Archivo mensual: agosto 2011

Drogas y aborto

Drogas Se me pregunta si debe o no legalizarse la droga y respondo que antes de responder es preciso pararse a pensar sobre la libertad y sobre la ley. Sobre la libertad Un hombre libre decide por sí mismo lo … Sigue leyendo

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Deseducación española

En un seminario organizado por el MEC el año 2005 sobre la formación de los profesores de Bachillerato a propósito del sistema LOGSE, dijo lo siguiente la señora doña Pilar Benejam Argimbau, catedrática de Didáctica dela Universidad Autónoma de Barcelona:
«La reforma iniciada en la década de los años 80 y concretada en el 90 con la LOGSE (…) representó una respuesta a las nuevas exigencias democráticas y sociales de igualdad, integración, atención a la diversidad y preparación para el ejercicio de la ciudadanía. Tales iniciativas, acordes con una visión política socialista, también fueron vistas positivamente por el mundo del trabajo, dado que la economía reclamaba más formación para trabajadores y usuarios en un mundo tecnificado y en cambio acelerado. Esta ley vino arropada por una teoría educativa actualizada acerca de los procesos de enseñanza y aprendizaje, pero olvidó la formación inicial del profesorado que había de hacer posible todos esos cambios. Los estudios de magisterio dieron cabida a nuevas especialidades pero no renovaron sus planteamientos, mientras la formación inicial del profesorado de secundaria se abordó tarde y mal y no pasó de decreto. De manera inexplicable, gran parte de los profesores, los políticos y la sociedad en general siguió confiando en que para enseñar a nivel de secundaria lo realmente importante era una buena preparación académica.»
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La educación en España

No hace mucho tiempo que el Sr. Rodríguez Zapatero aseguró que España no necesita más reformas educativas y que solo falta impulsar un plan de convivencia escolar que lleve la disciplina y el respeto al profesorado. Este señor, que sigue siendo el secretario general de un partido que prácticamente ha destruído la enseñanza española, se ha apartado con esas palabras de la tradición que él mismo encarna y culmina por ahora, pues el mero hecho hecho de pronunciarlas bastaban hasta hace poco para tachar de franquista, reaccionario y cavernícola a quien lo hiciera. De hecho, las leyes de educación socialistas siempre han preferido hablar de normas de convivencia y no de disciplina, para lograr una enseñanza democrática, pero lo único que han conseguido ha sido la indisciplina y la desautorización y menosprecio de los profesores.
Pero no es justo atribuir toda la causa a las leyes ni al partido que encabeza el Sr. Rodríguez Zapatero. Toda ley se alimenta de una cierta opinión extendida entre la población y todo partido llega al poder solo si esa misma población lo vota en las urnas.
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Pueblo santo democrático

El problema de la educación de los electores en un sistema democrático es un problema grave. Una vez que la educación religiosa del pueblo ha entrado en decadencia, una vez que también ha decaído peligrosamente la moralidad de amplios sectores de la población y el nihilismo ha ocupado la conciencia de tanta gente, ahora que los mejores han abandonado la res publica, hay que preguntarse si es posible llenar el vacío de principios morales dejado sobre la educación, que, recuérdese, para los gobernados era religiosa y para los gobernantes liberal, es decir, extraída de las materias liberales.
En este punto se ha dado un viraje de 180 grados. Después del entreacto ilustrado, durante el cual se creyó que la educación de los mejores podía trasladarse a los peores por medio de instituciones educativas encargadas de transmitirla de arriba abajo -etapa del despotismo ilustrado-, se pasó a pensar que los no educados tenían sobre los educados la ventaja de la naturaleza, que se muestra a ellos sin las sofisticaciones y engaños de los libros. De pensar que el pueblo debe ser virtuoso para sostener la democracia se pasó a pensar que ya lo es y que la democracia es el único medio político en que puede moverse, como el pez en el agua. El pueblo es desde entonces sumamente bueno, recto e inteligente, incapaz de equivocarse, etc. El ens summus realis.
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Democracia de mercado

El estado de ánimo de la sociedad actual inclina a la mediocridad general. La masa de los electores vive hoy días de gloria gracias a una alianza entre sus deseos y la tecnología aplicada a la producción de bienes y servicios, una alianza que ha introducido en cada hogar el equivalente a cuatro o cinco esclavos en forma de máquinas. Los hombres libres de la Grecia Clásica son hoy mucho más numerosos. Tienen que seguir trabajando y en ello cifran su vida, pero son poseedores de mano de obra mecánica, lo que les ha liberado de muchas tareas enojosas.
La libertad para estos individuos consiste en seguir el impulso del momento, cosa que pueden hacer por lo general: el consumo absorbe las conciencias. Por eso priman los valores biológicos. Por eso estorban los niños y los ancianos y por eso, en fin, se promueven el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, la droga… Todo es seguir lo que se desea, lo cual exige un mercado repleto de bienes y unos bolsillos bien surtidos. La crisis actual es más dolorosa justamente porque retira muchos bienes del mercado y vacía muchos bolsillos.
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Francisco Pizarro

Es fama que los exploradores y conquistadores de América eran aves de rapiña, pero es una fama urdida en nuestro tiempo gris y no debe ser seguida. De todos ellos tal vez el extremeño Francisco Pizarro, precedido sin duda por el vasco Lope de Aguirre, sea quien haya llegado a mayores cotas de crueldad, traición y avaricia, según esa negra fama. Con todo, las noticias sobre sus gestas son en ocasiones oscuras y las interpretaciones sobre las mismas difieren mucho entre sí.
Algo queda de cierto, pese a todo: que contribuyó como pocos a la extensión de la civilización. Si una civilización es una sociedad estatal y si ésta es una agrupación de hombres regidos por el derecho y no por las normas parentales de las tribus, entonces la empresa de Pizarro fue una empresa civilizadora como pocas.
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Irresponsabilidad política

Defender la igualdad de los hombres es poner a los esclavos a la altura de sus señores, a los desiguales al nivel de los iguales. La persecución de este objetivo adquirió un gran impulso histórico, primero en la religión cristiana, luego en la actividad política, que en esto fue su heredera. En la actividad política tiene especial relieve desde hace unos doscientos años en dos asuntos estrechamente ligados entre sí: la instrucción pública y la elección de gobernantes.Respecto a lo segundo, se ha establecido hoy que si la igualdad ha de ser real cada hombre tiene que valer un voto y el voto no debe restringirse por razones de pobreza, raza, sexo, religión, etc. El conjunto de los votantes se erige entonces en pueblo soberano, pero sin responsabilidad alguna. La responsabilidad de los electores, en efecto, no puede concretarse en las leyes. ¿Podrían acaso ponerse multas o penas de cárcel a todos los individuos de una nación? Sin embargo, es algo esencial: si el pueblo está compuesto por la clase de los inferiores en carácter, conocimiento, gusto e inclinaciones, o simplemente, si es corrupto, no elegirá a los mejores, a los que tienen más sabiduría y prudencia para gestionar la cosa pública y él será entonces el principal culpable de los males que puedan acaecerle, pero no tendrá que sufrir castigo por haberlo hecho. Sufrirá, sí, las consecuencias de su mala elección, pero nada impedirá que vuelva a repetirla.Si el censo electoral no responde de lo que hace y tampoco los representantes elegidos entonces nadie obra con responsabilidad y peligra la estabilidad del conjunto. Este es un problema derivado de la introducción de la igualdad en política.Algunos clásicos de la democracia, como Locke, confiaron en la educación religiosa del pueblo. Tal educación debería convencer a los electores de que son responsables ante Dios de las graves decisiones que tienen que tomar al elegir a los gobernantes. Parece evidente que en este asunto no cabe confiar en una educación filosófica racional basada en principios morales dirigida a la masa de los electores. La racionalidad filosófico-moral no tiene fuerza suficiente, por mucho que se presente como asignatura de ética, de educación para la ciudadanía, etc., para enderezar la conducta de la gente. Nada es en este terreno comparable a una buena religión política.La educación filosófica racional sustentada en el derecho y entretejida de principios morales debería reservarse a los más selectos para que, una vez comprendidos rectamente los principios del gobierno, estuvieran capacitados para poner todo en orden.Esto, que ahora parece un ideal utópico, creyeron los fundadores europeos del sistema democrático. Sigue leyendo

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La idea de Dios-amor

De nuevo debe recordarse a Aristóteles y su noción del alma. El hombre, dice el filósofo, es un animal como otros. Por eso tiene alma sensible. Es también un vegetal. Por eso se alimenta, crece, etc. Como planta y como animal tiene el fin de producir seres iguales para que la especie permanezca. Pero hay una diferencia entre ambos: el animal tiene sensibilidad, y, habiendo por fuerza dolor y placer donde hay sensibilidad, forzoso es que haya también deseo, pues se quiere tener uno y evitar otro (De Anima 1, 2, 8–9.) Esto es la voluntad.
Luego en el hombre no hay solo sensibilidad para sentir y razón para discurrir. Hay también hay voluntad para querer, para creer y para ser libre. Lo cual, dicho sea de paso, tiene relación directa con la moralidad, pues un hombre es moralmente bueno cuando ajusta su voluntad a la ley moral. No es lo que hacemos lo que nos hace buenos, sino lo que queremos cuando hacemos algo.
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Sócrates y el caballo

Que una finalidad de la educación sea la libertad es decir algo muy general. Un griego antiguo podía pensar lo mismo, pero al ponerlo en práctica se alejaba mucho de nuestras ideas. El modelo de hombre libre que quiso alcanzar la educación en la Antigua Grecia, la paideia, tiene en verdad poco que ver con el nuestro.
Según aquel modelo es libre el que no se tiene que dedicar a un trabajo productivo y no sirve a nadie. Un hombre libre es lo contrario de un esclavo, que vive para otro y no se pertenece. Ser libre es ser rico, pero la administración de la riqueza propia no debe ocupar demasiado tiempo. Además, hay que vivir en la ciudad, no en el campo, pues es preciso cultivar la filosofía, la política y otras actividades propias de su rango. Estas cosas no se aprenden entre higueras y nogales. El hombre libre tiene, por último que gobernar a los inferiores o, como mucho, puede ser temporalmente gobernado por sus iguales, porque de otro modo su vida estaría a merced de otros menos dignos que él.
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Dios y Alá

La idea de Dios como razón empieza a perfilarse en Jenófanes, uno de los primeros en demoler el panteón griego, continuó en Platón, que pensó acertadamente que la existencia del dios único no podía revelarse a las gentes so pena de destruir los cimientos de la pólis, y culminó en Aristóteles.
Según esta idea, Dios no está por encima de la razón, pues él mismo es razón. En esto hay una neta diferencia con el islam, pese a los esfuerzos de algunos filósofos, como Averrores (1126-1198), que fue condenado a prisión en Lucena y Marrakesh por causa de su sistema filosófico y teológico después de quemar sus libros en Córdoba. En el islam triunfó la idea que pone a Dios por encima del hombre, de su razón, su voluntad y su acción, por encima de todo.
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Dios

¿En qué piensa el Papa cuando habla de Dios? ¿Qué clase de ser es Dios?
El ateo dirá tal vez que no tiene por qué preguntarse una cosa semejante, pero está en un error. Justamente por ser ateo tiene que saber qué es lo que niega. Si yo digo que no existen los gamusinos es porque sé qué es un gamusino: un animal imaginario que se utiliza en muchos pueblos de España para gastar bromas a niños y cazadores novatos. El ateo tendría que ser el primero en saber qué es lo que él dice que no existe, pues en caso contrario estaría corriendo el riesgo de no negar nada.
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El alma

La expresión «alma humana» que utiliza el Papa suena a algo arcaico y en desuso. Pero cuando se entiende que el alma es, entre otras cosas, sentir y pensar, se ve que lo de menos son los vocablos. Sentir es lo que hacemos al tocar, oler, gustar o ver y pensar lo que hacemos al discurrir sobre la cuenta del supermercado o sobre el tiempo que habré de tardar en leer esta entrada.
Una diferencia entre ambas actividades es que cuando se está en la primera no hay seguridad completa de estar todos  en lo mismo. Yo puedo ver las cosas borrosas, como en los cuadros impresionistas, porque soy miope, y otro ver las cosas claras porque no lo es. Al razonar, por el contrario, es fácil que todos estén en lo mismo. Sea un teorema sencillo de geometría, el que dice que por un punto cualquiera de una recta solo puede trazarse una perpendicular a dicha recta. Se demuestra definiendo la perpendicular como la línea recta que deja dos ángulos de noventa grados, uno a cada lado de sí misma, sobre otra línea, y haciendo ver que si se traza un línea oblicua, que deja, por ejemplo, ciento setenta grados a un lado y diez a otro, y se la va levantando hasta el extremo opuesto, se comprobará que solo hay una posición en que deje un ángulo recto a cada lado, que es lo que quería demostrarse.
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Manuel II Paleólogo

Manuel II Paleólogo fue un monarca desgraciado. Hombre de una gran inteligencia y belleza hierática propia de los cuadros bizantinos, comprendía a la perfección el momento que la divinidad le había asignado. Autoridad espiritual del cristianismo de Oriente, vivía recluido en su palacio de Constantinopla, la segunda Roma, fundada por Constantino mil años antes. La ciudad estaba asediada por los turcos selyúcidas. Él sabía que no había salvación para su reino y su civilización. Viendo acercarse el final viajó a la primera Roma en demanda de auxilio de sus hermanos de religión. Su séquito llevaba obras de Homero, Píndaro, Sófocles, Aristófanes, Herodoto y Tucídices, imprescindibles para que comenzara el Renacimiento en Italia. También fue a París y Londres.
No recibió ayuda militar. Constantinopla cayó en 1453, fecha fatídica que da comienzo, según algunos, a la Edad Moderna. El turco pudo penetrar a partir de entonces en los Balcanes y llegar hasta Hungría, no antes de anexionarse Estiria y Carintia, de constituir en vasallaje a Moldavia, de ganar una batalla naval a los venecianos en 1499, de tomar en 1521 la plaza de Belgrado, etc. La civilización bizantina fue barrida y un Estado musulmán se alzó ante Europa en sustitución del califato español. Para los cristianos del momento fue como la Unión Soviética durante la guerra fría del siglo XX.
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Kurosawa

Una película japonesa, de nombre “Ikiru” –“Vivir”-, de Akira Kurosawa, cuenta cómo un funcionario municipal, que ha visto pasar sus días entre papeles sin vida, descubre que tiene un cáncer agazapado en el estómago y que solo le concede seis meses. Decide aprovechar esa breve tregua y se dirige a un lugar y otro para hallar en qué. No encuentra nada digno. Luego de pensar en cómo ha consumido su tiempo concluye que lo mejor es trabajar en lo de siempre, pero con auténtica dedicación. Gracias a ello logra que se construya un parque en un barrio cuyos vecinos habían desistido ya de intentarlo ante su propia mesa de oficina.
Así pasa ahora. La enfermedad está por doquier. Es una epidemia: la degradación moral, intelectual y estética que se ha extendido por todas partes por causa de esta papilla democrática que consume la mayoría de la población. ¿No será posible ayudar en la construcción de algún parque vecinal donde corra el aire fresco y los niños nos regalen con sus risas? Sí, creo que sí. Por eso creo conveniente escribir en esta pizarra que me regala Internet, por si contribuyo en algo. Sigue leyendo

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Libertad es voluntad fuerte

Que el fruto maduro de una buena educación es formar hombres bien educados parecerá una redundancia, pero no lo es. Solo es preciso preguntarse en qué consiste un hombre bien educado. Yo respondo por mi parte que es un hombre libre. Y, como hay varias especies de libertad –política, económica, física, moral, etc.-, es forzoso decir a cuál de ellas pertenece el hombre bien educado.
No hay que buscar soluciones muy alejadas de lo que piensa la gente corriente. Un hombre libre es el que hace lo que quiere hacer. Libertad es hacer lo que se quiere. Eso piensa todo el mundo y piensa bien.
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Educación y libertad

Un alcohólico dice que ha decidido dejar la bebida, pero en la primera ocasión vuelve a ella. ¿Lo hace contra su voluntad? ¿Habrá que aceptar que quería de verdad dejar de beber? Otro alcohólico decide lo mismo, pero lo hace. Los dos hacen lo que quieren, uno seguir en su estado, otro salir de él. Los dos son libres, aunque se trata de dos casos distintos, incluso contrarios. El segundo ha pensado lo que es bueno y conveniente y ha actuado en consecuencia. El primero no. Una libertad es superior a la otra. Es más libertad. ´
Digo esto porque pienso que el fin de la educación es la libertad y porque ésta puede entenderse en un sentido débil y entonces significa, sí, hacer lo que se quiere, que no es otra cosa que seguir el deseo del momento, el que exige satisfacción inmediata, como el alimento, la protección frente al frío, la cólera, el sexo, etc. Es la libertad del primer caso.
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La escalera y el mochuelo

Sigo hablando de la escritura. Mencionaba en la anterior entrega la intrincada senda recorrida por las letras escritas. Es la senda que ha seguido la filosofía académica, un cuerpo sustantivo de conocimientos y problemas plasmado desde Platón en los signos del alfabeto. El soporte de esos signos ha cambiado, pero todo lo demás, previsto minuciosamente por el griego, permanece. Y si, como creía Hegel, la filosofía es la suprema expresión de la razón en este mundo, entonces ésta no ha podido ser ajena a los avatares de la fabricación de pergaminos, de la invención de la linotipia, de las tecnologías de la imagen… Ni siquiera ha debido ser ajena, por lo mismo, a los unos y ceros en que se expresan las ideas gracias a la tecnología que posibilita la existencia de este blog. Alguna brizna de razón habrá de llegarle. Rogaré al dios de Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, etc., que así sea.

Escalera del Monasterio de Uclés


Con ese fin se ha abierto esta publicación. Su discreto nombre, “La escalera”, no pretende otra cosa que aludir al ascenso desde lo particular a lo general y al descenso en sentido contrario. Ambos ha de practicarlos quien quiera saber filosofía. Me atengo a la definición del Diccionario de la Real Academia Española: “serie de escalones que sirven para subir a los pisos de un edificio o a un plano más elevado, o para bajar de ellos”. A eso aspiro, a subir a un plano superior cuando sea preciso mostrar alguna explicación general y a descender a otro inferior cuando haya que prestar atención a los hechos.Por ese motivo he elegido también el mochuelo común para encabezar esta publicación. Es un ave nocturna de ascendencia hispánica, el humilde mochuelo de Palas Atenea, llamada Minerva por los latinos, de la diosa de la filosofía, que lo eligió como símbolo de su persona: Desechada la corneja de la compañía de Minerva recibió la lechuza o mochuelo, porque esta ave ve de noche, y al sabio, entendido por Minerva, ninguna cosa se le debe esconder por encubierta que parezca”, decía Juan Pérez de Moya en 1585 (Cf. http://www.lechuza.org/zoo/buhono.htm) Sigue leyendo

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Tecnología del intelecto

Así se ha llamado con razón a la escritura, uno de los tres o cuatro inventos más grandes de la humanidad. En ella confluyen lo material y lo mental y se hacen indistintos. Tanto es así que ahora no es posible distinguir los mejores adelantos en ciencia y filosofía si no están grabados, negro sobre blanco, en un papel… Pero el papel es el penúltimo soporte de cuantos han existido.
Primero fueron las largas tiras de pergamino, procedente de la piel del cabrito o la ternera. No menos de diez animales había que sacrificar para la edición de un solo ejemplar de La República. De ese material se hicieron los rollos, o volúmenes -de volvo, envolver-, que llenaron los estantes de la Biblioteca de Alejandría. Luego fueron los códices, hojas rectangulares de la misma piel cosidas por uno de sus lados, que fueron inventados por los cristianos de Egipto con el fin de disponer en un solo cuerpo de varios libros de las Sagradas Escrituras. Más tarde, en el siglo VIII, en el transcurso de una batalla librada en Samarcanda, los árabes consiguieron capturar a dos chinos fabricantes de papel, un invento que había permanecido secreto durante cerca de 700 años.
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La escritura

Aunque el mito de Platón abomina de la escritura, como he contado en el artículo de ayer, su autor dedicó largas jornadas de su vida al prolijo deber del escritor. La verdad no improbable de sus palabras no le impidió ser el primer filósofo en lengua escrita de la Historia. Hubo ciertamente otros, como Anaximandro o Parménides, que también escribieron, pero, aparte de que sus obras apenas existen para nosotros, o no existen en el mismo grado que las de Platón, de ninguno de ellos puede decirse que descubriera y explorara como él el territorio propio de la filosofía, las Ideas. Le precedieron en el tiempo, pero no en la Historia, que, como es sabido, es siempre una invención más o menos acertada y congruente, una reconstrucción del pasado al hilo del criterio presente. Cada nuevo movimiento la reconstruye de nuevo y aunque al hombre no le es dado crear deliberadamente las consecuencias de su acción, sí puede crear sus antecedentes en su memoria.
Quiere esto decir que el historiador no penetra en una época, como si ésta fuera algo existente de antemano que sólo esperara ser examinado, sino que más bien la reconstruye. La mirada hacia atrás es de quien mira, no de quien es mirado. Y en esa mirada nuestra Platón ocupa ahora la primera posición justamente porque escribió. Aunque el arte de la escritura no fue una condición suficiente, sí fue una condición necesaria, para ocupar ese puesto. Si hubiera sido de otro modo, si Platón no hubiera escrito sus diálogos, el recuerdo de su nombre apenas destacaría sobre el de aquellos otros a quienes atribuimos en el presente unas cuantas tesis más o menos imprecisas y escasamente desarrolladas, como Sócrates, Anaxágoras, Demócrito…
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Dos mitos

La tecnología no es solo acción. Es también pensamiento, pensamiento extendido por todas las vetas de los grupos humanos. La tecnología se introduce en la práctica de las sociedades, pero forma parte a la vez de la serie de figuraciones con que los hombres interpretan, justifican, rechazan, aceptan, viven… el mundo y a sí mismos. No es infrecuente que las figuraciones tecnológicas, que desde el Neolítico han contado siempre con un lugar prominente en el vasto universo de los símbolos, representen en él el mal que ha de venir, la infracción del orden natural, un desorden que no puede quedar impune. Así lo atestiguan algunas noticias sobre los pueblos primitivos, que cuentan el temor suscitado en el aborigen de la Edad de la Piedra por el dominio del fuego (V. Heusch, Pourquoi l’épouser? et autres essais, Gallimard, Paris, 1971). Y lo atestiguan también algunos mitos importantes, como el de Prometeo, expresión simbólica de una usurpación del poder de los dioses y del castigo implacable de la Moira, que acecha en lo oscuro. Éste es el mejor mito neolítico que ha llegado hasta nosotros, un prototipo de alusión a la ruptura de un orden anterior a la iniciación del camino de la Historia. Por la fuerza de los símbolos que encarna y por representar en un relato insuperable el ambiguo sentimiento de temor y admiración por la tecnología que nos embarga, es también un mito de nuestro tiempo. El Neolítico en nosotros.
No es el único mito viejo y nuevo. La presentación de sentimientos y temores que se halla en él es más minuciosa en otro mito que también se ha encargado Platón de conservar para nosotros. Se trata de un pasaje no carente de ironía y paradoja de un filósofo racionalista hacedor de mitos. Según «una tradición que viene de los antiguos», dice en el Fedro (274 b – 277 c), Theuth presentó un día al dios Ammón sus siete inventos: «el número, el cálculo, la geometría, la astronomía, los juegos de damas y dados y las letras». Los juegos de damas y dados no merecen juicio alguno por parte de Platón, pero de los cuatro primeros descubrimientos sabemos por otros escritos que acaso habrían bastado para que considerase a su autor uno de los dioses más grandes del panteón egipcio, superior con mucho a Prometeo en el olímpico, porque éste se limitó a enseñar a los hombres el arte del herrero, un trabajo propio de artesanos e indigno de ser comparado al estudio de los números o de los movimientos de los astros en el cielo.
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La esencia de lo político

Ya se presente como Estado de Derecho, Estado de Cultura, de Bienestar o con cualquier otro rótulo con el que se pretenda ocultar su verdadero ser, lo cierto es que el poder político solo existe para triturar y asimilar las estructuras sociales que se oponen a su expansión. Vive en permanente agresión contra la sociedad de la que emana y de la que se nutre. En el extremo puede incluso destruirla, como el escorpión de la fábula: “es que está en mi naturaleza”, dijo clavando su aguijón en la cabeza de la tortuga que le trasladaba a la otra orilla del río, a pesar de que antes había tratado de convencerla, con razón, de que un acto así sería letal para él mismo tanto como para ella.
Está en la naturaleza del poder establecer alianzas con los estratos más bajos de la sociedad y alimentar sus inclinaciones e impulsos más bajos con el fin de lograr la ruina de toda autoridad moral, religiosa o intelectual que pueda hacerle frente. “Hay que cortar las espigas más altas”, dijo a Periandro de Mileto el viejo tirano de Corinto.
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Necesidad de pensar

Pensar, oponer ideas a ideas, es algo inevitable, aunque para muchos no lo sea. En ciertos asuntos no será un medio, sino un fin. Así ha sido para los que merecen el nombre de filósofos, cuyos pensamientos son ahora la historia de la filosofía y también el fondo sobre el que siguen discurriendo algunos otros. Ahora bien, pensar es un arte que nadie tiene por su nacimiento, sea éste cual sea. No hay aquí tampoco caminos reales, dispuestos para que algunos privilegidos transiten por ellos sin esfuerzo. Además, el armazón de la mente del que hace filosofía es el que contruyeron otros hombres que han desaparecido en su mayoría hace muchos años. Con ellos se han esfumado también las costumbres, instituciones, sistemas políticos y creencias del pasado, pero lo que ellos idearon para entender su entorno permanece sigue vivo todavía y tiene todo el aspecto de ser indestructible.
Las ideas resisten más que las piedras. El pasado no es cosa pasada, pues nosotros mismos somos pasado. Los conceptos que creemos más nuestros son heredados. Pasa lo mismo con las inclinaciones y sentimientos, pero no hablamos ahora de esto. Podemos creer muchas veces ser su origen y es porque de ellos hemos hecho vida y personalidad sin darnos cuenta. Luego, si nuestro intelecto procede del pasado, éste es más real que el futuro e incluso que el presente. Lo mismo cabe decir, vuelvo a repetir, de nuestra emotividad, porque los sentimientos no proceden directamente de nosotros, sino del filtro que en un momento histórico concreto proporciona la relación de la biología de cada individuo con su entorno humano, natural y artificial. Pese a lo que parezca a quien lo siente, un sentimiento nunca es causa, sino siempre efecto. Pero ya he advertido que no es de los sentimientos de lo que quería hablar aquí, aunque no tengo más remedio que dedicarles alguna atención.
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