Muchos dirigentes se están convenciendo a costa de las exacciones de propiedad a que nos someten de que el problema de las finanzas públicas consiste más bien en que la Administración gasta demasiado y no en que sus ingresos han disminuido. Pero les cuesta mucho aprender la lección, que, repito, es a costa nuestra. Y como les cuesta tanto se dedican más a subir impuestos que a recortar gastos. En los libros de pedagogía del siglo XIX se decía que a los imbéciles hay que repetirles muchas veces las cosas para que las aprendan. No digo yo que sean imbéciles nuestros políticos, pero sí algo duros de mollera.
Desde su posición de directores de la cosa pública estos señores vivieron el tiempo de burbuja económica y para ellos fue la ocasión de amontonar una enorme recaudacion de tributos debida justamente a la burbuja. Pero, en lugar de tomar ese dinero como lo que realmente era, como un regalo caído del cielo, debido a que procedía de un espectacular, pero falso, crecimiento económico, creyeron que el ciclo era indefinido y, llevados de su ceguera, construyeron sobre arena una mole administrativa que ahora tenemos todos que soportar con nuestro peculio, lo que equivale a pagarla dos veces, una ahora y otra con los impuestos de los años de vacas gordas.
Aumentaron los ingresos y ellos no supieron hacer otra cosa que incrementar los gastos casi en la misma proporción. El problema ahora es que los ingresos se han detenido y los gastos no. Es como si el año pasado me hubiera tocado un millón de euros en la lotería y yo hubiera ajustado mis gastos a un ingreso anual de un millón de euros, como si fuera un sueldo fijo.
Un individuo que se comportara así sería un necio y un imprudente. ¿Quién le creería si dijera, una vez que se hubiera arruinado por sus malas decisiones, que su problema es que no tiene ingresos suficientes? ¿Y habrá que creer, sin embargo, al Ayuntamiento de Jerez o a la Junta de Andalucía o hasta al Gobierno de España cuando dicen eso mismo?
Es verdad que la mayoría de la población ha sido causante de la crisis inmobiliaria. También que los bancos contribuyeron a lo mismo en una medida importante. Pero no quieran convencernos ahora nuestros jefes políticos de algo que es falso. Para gobernar la sociedad hay que tener prudencia, que es la virtud política por excelencia y permite al que la posee ver más allá que el resto de los mortales. Deberían haber visto lo que no vieron las familias y los bancos y haber inducido en todos la precaución, pues con sus ministerios, órganos de supervisión, Banco de España, capacidad legislativa, etc., tenían la posibilidad y la obligación de empuñar el timón y llevar el rumbo de la nave. Pero lo que ahora está sucediendo no permite atribuirles esa virtud, antes al contrario, se les debe acusar de imprudentes y necios. Y, desde luego, no se les debe creer, porque la razón de sus tribulaciones actuales es muy sencilla, por más que ellos se empeñen en no entenderla. El dispendio monumental de estos años obedeció a la necesidad de extender sus redes clientelares para sostenerse ellos mismos como partidos políticos. Una cifra lo prueba: entre el año 2001 y el 2007 España incrementó sus gastos un 60%, Alemania un 2%. Así se entiende que una esté sumida en una crisis profunda y otra no.
(Publicado en La piquera, de Cope-Jerez. Archivo sonoro: 16-05-12)