Una película japonesa, de nombre “Ikiru” –“Vivir”-, de Akira Kurosawa, cuenta cómo un funcionario municipal, que ha visto pasar sus días entre papeles sin vida, descubre que tiene un cáncer agazapado en el estómago y que solo le concede seis meses. Decide aprovechar esa breve tregua y se dirige a un lugar y otro para hallar en qué. No encuentra nada digno. Luego de pensar en cómo ha consumido su tiempo concluye que lo mejor es trabajar en lo de siempre, pero con auténtica dedicación. Gracias a ello logra que se construya un parque en un barrio cuyos vecinos habían desistido ya de intentarlo ante su propia mesa de oficina.
Así pasa ahora. La enfermedad está por doquier. Es una epidemia: la degradación moral, intelectual y estética que se ha extendido por todas partes por causa de esta papilla democrática que consume la mayoría de la población. ¿No será posible ayudar en la construcción de algún parque vecinal donde corra el aire fresco y los niños nos regalen con sus risas? Sí, creo que sí. Por eso creo conveniente escribir en esta pizarra que me regala Internet, por si contribuyo en algo.