Llegamos al famoso libro de Rege et Regis Institutione, quemado en París por la mano del verdugo de orden del parlamento; preciso es confesar que esta corporación no se alarmó sin motivo; un país donde habían sido asesinados en pocos años dos reyes, debía naturalmente temblar a la lectura de algunos capítulos de dicha obra. Estremecimiento causan las páginas, donde resuelve la cuestión, de si es lícito matar al tirano; en la manera con que habla de Jacobo Clement, bien se echa de ver que no miraba en el asesino, aquel monstruo de que nos habla Carlos de Valois, cuando refiriéndonos que le habia encontrado al dirigirse al palacio del rey para ejecutar su formidable proyecto, dice que la naturaleza le habia hecho de tan mala catadura, que su rostro parecía mas bien de un demonio que de hombre. A los ojos de Mariana se presentaba como un héroe, que da la muerte y la recibe para libertar su patria. ¿Qué pensaremos de Mariana? La respuesta no es difícil; hay épocas de vértigo que trastornan las caberas; y aquella lo era. Por cierto que el autor no está solo en el negocio. Cuando se supo en París la nueva de la muerte del rey, madama de Montpensier, en coche con su madre madama de Nemours, andaba de calle en calle, gritando: «buena noticia, amigos mios, buena noticia; el tirano es muerto; ya no hay en Francia Enrique de Valois.» Nadie ignora lo que enseguida se practicó en París; el término fue digno del principio. Las simpatías de España estaban en contra de Enrique III; por consiguiente, nada extraño es que el espíritu del escritor se resintiese de la atmósfera que le rodeaba. No quiero decir por esto que sus doctrinas sean el fruto de un momento de arrebato; al contrario, basta leerla obra para advertir que sus máximas están ligadas con su teoría sobre el poder, y que las defiende con profunda convicción. Verdad es que al abordar de frente la terrible dificultad se exalta su ánimo, como si quisiera tomar aliento para salvarla; pero no es la exaltación lo que le sugiere las doctrinas, antes bien son estas lo que le enardece y exalta. Es lamentable por cierto que Mariana no haya tratado la cuestión con mas tino, y que haya sacado tan formidables consecuencias de sus principios sobre el poder; sin la doctrina del tiranicidio su libro fuera en verdad muy democrático; pero a lo menos no espantaría al lector con el siniestro reflejo de un puñal que hiere. En dicha obra se encuentran lecciones de que puedan aprovecharse los reyes y los demás gobernantes. Feliz el autor si no hubiese dado a su enseñanza una sanción tan terrible. Sigue leyendo
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