Making the World Safe for Criminals

Fukuyama ha publicado con este título un artículo en Persuasion (05/03/2025) donde advierte de que Estados Unidos corre el riesgo de sufrir un serio retroceso, alejándose del modelo de Estado moderno y volviendo a una forma de gobierno en la que el poder es algo que se hereda, se reparte entre amigos y se usa para el beneficio personal. Pero, según el autor, esto no es un problema derivado de la personalidad de Trump o de las circunstancias particulares de los Estados Unidos, sino un fenómeno que se repite una y otra vez en la historia.

Es un error, dice, llamar “fascista” a Trump. El fascismo es un régimen totalitario, basado en una ideología que lo justifica todo, desde la censura hasta el genocidio. Trump, en cambio, nunca ha demostrado tener una ideología real. No es un pensador ni un estratega político con una visión para transformar el mundo. Es más bien un hombre de negocios acostumbrado a hacer lo que le conviene en cada momento. Por eso, Fukuyama prefiere llamarlo autoritarismo patrimonialista.

¿Qué significa esto? Para explicarlo, mira hacia atrás en el tiempo. Antes de que existieran los Estados modernos, el poder no se basaba en instituciones, leyes o principios de igualdad. El gobernante era el dueño de todo, como si el país fuera su propiedad privada. Así funcionaban las monarquías absolutas, los imperios antiguos y los reinos feudales. Un rey podía regalar provincias enteras a sus hijos o vender privilegios al mejor postor. No existía la idea de que el poder debía servir al bien común.

Con el tiempo, pensadores como Thomas Hobbes y Jean Bodin ayudaron a cambiar esa mentalidad. Propusieron que el Estado debía ser algo separado de la persona del gobernante, una entidad que representara a toda la sociedad y que siguiera unas reglas claras. Fue un cambio revolucionario, que permitió la creación de sistemas políticos más estables y menos corruptos.

El problema es que este modelo de Estado moderno no es permanente ni garantizado. Fukuyama dice que la historia está llena de casos en los que, tras construir un Estado moderno, la sociedad ha vuelto a caer en el viejo sistema patrimonialista. Esto ha pasado en la China de la dinastía Tang, el Imperio Otomano, la Francia del Antiguo Régimen y muchos otros lugares. El patrón es siempre el mismo: un grupo de élites poderosas captura el poder y empieza a utilizarlo en su propio beneficio, desmantelando poco a poco las instituciones que garantizan la igualdad.

Y aquí es donde entra Estados Unidos. Fukuyama argumenta que el gobierno de Trump ha seguido este mismo camino. No es solo que haya tomado decisiones políticas cuestionables, sino que ha destruido deliberadamente los mecanismos que existen para frenar la corrupción y el abuso de poder. Algunas de las señales más preocupantes que menciona son:

  • El despido de inspectores generales encargados de supervisar la corrupción en el gobierno.
  • El uso del poder para beneficiar a sus aliados (como Elon Musk, quien ha recibido tratos favorables en decisiones económicas).
  • La venta de influencias: grandes empresarios como Mark Zuckerberg y Jeff Bezos han buscado el favor de Trump a través de regalos y donaciones: “Titanes tecnológicos como Mark Zuckerberg y Jeff Bezos llegaron a la toma de posesión de Trump con cientos de millones de dólares en regalos, con la esperanza de que el rey los favoreciera. A medida que Trump imponga aranceles a gran parte del mundo, habrá un flujo adicional de suplicantes que pedirán exenciones, que se verán facilitadas por pagos personales adicionales”.

Todo esto, según Fukuyama, no es un caso aislado, sino parte de un proceso global. En el pasado, las dictaduras justificaban sus abusos con ideologías fuertes, como el comunismo o el fascismo. Hoy, en cambio, el enemigo de la democracia no es una idea, sino unas oligarquías organizadas que hacen uso de la política para enriquecerse. No están interesados en imponer una visión del mundo, solo en acumular poder y dinero. “Los gobernantes de Venezuela o de las FARC de Colombia pueden haber comenzado siendo socialistas o marxistas, pero han degenerado en bandas criminales. Corea del Norte está muy involucrada en una serie de actividades delictivas, desde el contrabando de armas y el tráfico de drogas hasta la extorsión”.

Este es el gran peligro. Si el poder deja de estar regulado por instituciones y vuelve a ser algo personal, lo que nos espera no es solo un presidente problemático, sino un cambio estructural en la manera en que funciona el Estado.

En otras palabras, el problema de Trump no es solo Trump. El problema es que su forma de gobernar puede convertirse en la norma. Y si eso sucede, no estaremos simplemente ante un mal gobierno, sino ante algo mucho peor.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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