La expresión «alma humana» que utiliza el Papa suena a algo arcaico y en desuso. Pero cuando se entiende que el alma es, entre otras cosas, sentir y pensar, se ve que lo de menos son los vocablos. Sentir es lo que hacemos al tocar, oler, gustar o ver y pensar lo que hacemos al discurrir sobre la cuenta del supermercado o sobre el tiempo que habré de tardar en leer esta entrada.
Una diferencia entre ambas actividades es que cuando se está en la primera no hay seguridad completa de estar todos en lo mismo. Yo puedo ver las cosas borrosas, como en los cuadros impresionistas, porque soy miope, y otro ver las cosas claras porque no lo es. Al razonar, por el contrario, es fácil que todos estén en lo mismo. Sea un teorema sencillo de geometría, el que dice que por un punto cualquiera de una recta solo puede trazarse una perpendicular a dicha recta. Se demuestra definiendo la perpendicular como la línea recta que deja dos ángulos de noventa grados, uno a cada lado de sí misma, sobre otra línea, y haciendo ver que si se traza un línea oblicua, que deja, por ejemplo, ciento setenta grados a un lado y diez a otro, y se la va levantando hasta el extremo opuesto, se comprobará que solo hay una posición en que deje un ángulo recto a cada lado, que es lo que quería demostrarse.
¿Fácil, verdad? Quienes lo hayan seguido han pensado exactamente lo mismo. Lo que hayan sentido es cosa de cada uno y es incomunicable.
Razonar es algo subjetivo, pero al hacerlo y hacerlo bien todos entran en una razón común . Y si no entran es que no están pensando bien. Esto quiere decir que la razón es objetiva.
En Ratisbona, donde el Papa dio su lección, murió y fue enterrado Johannes Kepler en 1630. Hay quienes dicen que fue en Ulm. Las leyes de este gran astrónomo se utilizan todavía para enviar cohetes al espacio. Una de ellas, la tercera, que le costó veinte años de trabajo, dice así: “el cuadrado del periodo de la órbita de un planeta es proporcional al cubo de su distancia media al sol”. ¿Era esta enrevesada fórmula un fruto de la inventiva de Kepler, de su razón subjetiva, o es que los planetas ya giraban según esa medida y proporción desde la eternidad? Si fuera verdad lo primero, habría que admitir que se pusieron a seguir la fórmula cuando Kepler la pensó por vez primera, lo cual sería disparatado. Para no decir tonterías será mejor admitir que es verdad lo segundo, que los planetas ya venían cumpliendo con la razón matemática desde la eternidad y que Kepler lo descubrió en el siglo XVII. Su razón debió ser subjetiva, pero la razón del giro de los planetas es objetiva, sin duda alguna.
Los planetas, como los átomos y la realidad entera, siguen un orden eterno. Benedicto XVI habla en ocasiones del orden matemático del mundo. En su lección de Ratisbona afirma que el trabajo al que están entregados los profesores y los alumnos es el “todo de la única razón con sus diversas dimensiones, estando juntos también en la común responsabilidad del recto uso de la razón”. Parece evidente que el “todo de la única razón” es la razón objetiva, el orden universal del mundo, en tanto que el “recto uso de la razón” no puede referirse más que a la razón subjetiva, a cuyo buen uso estamos todos obligados.
Benedicto XVI es un racionalista a la antigua usanza. Como debe ser.