Ahora que sabemos cómo actúa el refuerzo positivo y por qué el negativo no da ningún resultado –dijo por fin-, podemos ser más premeditados y consecuentemente obtener más éxito al confeccionar nuestro esquema cultural. Podemos establecer una especie de control bajo el cual el controlado, aunque observe un código mucho más escrupulosamente que antes, bajo el antiguo sistema, sin embargo, se sienta libre. Los controlados hacen lo que quieren hacer, y no lo que se les obliga a hacer. Esta es la fuente del inmenso poder del refuerzo positivo. No hay coacción ni rebeldía. Mediante un cuidadoso esquema cultural, lo que controlamos no es la conducta final, sino la inclinación a comportarse de una forma determinada, etc., Los motivos, los deseos, los anhelos. Lo curioso es que, en este caso, el problema de la libertad nunca surge, etc., El problema de la libertad surge cuando hay coacción, ya sea física o psicológica. Pero la coacción es sólo una forma de control, y la ausencia de coacción no es libertad. Cuando uno se liente “libre” no es que se encuentre fuera de todo control sino que sobre él no se ejerce ningún reprensible control por la fuerza. (Skinner, B. F., Walden dos, Orbis, Barcelona, 1985, nº 94, pp. 291-292)