Educación y libertad

Un alcohólico dice que ha decidido dejar la bebida, pero en la primera ocasión vuelve a ella. ¿Lo hace contra su voluntad? ¿Habrá que aceptar que quería de verdad dejar de beber? Otro alcohólico decide lo mismo, pero lo hace. Los dos hacen lo que quieren, uno seguir en su estado, otro salir de él. Los dos son libres, aunque se trata de dos casos distintos, incluso contrarios. El segundo ha pensado lo que es bueno y conveniente y ha actuado en consecuencia. El primero no. Una libertad es superior a la otra. Es más libertad. ´

Digo esto porque pienso que el fin de la educación es la libertad y porque ésta puede entenderse en un sentido débil y entonces significa, sí, hacer lo que se quiere, que no es otra cosa que seguir el deseo del momento, el que exige satisfacción inmediata, como el alimento, la protección frente al frío, la cólera, el sexo, etc. Es la libertad del primer caso.

El paraíso de esta clase de libertad es un supermercado repleto de bienes donde poder comprar alimentos, ropa, calzado, viajes, ordenadores, pero también mujeres, hombres, abortos, eutanasia, etc. Es la libertad del pudiente, para quien basta con pagar. Es la libertad económica que han puesto en funcionamiento las sociedades de mercado para un tipo de personas que solo creen tener derecho a satisfacer sus necesidades, sean éstas cuales sean. Se trata de una libertad necesaria y útil quizá para el mercado si se administra bien y no se le deja traspasar cierta raya moral, pero peligrosa para el sujeto que la ejerce.

La otra, que consiste en hacer lo que se debe porque eso es lo que se quiere después de haberlo deliberado correctamente, es superior. Esta es la libertad propia del hombre capaz de conocer lo que es bueno, bello y conveniente y capaz también de decidir por sí mismo ponerlo en práctica. Se trata de la libertad moral. Esta fortalece la voluntad, aquella la debilita.

Pensar correctamente lo que es bueno y conveniente y actuar en consecuencia, es decir, ser libre, es el fruto maduro de una buena educación. Por este motivo es una de las mejores adquisiciones que un hombre puede lograr, pues sirve para determinar por sí mismo qué es lo mejor y para trazar los planes necesarios para alcanzarlo. Por esto no debería educarse a los jóvenes para el juego y la diversión de hoy, pues a su edad el aprendizaje va necesariamente acompañado de esfuerzo sin recompensa, sino para el recreo en el saber y en el decidir de mañana, cuando sean hombres hechos y derechos (V. Aristóteles, Política,1339 a). La libertad de mañana es disciplina de hoy.

(Con esta entrega comienza una serie dedicada a la educación, porque el asunto lo merece y por si pudiera yo contribuir desde aquí aclarar un tanto las ideas.)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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