En septiembre de 1.997 publiqué el siguiente comentario del libro de Huntington en una revista electrónica de filosofía, El búho. Como creo que tiene cierto interés, dada la situación presente, lo reproduzco de nuevo aquí por lo que pudiera valer y por si alguien se anima a hacer una lectura sosegada del mismo:
Lo mismo que la guerra civil española no fue meramente una pugna entre dos bandos por el poder, sino el principio de la confrontación entre el fascismo, la democracia liberal y el comunismo, así también la reciente guerra de los Balcanes ha sido una guerra entre la civilización ortodoxa, la católica y la musulmana. “Bosnia es nuestra España”, dice Huntington al respecto, citando a Bernard-Henry Levy (pág. 348). No obstante, algo fundamental las distingue: la guerra española habría sido entre ideologías que se pretendían universales, en tanto que la de la extinta Yugoslavia ha sido entre civilizaciones particularistas y excluyentes. Es que las aguas ideológicas ya no mueven molinos, y donde ellas habitaban antes ha vuelto a brotar ahora la turbulencia antigua de una corriente subterránea. A punto ya de extinguirse aquellas grandes ideologías identificadoras que hallaron primero su cenit en la Segunda Guerra Mundial y enfrentaron después a dos superpotencias, a la vez que, por la presión de éstas últimas, el resto de los Estados se alineó a uno u otro bando durante más de 40 años, las gentes vuelven a identificarse con entidades culturales cuya edad se mide en decenas de siglos. La contienda planetaria de la guerra fría era propiciada desde lo alto, la del nuevo orden mundial bulle desde lo profundo. Un enfrentamiento latente y único, que enfrentó a EEUU y la URSS, es reemplazado por una multiplicidad de conflictos que brotan aquí y allá, cada uno de los cuales gana en extensión lo que gana en intensidad, puesto que cuando el conflicto se recrudece cada uno de los contendientes busca y consigue apoyos y ayudas, lo que refuerza y ocasiona el establecimiento de líneas de parentesco entre civilizaciones.
Lo muestra la guerra de los Balcanes, cuyo preludio fue la declaración de independencia por Eslovenia y Croacia en 1991 y la consecuente petición de apoyo a las potencias occidentales, petición respondida casi inmediatamente por el gobierno alemán, presionado por la jerarquía católica alemana, el Franckfurter Algemeine Zeitung, la televisión y la iglesia católica de Baviera… Poco después asintieron también Austria, Italia, USA… El Papa colaboró definiendo a Croacia como “muralla de la cristiandad -occidental-”, pronunciamiento renovado en 1994, cuando visitó en Zagreb al viejo cardenal Alojzieje Septinac, asociado durante la Segunda Guerra Mundial al fascismo croata que persiguió criminalmente a judíos, gitanos y serbios.
Luego vinieron las armas: de Alemania, Polonia, Hungría, Panamá, Chile, Bolivia, España… (según parece, los envíos de ésta última se sextuplicaron durante ese período y probablemente fueron controladas por el Opus Dei). Llegaron también combatientes voluntarios, deseosos de luchar contra el comunismo serbio y el fundamentalismo islámico, y se silenciaron en Occidente las violaciones de derechos humanos y las limpiezas étnicas, como la practicada contra varios cientos de miles de habitantes de la Krajina, que fueron expulsados por el ejército croata a Bosnia y Serbia con el más que probable asentimiento, colaboración, planificación… de USA y Alemania, en flagrante desobediencia al mandato de la ONU.
Del lado serbio hicieron cuadrilla los países de religión cristiana ortodoxa. Rusos, rumanos y griegos alentaron la resistencia serbia contra el fascismo católico, el extremismo musulmán y el nuevo orden mundial impuesto por Occidente. Las sanciones económicas impuestas por la ONU no impidieron la existencia de un inmenso contrabando de combustible y otros bienes, tal que permitió a Serbia disfrutar de una situación casi normal. Algunas unidades rusas muy probablemente combatieron al lado de sus parientes de civilización, el gobierno rumano colaboró activamente en el contrabando, lo mismo que varias empresas italianas, griegas, albanesas… Rusia no perdió una sola ocasión de oponerse en la ONU a cada una de las medidas que se adoptaron contra Serbia, vetó en el Consejo de Seguridad una resolución que la condenaba por limpieza étnica, impidió que se procesara a Ratko Mladic por crímenes de guerra, le concedió asilo…
Pero el agavillamiento más amplio y efectivo fue el de los países musulmanes para defender a sus correligionarios de Bosnia. De fuentes públicas y privadas les llegaron apoyos, armas, dinero, combatientes… De Irán, Arabia Saudí, Marruecos, Malaisia, Argelia, Turquía, Túnez, Paquistán, Bangladesh… procedieron miles de hombres para el combate, miles de toneladas de armas, miles de millones de dólares, …
Esta guerra entre tres civilizaciones diferentes, con tres religiones diferentes, muestra la misma estructura que han seguido otras en los últimos años: Cachemira, Bosnia, Chechenia, Argelia, Oriente Próximo, Sudán, Sri-Lanka, Chiapas… Unos son los combatientes primarios, que se enfrentan en el campo de batalla, otros los implicados secundarios, parientes próximos de los anteriores, que les ayudan con armas, hombres, suministros, víveres…, pero procuran no formar parte directa del conflicto, por lo que, aparte de ayudar a los del nivel primario, procuran negociar para detener la lucha, y, por último, está el nivel de los implicados terciarios, más lejanos aún, pero con intereses en alguno de los bandos. La actitud de estos dos últimos grupos es necesariamente ambigua, pues su intervención suele ser imprescindible para iniciar la guerra y también para detenerla, lo que les acarrea acusaciones de traición por parte de los suyos, de intereses propios por parte de los contrarios…
Basta hacer memoria para recordar la estructura: en el nivel primario de la guerra de Yugoslavia “el gobierno croata y los croatas combatieron a los serbo-croatas en Croacia, y el gobierno bosnio combatió a los serbo-bosnios y croato-bosnios, que además luchaban entre sí, en Bosnia-Herzegovina. En el nivel secundario, el gobierno serbio promovía una “Gran Serbia” ayudando a los serbo-bosnios y serbo- croatas, y el gobierno croata aspiraba a una “Gran Croacia” y apoyaba a los croato-bosnios. En el nivel terciario, la enorme concentración por civilizaciones incluía: Alemania, Austria, el Vaticano, otros países y grupos católicos europeos y, más tarde, los Estados Unidos a favor de Croacia; Rusia, Grecia y otros países y grupos ortodoxos respaldando a los serbios; e Irán, Arabia Saudí, Turquía, Libia, la internacional islamista y los países islámicos en general a favor de los musulmanes bosnios”. Las respectivas diásporas, cuando las hay, siempre estarán dispuestas a ayudar a los suyos con todos los medios a su alcance.
De estos hechos y de la lectura que hace de ellos deduce Huntington que el mundo que se nos avecina estará regido por la lucha entre civilizaciones y que la pretendida universalización lograda desde Occidente, vista por muchos como la definitiva superación de todas las barreras que antes habían separado a los pueblos, es un espejismo. Occidente es una civilización más, dice. Ha tenido un éxito indiscutible sobre las demás desde el Renacimiento, pero en el momento presente podría hallarse en franca decadencia. Ha sido más proclive que el resto de las civilizaciones a la creación de ciencia, técnica e ideologías, pero no de religiones. La confrontación entre varias ideologías que habían nacido de su interior, particularmente la de las democracias liberales y el comunismo, fracturó el mundo en dos y propagó por todo él la guerra fría, pero ahora, concluido ya aquel conflicto, parece demostrarse que las otras civilizaciones son capaces de apropiarse de la técnica, la ciencia, el libre comercio e incluso de las formas democráticas occidentales de gobierno sin que todo ello sea óbice alguno para que de su interior broten las fuerzas civilizatorias -la lengua y la religión, sobre todo la religión, que ha adquirido un auge sorprendente a lo largo y ancho del planeta en estas postrimerías del siglo XX- que aguardaban su turno . Estos son factores que unen y separan. Unen a muchos hombres que necesitan un elemento de identidad y que, al sentirse unidos bajo su sombra, se sienten distintos y separados de muchos otros. De este modo vuelve a la palestra lo que nunca estuvo realmente ausente de: el fárrago de las civilizaciones china, japonesa, hindú, islámica, occidental, latinoamericana y africana, si bien estas dos últimas acabarán muy probablemente formando parte de Occidente. Y cada una de ellas dispone con más o menos certeza y asentimiento de algún Estado central: USA y el eje franco-alemán, China, Japón, India, Turquía (?)…
Si esta descripción es acertada, los conflictos que sobrevendrán a la humanidad serán cada vez más conflictos entre civilizaciones; y las alianzas establecidas por los contendientes seguirán las líneas establecidas por los parentescos entre civilizaciones… Esta es, en resumen, la línea que traza nuestro destino para el futuro próximo.
Como era de esperar, la tesis de Huntington han provocado una gran polémica mundial; una parte de dicha polémica ha sido la reunión de expertos de todo el mundo en la Universidad de Princeton, con la presencia del propio Huntington, para exponer sus críticas a estas ideas.
Por mi parte diré solamente que el nudo gordiano de esta cuestión está, según creo, en la verdad o falsedad de los tan traídos y llevados conceptos de globalización, universalización, mundialización… y otros, que significan la unión de todos los seres del planeta bajo un mismo sistema fundamental de ideas y fidelidades, o de sus contrarios, la particularización cultural, la fragmentación de la humanidad en unidades distintas e incluso contrarias… Algunos pensadores se muestran convencidos de que lo que se avecina es más bien un mosaico de variedades humanas que constituirá una sola unidad, que el modelo urbano occidental, la adopcion de un solo tipo de Estado, y la generalización de los medios de comunicación de masas, que difunden una sola manera de pensar, comportarse, imaginar, consumir… (¿será cierto que sienten y piensan lo mismo los 2.500 millones de personas que, según estimaciones de alguna prensa, habrán contemplado estos días los funerales de la princesa Diana?) contribuirán indefectiblemente a ello (V. Ignacio Ramonet, Civilisations en guerre ? Le Monde Diplomatique, Juin, 1995). El problema, pues, reside en la idea de cultura y de civilización: en dilucidar si se trata de ideas que arrastran con tanta fuerza a los hombres, en si es verdad o no que la identidad que éstos sienten como real les puede mover a enemistarse hasta tal punto con otros hombres. ¿Pueden las las culturas pueden convivir o son forzosamente contrarias entre sí? Es uno de los problemas de nuestro tiempo.
(Huntington, S. P., El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, trad.: J. P. Tosaus Abadía, Paidós, Barcelona, 1997, 425 páginas)