La admiración

 


Para indicar lo que impulsa a los hombres a la filosofía Aristóteles utiliza el mismo verbo (thaumádsein) que antes utilizó Platón para indicar las maravillas (thaúmata) que los figurantes portan sobre sus hombros tras el tabique que hay en la caverna. Según dice Aristóteles, quienes sienten admiración "ante los fenómenos sorprendentes más comunes" reconocen su ignorancia y sin ese reconocimiento no se puede aprender nada. Menos aún es posible aprender algo de la ciencia más digna de todas, la filosofía primera o metafísica.

 


 

Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos sorprendentes más 15 comunes; luego, avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y a las estrellas, y la generación del universo. Pero el que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia. (Por eso también el que ama los mitos es en cierto modo filósofo; pues el mito se compone de elementos maravillosos). De suerte que, 20 si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en vista del conocimiento, y no por alguna utilidad. Y así lo atestigua lo ocurrido. Pues esta disciplina comenzó a buscarse cuando ya existían casi todas las cosas necesarias y las relativas al descanso y al ornato de la vida. Es, pues, evidente 25 que no la buscamos por ninguna utilidad, sino que, así como llamamos hombre libre al que es para sí mismo y no para otro, así consideramos a ésta como la única ciencia libre, pues ésta sola es para sí misma. Por eso también si posesión podría con justicia ser considerada impropia del -5 – hombre. Pues la naturaleza humana es esclava en muchos aspectos; de suerte que, según 30 Simónides, «sólo un dios puede tener este privilegio», aunque es indigno a un varón buscar la ciencia a él proporcionada. Por consiguiente, si tuviera algún sentido lo que dicen los (983a) poetas, y la divinidad fuese por naturaleza envidiosa, aquí parece que se aplicaría principalmente, y serían desdichados todos los que en esto sobresalen, pero ni es posible que la divinidad sea envidiosa (sino que, según el refrán, mienten mucho los poetas), ni debemos pensar que otra ciencia sea más digna de aprecio 5 que ésta. Pues la más divina es también la más digna de aprecio. Y en dos sentidos es tal ella sola: pues será divina entre las ciencias la que tendría a Dios principalmente, y la que verse sobre lo divino. Y ésta sola reúne ambas condiciones; pues Dios les parece a todos ser una de las causas y cierto principio, y 10 tal ciencia puede tenerla o Dios solo o él principalmente.

Así, pues, todas las ciencias son más necesarias que ésta; pero mejor, ninguna. (Aristóteles, Metafísica)


 

Share

Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.