al pueblo de París cuando éste se sublevó contra él: “Decidles que no disparen”. Para enfrentarse a toda Europa, los revolucionarios proclamaron el principio de la nación en armas y pusieron en pie de guerra un ejército tras otro reclutando a todos los hombres de Francia. Un poder tan inmenso no estuvo al alcance de ningún monarca en la historia de Europa.
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Publicado en Filosofía práctica, Política
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Finalidad de la revolución
Una revolución se presenta siempre cargada de sueños, sobre todo para los más débiles. Es el trasunto político, en la tierra, de la redención salvadora que predica el cristianismo para el cielo. No es extraño que muchos de sus más fervientes seguidores sean creyentes sinceros que, o bien han conservado y acrecentado su fe y ven la mano de Dios alterando el orden político para traer la felicidad a los oprimidos, o bien la han cambiado por una creencia terrenal que les empuja con fuerza idéntica en pos del mismo fin.
La luz del alba revolucionaria inunda todo el paisaje. El primer día del nuevo mundo llega lleno de promesas. Hasta los enemigos de los sucesos que están empezando a desencadenarse, aquellos que habrán de caer bajo la cuchilla de la guillotina y los tribunales populares, henchidos de entusiasmo revolucionario, se entregan sin reservas al movimiento juvenil que excita el amor de todos entre sí. Todos son ahora camaradas, hermanos, compatriotas queridos. Ninguno ve el nubarrón oscuro que se cierne sobre ellos.
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Publicado en Filosofía práctica, Política
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Diecisiete nacioncillas
En el instinto popular se ha grabado la comprensión del poder mejor que en muchos tratados de teoría política. Esto es cierto sobre todo cuando el mando es opresivo. Y más en particular cuando la opresión procede de una organización … Sigue leyendo
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Las revoluciones
Los historiadores prestan mucha atención a las revoluciones. Las presentan como explosiones de grandes principios que venían gestándose con anterioridad, como llamaradas de libertad. Son épocas violentas que ellos justifican por el inmenso bien que ha resultado de ellas: personajes desconocidos ascienden a la cumbre para guiar a la multitud que estalla n episodios de insólita brutalidad, el pueblo santo y sufrido despierta de un letargo de siglos y se sacude las cadenas de la servidumbre, una nueva era luminosa amanece, etc.
Las revoluciones son una oportunidad de oro para que los historiadores –también los novelistas, los mitólogos, los visionarios, los agitadores sociales, etc.- manifiesten su entusiasmo y con pluma ardiente nos cuenten sus convicciones morales y políticas.
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Publicado en Filosofía práctica, Política
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Alejandro y los gimnosofistas
Del trato amistoso y suave que dio Alejandro Magno a los filósofos indios, llamados gimnosofistas, que habían encabezado una rebelión contra él. Se muestran las respuestas que dieron a sus preguntas, merced a las cuales no solo salvaron la vida, … Sigue leyendo
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La crisis del 29
La crisis de 1929 llegó de forma inesperada casi para todos. A algunos, sin embargo, les resultaba familiar la música. La situación anterior a ese año les recordaba la burbuja del tulipán, la del salami, la del Partido Único, etc. Los beneficios eran demasiado fáciles. Los billetes eran como las hojas de los árboles en otoño. Joe Kennedy, el fundador de la dinastía de los Kennedy fue uno de los que percibió la canción cuando, según se cuenta, recibió de su limpiabotas el consejo de comprar acciones del ferrocarril y el petróleo, lo que le hizo pensar que si todo el mundo podía comprar acciones y un limpiabotas sabía predecir el futuro era porque había una sobrevaloración excesiva en el mercado. Por ese motivo vendió todo y no volvió a comprar. La burbuja había llegado a su máxima expansión. Solo faltaba el ligero roce que la hiciera explotar. Los economistas no se ponen de acuerdo todavía en cuál fue ese motivo, pero eso importa poco. El año 1929, en septiembre, había estallado el crac del Photomatón en Londres. Se trataba de una sociedad cuyos artilugios, hoy llamados con su nombre, o sea, fotomatones, se han extendido por todo el planeta. Quebró unas semanas antes del crac. Como aquellas máquinas representaban la tecnología más avanzada del momento y la gente no entendía bien su utilidad, se alarmó en seguida: “¿no será todo un negocio ficticio? ¿qué clase de producto fabrica un fotomatón?, ¿y la radio, los coches, la seda artificial, las plumas estilográficas, etc.?, ¿no será todo un castillo de naipes?” Además, muchas empresas recién creadas creaban a su vez otras empresas hijas, las hijas creaban otras y unas se compraban acciones a otras sin que ya nadie distinguiera las hijas de las madres o las nietas. Era cierto que todos los valores subían, pero nadie sabía por qué y se empezó a creer que había gato encerrado en el mercado de acciones. De pronto todos pensaron que aquello no podía seguir así. La tormenta empezó el 22 de octubre. Ese día tuvo lugar la primera oleada de ventas. Al día siguiente, sin embargo, los valores volvieron a su nivel anterior. Había sido un susto nada más. Así lo creyó la mayoría porque le convenía creerlo así. Y como el día anterior los precios habían bajado, muchos volvieron a comprar, provocando nuevas subidas. Los motivos para convencerse no faltaban. El Diario de Wall Street lo reflejó así: “Solo es una reacción de Bolsa, natural y saludable. Ciertos títulos se vendían por encima de su valor intrínseco y era necesaria una enmienda”. “Valor intrínseco”… Es una insensatez. Las cosas no tienen valor intrínseco. Que su precio suba a las alturas o descienda al abismo no depende de ellas, sino del estado de ánimo de una multitud de individuos, el cual puede cambiar cada día. Los banqueros, reunidos en casa de J. P. Morgan II, ya ventearon el grave peligro. Decidieron inyectar una enorme cantidad de dinero, doscientos cuarenta millones de dólares de entonces, en Wall Street. Pero no fue más que un alivio pasajero. De pronto todo el mundo quiso salir por la misma puerta. Las llamadas a la calma no sirvieron de nada. La gente había perdido la cabeza. Todos vendían y nadie compraba. Hubo un jueves negro, un martes negro, etc., y en el mes de noviembre los precios llegaron al suelo. Las acciones de General Motors habían bajado desde 92$ a 1,25$, las de General Electric desde 220$ a 20$, las de Chrysler desde 135$ a 5$, las de Radio Corporation desde 115$ a 3,50$, las de New York Central desde 256$ a 5$, las de Montgomery Ward desde 70$ a 3$, las de United Steel desde 375$ a 22$. Los valores bajaron y los suicidios subieron. A un caballero que pidió una habitación elevada en un hotel-rascacielos le preguntó el conserje si era para dormir o para saltar. Algunas estadísticas son dignas de conocerse: -179.397 maridos abandonaron a sus amantes porque les resultaban demasiado caras. La moral salió fortalecida en este asunto. -123.884 especuladores que habían ido a Wall Street en Cadillac regresaron a su casa a pie. -111.835.248 monedas de cinco centavos fueron acuñadas por la Casa de la Moneda para gentes que nunca habían tomado el metro. Cosas de los americanos. Sigue leyendo
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La deuda estatal
En ontología se aprende que todo ser es limitado porque es él en exclusiva y no puede ser lo que es otro. En economía se aprende un principio parecido: que los recursos son escasos porque lo que un sujeto consume no puede ser consumido por otro. En los dos casos son afirmaciones de valor universal y necesario. Lo que yo soy no puedes serlo tú. Lo que yo gasto no puedes gastarlo tú. Uno queda fuera del ser del otro. Uno es expulsado del consumo por el otro. Así de sencillo e incontestable es en ambos casos.
Aplíquese ahora este principio general de la economía a la deuda pública y la escasez de crédito para familias y empresas.
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La burbuja del salami
En todas partes hay burbujas. Son una de las distracciones más queridas por los niños. El titiritero aparece tarde o temprano en la plaza del pueblo, pone en funcionamiento su artilugio y sus mañas y exhibe ante los asombrados ojos infantiles unas burbujas más y más grandes que él extrae del agua jabonosa. Alguna es más grande que las demás. Se levanta majestuosa y lenta en el aire, más y más grande cada vez. Las caras de los niños se llenan de alegría… hasta que de pronto la burbuja estalla y solo quedan unas cuantas gotas sobre el suelo. Pero no importa mucho. Hay otras y otras. Esta que ahora os cuento se hinchó en Budapest hace muchos años. Allí tenía su asiento la famosa Sociedad Anónima del Salami Húngaro. El salchichón que salía de aquella fábrica era exquisito y hacía las delicias de los húngaros. Muchos creían incluso que superaba al salami de Milán. Las ventas y exportaciones no paraban de subir. La Sociedad Anónima del Salami Húngaro cotizó en Bolsa. Sus acciones empezaron valorándose en cincuenta coronas, pero llegaron muy pronto a trescientas. Algunos especuladores creyeron que aquella cotización era excesiva y se constituyeron en un sindicato para ir a la baja con el fin de hacer dinero cuando se derrumbara la cotización de aquel fino manjar. Habían calculado bien y de modo racional, pero no habían tenido en cuenta que en estas cosas muchas veces manda más Afrodita que Atenea. Había una mujer muy hermosa casada con un banquero y especulador de la ciudad. Además de la esposa y el marido había otro, afiliado al sindicato de bajistas. Ella se había encaprichado de un maravilloso collar de perlas de una joyería de la calle La Paz. El del sindicato quería regalárselo, pero no le era posible. ¿Cómo justificaría ella ante el marido un regalo como ése? Entonces se les ocurrió una estratagema. El amante acordó con el joyero el pago de tres cuartas partes del collar con la condición de que lo dejara en el escaparate con el fin de ofrecérselo al marido por el resto del importe. Al encontrarlo tan barato, éste no dejaría pasar la oportunidad de regalárselo a la esposa. El collar se quedó en el escaparate, según lo acordado, aguardando al incauto banquero. Al poco tiempo llegó éste a la joyería guiado por su mujer, que de inmediato se deshizo en alabanzas de la joya y suplicó a su marido que se la regalara por su cumpleaños. El banquero accedió, pero al conocer el precio dijo a la bella que le parecía muy mal regalarle algo tan barato. En cuanto pudo, el hombre volvió solo a la joyería, pagó el poco dinero que el joyero le pedía y marchó a casa. Antes de que llegara, el joyero ya había llamado por teléfono a la esposa avisándole de que la trampa había funcionado a la perfección. La bella mujer esperó el regalo. Pero el regalo no llegó. Pasó un día, luego otro y otro y el marido no se lo entregaba. Investigó la causa de tan extraña conducta. Y se enteró, como toda la ciudad, de lo que había sucedido cuando el collar apareció en el cuello de la prima donna más bella de Budapest. La venganza había sido sutil y efectiva, pero el marido despechado quería más. Ahora tenía que matar a su rival, pero sin ruido de pistolas ni de espadas. Los duelos le parecían algo vulgar. Su rival era un especulador a corto. La especulación a corto consiste en alquilar acciones cuando uno cree que su precio va a bajar obligándose a devolverlas en un plazo fijado de antemano. Una vez alquiladas, las vende de inmediato. Si bajan, las vuelve a comprar y las devuelve a su alquilador, quedándose con la diferencia. El banquero se apoderó casi de todas las acciones del salami, lo que provocó un alza de los precios. Pasaron de 100 a 1.000, a 2.000, a 3.000 e incluso más. Llegó a acudir a capitales extranjeros para comprar más y provocar un alza superior aún. Cuando llegó el plazo de devolución para los bajistas, éstos no tuvieron más remedio que comprar a un precio que era hasta cien veces superior al del principio. Su ruina fue total. Pero la alegría del marido se esfumó pronto. Al poco tiempo las acciones, que él había comprado a precios altísimos, cayeron a plomo hasta el punto de que apenas tuvieron valor y no encontró comprador para ellas. Final de la historia. El joyero se trasladó a Nueva York, donde continuó su negocio con éxito. El amante quedó arruinado y emigró a algún lugar de Hispanoamérica. El banquero se suicidó en París. La esposa adúltera emigró a Italia y allí vivió en la pobreza. La prima donna mudó su residencia a Hollywood. Nadie sabe lo que pasó con el collar. Sigue leyendo
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Impuestos y déficit
Muchos dirigentes se están convenciendo a costa de las exacciones de propiedad a que nos someten de que el problema de las finanzas públicas consiste más bien en que la Administración gasta demasiado y no en que sus ingresos han disminuido. Pero les cuesta mucho aprender la lección, que, repito, es a costa nuestra. Y como les cuesta tanto se dedican más a subir impuestos que a recortar gastos. En los libros de pedagogía del siglo XIX se decía que a los imbéciles hay que repetirles muchas veces las cosas para que las aprendan. No digo yo que sean imbéciles nuestros políticos, pero sí algo duros de mollera.
Desde su posición de directores de la cosa pública estos señores vivieron el tiempo de burbuja económica y para ellos fue la ocasión de amontonar una enorme recaudacion de tributos debida justamente a la burbuja. Pero, en lugar de tomar ese dinero como lo que realmente era, como un regalo caído del cielo, debido a que procedía de un espectacular, pero falso, crecimiento económico, creyeron que el ciclo era indefinido y, llevados de su ceguera, construyeron sobre arena una mole administrativa que ahora tenemos todos que soportar con nuestro peculio, lo que equivale a pagarla dos veces, una ahora y otra con los impuestos de los años de vacas gordas.
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El ojo humano
La visión de un objeto comienza con alguna corriente de luz visible que atraviesa la córnea transparente, pasa después por la pupila, el diafragma del ojo, que puede abrirse o cerrarse mecánicamente por la acción de la propia luz, y, por último, atraviesa el cristalino, una estructura elástica capaz de abombarse o aplanarse, para caer finalmente sobre la retina, donde se hallan unos ciento cincuenta millones de células específicas capaces de reaccionar a los estímulos luminosos.
Publicado en Antropología, Filosofía teórica
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Los comunistas andaluces
El cinco de mayo, aniversario del nacimiento de Carlos Marx, supimos por la prensa escrita que en el gobierno socialdemócrata de la región andaluza habían entrado tres militantes del Partido Comunista Andaluz. Este hecho debería ser considerado como una grave infracción de la tradición y la doctrina comunistas.
Debe considerarse una desviación de la tradición comunista que por primera vez publicó en el órgano oficial Izvestia en 1929 su decisión de “luchar contra el ala izquierda de la socialdemocracia” porque “sostiene la política del socialfascismo”. Se pensaba entonces que los jefes social-fascistas y anarco-sindicalistas habían iniciado una guerra a muerte contra el comunismo internacional. El socialfascismo era para aquellos comunistas que habían asistido a la ruptura socialdemócrata de la II Internacional una organización que se hace eco de los intereses de la burguesía con el fin de frenar el impulso revolucionario del proletariado, inventando huelgas en España, pregonando movimientos revolucionarios fantásticos, ayudándose de la prensa burguesa, preparando la Gran Guerra, etc.
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Nicolás Maquiavelo
Nicolás Maquivelo nació el día tres de mayo de 1469 en Florencia. Se cumplen hoy 543 años. Sus ideas pueden insertarse en la corriente humanista que en aquellos momentos dominaba la filosofía en Italia. Se trataba de comprender lo humano desde una perspectiva mundana, como algo distinto de lo divino y de lo natural, como la esfera de un ser racional y finito que, pese a sus limitaciones, tiene en su mano la llave de su porvenir. Lo cual no era oposición a la interpretación religiosa propia de siglos anteriores, porque el renacentista no niega el más allá, tal vez porque no fue un tiempo de razón, sino de acción. No es el pensamiento moderno lo que nace con los siglos renacentistas, sino el hombre moderno. La filosofía que se habría de hacer cargo de este hecho vendría más tarde, somo siempre sucede.
El Renacimiento es ante todo sentido práctico desbordado a todo lo que hacen los hombres. Por eso se reactivó la ética como ideal de construcción de la propia personalidad, la política como reglas de construcción del Estado, la economía como instrumento de administración de la casa, etc. Es tiempo de artistas, conquistadores, exploradores y hacedores de Estados a ambos lados del Atlántico. Entonces fue más importante hacer cosas que comprenderlas.
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Sobre el arrepentimiento
La buena disposición que alguien mantiene con los amigos parece derivar ante todo de la que tiene consigo mismo. Quien desea que los amigos sigan viviendo y siendo como son es porque está conforme con su propia manera de ser y, como le parece buena y nadie quiere lo malo, quiere seguir viviendo y siendo como es e incluso mejor si puede. Queriendo lo bueno para sí, lo quiere también para el amigo. Así parece que son las cosas en la amistad.
A un hombre que haya llegado a tener un carácter acomodado de esta manera nunca le pesa estar a solas y pasar mucho tiempo en su propia compañía, porque le produce placer recordar las cosas buenas que ha hecho y la malas que ha evitado, así como también esperar las que han de venir. Su mente le proporciona distracción más que suficiente, pues siempre le agradan y le molestan las mismas cosas y puede decirse que no tiene nada de que arrepentirse.
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