Analogía del ser

Algunas cosas son lo mismo en número. Si se pregunta quién es este hombre y se responde que Sócrates, entonces este hombre y Sócrates son la misma cosa. Otras son distintas en número, pero son lo mismo en especie. Si se dice que Sócrates es hombre y que Protágoras también lo es, está claro que convienen en ser de la misma especie y se distinguen en que uno es Sócrates y otro Protágoras. Otras difieren en la especie, pero convienen en el género y así se dice que Babieca es animal y Sócrates también, pero uno es caballo y otro hombre. Otras, por último, convienen solo en el ser, pero como el ser no es un género esa conveniencia tiene que ser análoga. Así sucede con la sustancia y el accidente, pues la primera es ser en sí y el segundo ser en otro.

Para comprender mejor esto último ha de saberse que hay tres maneras de decir algo de varias cosas:

  1. Unívocamente, si se dice algo de varios con el mismo nombre y la misma noción, como al decir que Sócrates es animal y Babieca también, pues de ambos se predica el animal en el mismo sentido, como sustancia animada sensible.
  2. Equívocamente, si se dice algo de varios con el mismo nombre y distinta noción, como al llamar osa a la hembra del oso y a una constelación de Zodiaco.
  3. Análogamente, si se dice algo de varios con el mismo nombre y diversas nociones, pero atribuidas a uno solo y significando en parte algo igual y en parte algo distinto, como al llamar sano al ejercicio físico, al color de un hombre y al hombre mismo, pues se dice del ejercicio como causa de la salud, del color como síntoma de la misma y del hombre como de su sujeto. Y por referencia a éste se aplica el predicado a los demás.

Hay veces en que las cosas análogas, ya lo sean porque convienen entre sí o porque son comparables, se refieren a un solo fin, como es el de la salud para el ejercicio físico, el buen color y el hombre. Otras veces sin embargo se refieren al agente, como sucede al dar el nombre de médico al que lo es por derecho propio y al que ejerce intrusismo profesional. Otras, por último, se refieren a un solo sujeto, que es lo que sucede al hablar de la sustancia y los accidentes llamándolos entes indistintamente, siendo así que no lo son en el mismo sentido.

En este último caso se llama ente a todo por referencia a la sustancia, que es el sujeto de los demás predicamentos. Ente es en primer lugar la sustancia y los demás solo en segundo. No siendo el ente un género para una y para los otros y no predicándose el género de sus especies secundaria y principalmente, hay que comprender que la sustancia y los accidentes no son lo mismo en cuanto al género, pero sí por analogía.

Hay que concluir de todo esto que las cosas

  1. que son numéricamente unas, como Rodrigo Díaz de Vivar y el Cid Campeador, son lo mismo en cuanto a su materia y su forma,
  2. que las que son diversas en número y unas en especie, no debe decirse que son unas en número, pero que sí son lo mismo en la especie, como Babieca y Sócrates, y
  3. que las que son idénticas en el género son también idénticas en sus principios, como lo son el alma y el cuerpo del asno y el caballo, diferentes solo en la especie.

Pero los principios de las cosas que son lo mismo analógicamente solo son los mismos por analogía o proporción. Esto es así porque la materia, la forma y la privación son principios de la sustancia, pero no son lo mismo en cuanto al género que los del accidente. Si convienen entre sí es solo en proporción, porque “así como se relaciona la materia de la substancia con la substancia en razón de la materia, así también se relaciona la materia de la cantidad con la cantidad. No obstante del modo como la substancia es causa de todas las otras cosas, sí los principios de la substancia son principios de todo lo demás”.

(V. Tomás de Aquino, De principiis naturae, cap. sexto)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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