Cuenta el mito griego que Hera dormía desnuda, que el niño Hércules, hambriento, se acercó a ella a gatas, y con tanta fruición succionó la leche de sus pechos que, una vez harto y vuelto al sitio en donde solía jugar, la leche siguió manando y desparramándose por el cielo, originando un blanco surco visible en la noche: la Vía Láctea. El mito medieval, menos propenso a la lírica o la sensualidad, la transformó en el Camino de Santiago, que guía a los que peregrinan a Compostela. Y hoy, lejos ya definitivamente de aquellas imágenes de la religión, se ha transformado en lo que se dice ser verdaderamente, en un disco giratorio, algo más grueso en su centro, compuesto de unos 400.000 millones de estrellas y cuyo diámetro tiene 100.000 años–luz. El Sol es solamente una de esas de estrellas. Si vemos la Vía Láctea del color de la leche cuando miramos hacia afuera, es decir, hacia arriba, es porque miramos hacia el borde del disco, donde se acumulan muchos miles de millones de estrellas, pero las otras, las que vemos aisladas de esa nube blanquecina, también forman parte de ella, pero están más cerca y se nos antojan distintas.
Esta galaxia es la única que vemos a simple vista, pero no es la única que existe en este vasto universo. Los cálculos de la astronomía admiten que hay, como mínimo, otros 100.000 millones de galaxias más, separadas por unas distancias tales que una de las más cercanas, la de Andrómeda, está a dos millones de años–luz, de modo que los rayos que en la actualidad indican su posición a los radiotelescopios partieron de allí cuando el australopiteco estaba aprendiendo a fabricar herramientas. Podría incluso suceder que no exista ya y, en todo caso, lo cierto es que ya no está allí, pero no podemos averiguarlo, si para ello hemos de esperar otro período igual. Estamos confinados a un presente corto por las distancias. Y, por lo mismo, estamos obligados a sumergirnos exclusivamente en las profundidades de la Vía Láctea si pretendemos tener un conocimiento meramente probable de algún lugar en que haya aparecido la vida, porque los sondeos más veloces de que se puede hacer uso para este fin no pueden sobrepasar de ninguna manera la velocidad de la luz, que, según la teoría einsteniana de la relatividad restringida, es la velocidad máxima que puede alcanzar objeto alguno en este universo. Pero esta velocidad es desesperadamente lenta para las distancias que tendría que cubrir.Y antes aún es preciso que la ciencia tenga una sospecha fundada sobre la posibilidad de que exista, porque es contra toda razón buscar algo que no se espera encontrar. Puestos a ello, parece razonable suponer, en contra de quienes se las dan de positivistas a ultranza, que la existencia de seres vivos inteligentes capaces de haber desarrollado civilizaciones técnico–científicas como la nuestra, es bastante verosímil. Que solamente hayan sucedido tales eventos en un pequeño planeta de uno de los cientos de miles de millones de soles de una de las cientos de miles de millones de galaxias… es una remotísima posibilidad que vale la pena no tener en cuenta, o, dicho a la inversa, ha de admitirse que la posibilidad de que en algún lugar de esta galaxia se haya producido alguna vez, o esté existiendo en este mismo momento, una población de seres vivos inteligentes, que hayan desarrollado además conocimientos suficientes como para enviar señales radioeléctricas al espacio, es una posibilidad mayor que cero y, por tanto, a la ciencia le vale la pena tenerla en consideración.
El problema consiste ahora en saber qué debe hacerse para que esta mera probabilidad se convierta en certeza, pues hay muchos problemas que se cruzan en el camino. Sin embargo, hace más de 30 años que se rastrea el espacio en busca de indicios fiables, de lo cual puede ser una buena indicación lo siguiente, cuya referencia se me ha extraviado, por lo que pido disculpas al lector por esta imprecisión
Los extraterrestres
Ya que el número de estrellas del Universo es tan enorme, muchos científicos creen que algunas de ellas podrían tener planetas capaces de albergar vida, que en algunos casos podría haber dado lugar a la aparición de civilizaciones como la nuestra o incluso más desarrolladas. Parece probable que ello sea así; pero las distancias son tan enormes que quizá no podamos enterarnos nunca. De todos los modos, programas como el SETI intentan rastrear el espacio próximo a nosotros, dentro de nuestra galaxia, para ver si existe algún tipo de respuesta inteligente en el cosmos. Hasta ahora, los resultados han sido nulos.
1960 D.C.
¿Cómo enviarle un mensaje a alguien de otro mundo que no conoce tu idioma? Frank Drake, uno de los pioneros del programa SETI (búsqueda de inteligencia extraterrestre) intentó un experimento en 1960.
Creó un mensaje como si fuera de otra civilización, se lo dio a algunos colegas científicos y les pidió que lo tradujeran. Eran largas series de unos y ceros, bits binarios. Había 551 números en esas series, y ese número se sacó de multiplicar 19 por 29. Estos últimos son números primos, es decir divisibles sólo por uno o por ellos mismos.
Esta era la clave de Drake. Los científicos debían colocar estas series en 19 filas y 29 columnas, o bien en 29 filas y 19 columnas. Uno de estos dos ordenamientos no daba nada, pero el otro producía un dibujo.
Al colocar los bits en 29 filas de 19 elementos, se obtenía un pequeño dibujo que decía algo acerca de la civilización «alienígena». En la parte izquierda había una burda imagen del sistema solar de esa civilización, con un gran sol, cuatro pequeños planetas, cuatro grandes planetas, y finalmente otro pequeño planeta al final. Arriba a la derecha había imágenes de átomos de carbono y oxígeno, con sus seis y ocho electrones respectivamente, mostrando que tienen composiciones químicas similares a las nuestras. También había una figura que muestra que los alienígenas tienen dos brazos, dos piernas y una cabeza, como nosotros.
Toda esta información es tan difícil de comprender porque se utilizan pocos bits de información. Una verdadera civilización podría utilizar todos los bits que quisiera y producir imágenes con tanta calidad al menos como las de la televisión actual. Se necesitaría un grupo de científicos para traducir el mensaje de Drake, pero unas imágenes de alta calidad se pueden comprender sin necesidad de ayuda.
Lo más importante es que Drake demostró que nos podemos comunicar con otros seres utilizando imágenes, matemáticas, química y física. Algunos de sus colegas científicos descifraron sin problemas su mensaje.
El primero de los proyectos modernos de búsqueda de inteligencias extraterrestres obtuvo su nombre del Mago de Oz.
En 1960 el astrónomo Frank Drake dirigió su radiotelescopio hacia dos estrellas cercanas, Epsilon Eridani y Tau Ceti. Sintonizó el dial a la frecuencia del hidrógeno, 1420 megahertzios.
Estaba buscando señales de cualquier civilización que pudiera existir alrededor de esas estrellas. El nombre que puso al proyecto fue «Ozma», por la reina del imaginario mundo de Oz, que describió como «un lugar muy lejano, difícil de alcanzar y poblado de seres extraños».
La primera estrella que observó no mostró señales de vida civilizada. Pero al enfocar hacia la segunda obtuvo unas extrañas y potentes señales de radio aparentemente artificiales. Cuando desvió la antena, las señales desaparecieron. ¿Había detectado otra civilización?
Estudió concienzudamente el cielo durante días. Desgraciadamente, descubrió que lo que había detectado fue un accidente. Había sintonizado inesperadamente las señales de un experimento militar terrestre como si viniera del espacio.
La gente suele preguntarse por qué los científicos del SETI no buscan ovnis. La razón es que la mayoría de los científicos creen que los ovnis son, en realidad, fenómenos naturales mal identificados (aviones, globos, estrellas, planetas), o fraudes. No existe ningún informe sobre ovnis que haya sido aceptado por la comunidad científica.
Los científicos son escépticos. La ciencia está basada en poner en duda las hipótesis de alguien, poniéndolas a prueba con los experimentos. Se necesitan pruebas sólidas para que un científico acepte algo inusual. Por eso los investigadores del SETI buscan pruebas de otras civilizaciones en los astros. Si encontraran alguna, cualquier astrónomo podría comprobar su existencia. Sólo entonces se convencerían los científicos de la existencia de otras civilizaciones en el Universo.
Aunque Drake no descubrió señales de radio de otras civilizaciones, su experimento fue el primero de la moderna investigación SETI. Ha servido como modelo para la mayoría de los trabajos del SETI que le sucedieron.
Frank Drake, desarrolló una forma de estimar el número de civilizaciones que podía haber en nuestra galaxia. Se la conoce como la ecuación de Drake.
El radiotelescopio más grande del mundo se encuentra en Puerto Rico, en Arecibo. Tiene una antena parabólica gigante de 305 metros de diámetro. En 1967 los astrónomos pensaron que habían detectado una civilización extraterrestre.
El astrónomo británico Anthony Hewish, de la universidad de Cambridge, diseñó un radiotelescopio que detectaba señales de radio que cambiaban rápidamente. Esperaba encontrar fluctuaciones naturales de las señales de radio, provocadas por la interferencia del viento solar. Hasta entonces, los astrónomos que trabajaban con radiotelescopios normalmente estudiaban las señales en largos períodos de tiempo, filtrando automáticamente las señales que mostraban cambios rápidos.
Uno de los estudiantes de Hewish, Jocelyn Belí, descubrió con el radiotelescopio extraños pulsos, como latidos de corazón, procedentes de un punto del espacio. La primera posibilidad es que fuera algún tipo de ruido de nuestra propia civilización. Nadie nunca había detectado pulsos de radio regulares en el espacío, pero aquí abajo tenemos transmisores capaces de hacer mucho ruido. Así que estudiaron la señal durante meses, y encontraron tres puntos más como éste en el cielo, unas fuentes de ondas de radio que estaban quietas en el cielo con respecto a las demás estrellas. No podía, pues, tratarse de un satélite. Esto probaba que realmente eran fuentes galácticas, o más lejanas aún, y no señales de nuestra propia civilización.
Pero entonces, ¿qué producía estas señales? No se conocía nada en la naturaleza que pudiera producir pulsaciones de radio una vez por segundo.
Los astrónomos empezaron a preguntarse si podría ser otra civilización emitiendo hacia nosotros. Incluso le pusieron un mote a los cuatro objetos que habían encontrado, llamándoles «LGM» (Little Green Men, es decir, hombrecillos verdes). ¿Debían anunciar al mundo que se había establecido contacto con extraterrestres? Como buenos científicos decidieron obrar con cautela y estudiar las señales con más detenimiento.
Después de analizarlas durante meses, decidieron que se debía tratar de algún tipo de estrella pulsante. Entonces anunciaron su descubrimiento al mundo. Astrónomos de todo el mundo se pusieron a buscar afanosamente más objetos de este tipo, que se conocieron como «púlsares».
Por este descubrimiento, Anthony Hewísh recibió el Nobel de física. Algunos piensan que su estudiante graduada, Jocelyn Belí, debería haber compartido el premio con él porque es tradicional que se dé el premio Nobel a un grupo de trabajo. Hewísh había diseñado el radiotelescopio, y Belí lo había utilizado bajo su supervisión.
1974 D.C.
En noviembre de 1974, el radiotelescopio gigante de Arecibo transmitió una señal diseñada para ser comprendida por alguna civilización extraterrestre que pudiera recibirlo. El radiotelescopio es una antena parabólica gigante dedicada a la recepción de señales de radio transmitidas por la Madre Naturaleza, como las nubes de gases espaciales o los cuásares. Pero también dispone de un radar transmisor, con el cual puede transmitir señales de radio más allá de la alta atmósfera terrestre (ionosfera) y rebasar, incluso, la Luna y los planetas.
El radiotelescopio apuntaba hacia una constelación de estrellas llamada Gran Cúmulo de Hércules, número 13 del catálogo de Messier. Esta constelación globular contiene unas 300.000 estrellas. Los científicos e ingenieros de Arecibo diseñaron un mensaje que pudiera ser interpretado por otra civilización científicamente avanzada que pudiera haber por allí.
Enviaron una imagen compuesta por 1.679 ceros y unos. El número 1.679 se eligió porque era igual a 23 x 73. Los dos números, 23 y 73, se llaman números primos porque no son divisibles por ningún otro, exceptuando el uno y el propio número primo. Así, cualquier civilización que reciba esos 1.679 bits podrá imaginar que está diseñado para dividirse en 23 filas de 73 bits, o en 73 filas de 23 bits. Si escogen 23 filas no obtendrán nada parecido a una imagen (sólo verían un amasijo de puntos aleatoriamente espaciados). Pero al ordenarse en 73 filas de 23 bits (puntos), se obtiene una imagen (como un cómic representando algunos elementos de nuestra civilización).
1 Números binarios del 1 al 10
2 Compuestos químicos
3 Molécula de ADN
4 Silueta humana con la altura de una persona a la derecha y la población de la tierra a la izquierda
5 Sistema Solar. El sol a la derecha, y la tierra desplazada hacia arriba.
6 Radiotelescopio desde el que se ha emitido el mensaje.
1977 D.C.
En 1977, los científicos de la Universidad del Estado de Ohio registraron una de las señales más extrañas en la búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI) . Estaban utilizando un radiotelescopio para buscar señales que pudieran haber sido enviadas por civilizaciones alienígenas.
Repentinamente, llegó esta potente señal, mucho más fuerte que el ruido del espacio. El operador escribió «¡WOW!» en el registro y, desde entonces, se la denomina señal Wow.
Parecía claramente el tipo de señal que podría enviar cualquier otra civilización, pero nunca se ha repetido. Mientras que la señal no se repita, no podrá ser analizada (se necesita más de una observación para demostrar que realmente proviene del espacio).
Ocasionalmente, otros proyectos SETI han recibido señales similares en otros lugares del mundo, pero tampoco se han repetido. Mientras no se repita la señal, tenemos que asumir que solamente era un ruido poco usual, proveniente de nuestro propio planeta.
1981 – 1985 D.C.
En 1981 el programa SETI de la NASA fue cancelado temporalmente por considerarse un gasto inútil. Los científicos que quisieran seguir (como es el caso de Horowitz) con el programa tendrían que buscar dinero de organismos privados.
Nace por ello la Sociedad Planetaria, fundada por el astrónomo Carl Sagan y otros científicos. Esta sociedad depende de sus miembros privados para financiar sus programas, y acordó darle dinero a Horowitz para su sistema SETI.
Con ayuda de científicos de la NASA, Horowitz pudo construir un sistema llamado «Maleta SETI», y lo llevó al gran radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico). Allí probó el sistema apuntando a estrellas cercanas similares al Sol, y concluyó que su sistema funcionaba correctamente.
Cuando regresó a Harvard descubrió un radiotelescopio que iba a ser inutilizado, tenía una antena de 26 metros. Instaló allí permanentemente la «Maleta SETI», y lo llamó Proyecto Centinela.
La «Maleta SETI» podía observar 131.000 canales de radio. La antena permanecía fija durante 24 horas, de esta forma se podía rastrear una anchura de medio grado en la esfera celeste, al efectuar la Tierra una rotación completa.
La frecuencia preferida para buscar señales es la frecuencia del átomo de hidrógeno, 1.420 MHz (longitud de onda, 21 centímetros), el motivo es que el Universo está lleno de átomos de hidrógeno que emiten señales de radio con esta frecuencia y, por tanto, cualquier civilización con radioastronomía debería conocer estas señales.
En 1985 el número de canales diseñado (131.000 canales) por Horowitz paso a tener 8 millones de canales. Steven Spielberg (cineasta) donó el dinero suficiente para poder realizar dicha ampliación.
El nuevo sistema, que utilizaría la misma antena, pasó a llamarse Ensayo de Megacanal Extraterrestre (META).
Horowitz está trabajando en un sistema que tendrá 160 millones de canales, y que más adelante podría ampliarse a mil millones de canales.
Mientras tanto, científicos argentinos utilizan un duplicado de META conocido como META II, para rastrear el universo desde el hemisferio sur.
1992 D.C.
El 12 de Octubre, día en que se conmemora el 500 aniversario de la llegada de Colón al Nuevo Mundo, los científicos, con base en California y Puerto Rico, pusieron en marcha los exploradores electrónicos más avanzados, conectados a un radiotelescopio gigante. Oficialmente la NASA entraba en el combate. Esta acción marca el inicio de una década de duración y 10.000 millones de pesetas de presupuesto, llamado «MOP» (Proyecto para la Observación de Microondas).
La NASA vuelve al proyecto SETI, estará emplazado en California y Puerto Rico. Una antena de 34 metros de diámetro, en el Deep Space Network (DSN, Sistema de Espacio Profundo) de la NASA en Goldstone, en el sur de California, rastreará sistemáticamente el cielo.
En Arecibo, Puerto Rico, la gran antena de 305 metros de diámetro será utilizada durante un mes para buscar en algunas estrellas cercanas al Sol. Esta búsqueda orientada hacia objetivos bien definidos utiliza un equipo móvil que será transportado a otros observatorios por todo el mundo.
El problema más grave con el cuál se enfrentan los científicos son las interferencias (como ocurre en las líneas telefónicas) al intentar identificar señales de radio que podrían proceder de seres inteligentes de otra parte del Universo. Por causas naturales ya existe un gran problema de ruido en las emisiones de radio; y ello complica la búsqueda de inteligencia extraterrestre en el programa SETI. Pero nuestro actual mundo tecnológico plantea otro problema de saturación: tenemos cada vez más satélites.
La banda de radio usada en muchos intentos de SETI, entre los 1,40 y 1,43 gigahertzios, ha sido designada por acuerdo internacional como «Zona Silenciosa». Pero las estaciones de radio todavía emiten armónicos y señales indeseables en este rango de frecuencias. Los ordenadores del MOP han sido programados con sofisticados algoritmos que deben rechazar el 75% de las intrusiones.
Los satélites emiten señales muy potentes en las mismas frecuencias en que los científicos buscan señales débiles y lejanas. Si alguna civilización quisiera ponerse en contacto con la Tierra, las emisiones de los satélites podrían esconderla. Y aunque no anulen completamente los posibles mensajes de radio, las transmisiones de los satélites hacen mucho más difícil el poder determinar cuáles son significativos y cuáles no.
Las radio frecuencias entre 1 y 10 gigahertzios son consideradas para la comunidad interestelar como las mejores. Las frecuencias más bajas están contaminadas por el ruido galáctico, y las más altas son absorbidas, en su mayoría, por la atmósfera de la Tierra.
Se piensa en la posibilidad de que en el siglo XXI tengamos un sistema SETI en la cara oculta de la Luna para reducir las interferencias de nuestra propia civilización.
1994–95 D.C.
Paul Horowitz consigue ampliar su receptor para rastrear la nada despreciable cifra de 160 millones de canales de manera simultánea.
El enfoque oficial a partir de ahora del proyecto SETI será no concentrarse mucho en la búsqueda de inteligencia extraterrestre sino en encontrar evidencias, por radio, de planetas de tamaño similar a la Tierra y que estén girando en torno a otras estrellas.
Si continuamos sin escuchar nada por algunos decenios más, como último recurso nuestra civilización podría decidir tomar la ofensiva. Podríamos transmitir directamente rayos a las estrellas más cercanas.
Ayudas de ciudadanos normales.
La red Internet forma una potente máquina de cálculo, mucho mayor de lo que se puede imaginar hoy. Big Science se ha decidido a utilizar esta potencia para resolver importantes problemas científicos que requieran un gran tiempo de cálculo.
La mayoría de los usuarios de Internet se conecta a la red usando un modesto ordenador personal. Hemos de admitir que nuestro PC, por sí sólo, es incapaz de realizar un solo cálculo que rivalice con un supercomputador. Pero, ¿y si unimos más de un PC?, bastará con que los PC se repartan el trabajo. Cada vez que se añada un ordenador al grupo, el tiempo necesario para procesar una tarea disminuirá drásticamente.
Pues bien, el proyecto SETI@Home pretende usar miles de PC conectados a Internet para realizar los cálculos de búsqueda de patrones en busca de inteligencia extraterrestre.
Cada voluntario que se apunte a este ambicioso proyecto recibirá un programa para analizar los datos de los radiotelescopios. Este programa funcionará como un protector de pantalla, cada vez que el PC se encuentre inactivo, el programa de análisis de datos se pondrá a trabajar en el estudio de una paquete de datos (256 Kbytes) mostrando en pantalla un globo terráqueo en el que se muestran con puntos luminosos los centros de actividad del proyecto; cuando el usuario vuelva a utilizar el ordenador, los cálculos se paran. Los paquetes de datos se consiguen via Internet. Cada vez que el programa haya terminado con un paquete de datos, cuando conectemos a Internet, se conectará con el Servidor de Big Science para enviarle los resultados y recibir un nuevo paquete de datos.
Big Science mantendrá una lista de los voluntarios que más datos hayan procesado hasta el momento.
El éxito del proyecto depende, en gran medida, de la participación de los voluntarios.
Las parábolas del VLA (Very Large Array),en Socorro, Nuevo México, constituyen el mayor radiotelescopio independiente del mundo. Tiene 27 receptores sobre rieles dispuestos en forma de «Y». Cada brazo de la Y posee unos 20 Km de longitud. Esta estructura en forma de «Y» es hoy día utilizada para la búsqueda de inteligencia extraterrestre «acordaros de la película CONTACT».
PHOENIX
Es un esfuerzo para destapar civilizaciones extraterrestres mediante escuchas de señales de radio que o bien son enviadas deliberadamente hacia nosotros, o bien son transmitidas inadvertidamente de otro planeta. Phoenix es el sucesor del programa ambicioso de la NASA, SETI, que fue cancelado por la preocupación de presupuesto por el Congreso en 1993. Phoenix empezó las observaciones en Febrero de 1995 utilizando telescopio Parkes de 210 pies de radio en Nuevo Gales del Sur, Australia. Este es el telescopio con mayor radio en el Hemisferio Sur.
Phoenix no escanea el cielo completamente. En vez de ello, examina las vecindades cercanas, de estrellas parecidas al sol. Dichas estrellas suelen existir para iluminar planetas de larga vida capaces de albergar vida.
Hay aproximadamente un millar de estrellas seleccionadas para observación por el Proyecto Phoenix. Todas están dentro de los 200 años luz de distancia.
Ya que millones de canales de radio son monitorizadas simultáneamente por Phoenix, la mayoría de las «escuchas» son hechas por ordenador. No obstante, se requieren astrónomos para hacer decisiones criticas acerca de las señales que parecen intrigantes.
Phoenix busca señales entre 1,000 y 3,000 MHz. Las señales que están sólo en un punto en el dial de la radio (señales de banda estrecha) son la «firma» de una transmisión inteligente.
El espectro buscado por Phoenix se divide en canales muy estrechos de 1–Hz de ancho, así que significa que dos billones de canales son examinados por cada estrella señalada.
Las observaciones actualmente se realizan utilizando el telescopio de 140 pies de radio en Grenn Bank, Virginia del Oeste.
Para mediados de 1996, Phoenix se había examinado aproximadamente un tercio de las estrellas en su «lista de éxitos». Por ahora, no se han encontrado transmisiones extraterrestres. Pero el quejido apenas visible que traicionaría a una civilización alienígena debe ser oída mañana.
ARECIBO
El material de la antena es un metal reflector que concentra las ondas de radio igual que lo haría el espejo de un telescopio óptico con los rayos de luz. En lugar de observar con lentes o cámaras, el radiotelescopio utiliza un receptor de radio para recoger las señales.
Aunque existen muchos astros que emiten ondas de radio, el radiotelescopio puede detectar débiles señales de algún lejano púlsar, cuásar, nube de gas interestelar o galaxia. El Sol y Júpiter también emiten fuertes señales de radio. Muchos radiotelescopios pueden apuntar a cualquier parte del cielo, como una antena de radar. El de Arecibo, sin embargo, tiene un diseño único: debido a su gran tamaño, la antena está fija y es sostenida por torres.
Como la antena no se puede mover, para apuntar el radiotelescopio se utilizan pequeñas antenas móviles, suspendidas sobre la superficie del gran radiotelescopio. Las señales de radio del espacio rebotan en la superficie reflectora de la antena y son sintonizadas en las pequeñas antenas. Moviendo éstas, los astrónomos son capaces de recoger señales reflejadas en la antena procedentes de diferentes partes del cielo.
La antena tiene también un potente emisor que permite su utilización como radar. De hecho, fue inicialmente construida para estudiar la región más alta de la atmósfera, llamada ionosfera, en la que rebotan las señales de radio. Estas saldrían del emisor, rebotarían sobre la superficie de la antena, y después llegarían a la ionosfera (en la que hay electrones, arrancados de sus átomos por los rayos ultravioletas del Sol).
Algunas de las ondas de radio reflejadas por la ionosfera regresarían a la antena, donde serían detectadas. Midiendo el tiempo que tardan las ondas en regresar, podemos saber a qué altura está esa región de la atmósfera. La intensidad de esta señal rebotada nos dará la densidad de la ionosfera a esa altura.Pero el emisor puede enviar señales con frecuencias mayores capaces de atravesar sin problemas la ionosfera, y que pueden por tanto ser dirigidas a la Luna, Venus, Mercurio y otros astros del Sistema Solar.
Aunque las reflexiones sean extremadamente débiles, se pueden detectar con receptores muy sensibles. A veces se utiliza otro radiotelescopio con el de Arecibo. El Sistema de Espacío Profundo (DSN) de la NASA suele utilizar una de las antenas como emisor y la otra como receptor.
Una de las funciones más interesantes del radiotelescopio es la de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI). En el programa de Investigación de Microondas de Alta Resolución (HRMS), de la NASA, se utiliza ocasionalmente para buscar estas señales extraterrestres.
Además, la Universidad de California en Berkeley tiene un proyecto llamado SERENDIP III que se llevará a cabo en Arecibo. SERENDIP busca señales de radio extraterrestres procedentes de alguna civilización inteligente y desarrollada. Este proyecto, bajo la dirección del astrónomo Stuart Bowyer, se basa en el hecho de que los científicos ya utilizan los telescopios para observar astros interesantes.
SERENDIP entra en las señales de los astrónomos y sintoniza cuatro millones de canales buscando señales de otras civilizaciones. Trabaja con frecuencias de 424 a 436 megahertzios (millones de ciclos por segundo), que son muy parecidas a las utilizadas en la Tierra para la televisión, los teléfonos celulares y los radares. SERENDIP ha comenzado a funcionar en 1996
1960 D.C.
N=R.fs.fp.Ne.fl.fi.fc.L
La ecuación de Drake es una fascinante manera de analizar la incógnita de si estamos solos en el Universo. Pero hay demasiadas incógnitas. La única manera de estar seguros es buscar. Por eso algunos científicos confían en SETI. Si buscamos signos astronómicos de otra civilización, podríamos descubrir que tenemos vecinos en nuestra galaxia.
Lo que hizo fue descomponer el gran problema en varios pequeños. En la ecuación, N es el número de civilizaciones avanzadas que existen en nuestra Vía Láctea ahora mismo.
R es el coeficiente de velocidad de formación de las estrellas. Hay o ha habido unos 400.000 millones de estrellas en la galaxia, que han existido durante unos 10.000 millones de años. Por tanto, 400.000 millones de estrellas divididos por 10.000 millones de años nos da 40 estrellas por año. En otras palabras, es como si cada año naciesen 40 estrellas.
Fs es la fracción de estrellas similares al Sol. Las estrellas que son mucho mayores se consumen más rápidamente, y no darían tiempo suficiente a la vida para crearse. Afortunadamente, el Sol es un tipo de estrella muy común. Hay muchas estrellas en la galaxia que no son ni mucho más calientes ni mucho más frías que el Sol, justo el tamaño adecuado. Es por tanto razonable estimar este número como una décima parte del total.
Fp es la fracción de estas estrellas favorables que tienen planetas. No se sabe con certeza, pero existen algunas evidencias indirectas de que los planetas son un resultado natural de la formación de las estrellas. Parece ser que los restos de la formación de una estrella tienden a condensarse y formar planetas. Se puede esperar razonablemente que una décima parte de las estrellas favorables tengan planetas.
Ne es el número de planetas de estrellas favorables en los que podría existir vida. En nuestro propio Sistema Solar sólo conocemos un planeta que albergue vida, la Tierra. Aunque hay otros lugares donde, en teoría, podría existir o podría haber existido vida, como es el caso de Marte. Pero lo más razonable es estimar que en cada sistema hay un sólo planeta como la Tierra, donde la vida puede existir.
Fl es la fracción de esos planetas que, como la Tierra, albergan realmente vida. Aquí el problema es muy controvertido. Nadie sabe como de fácil es que aparezca la vida en un planeta con las condiciones favorables. Algunos científicos piensan que la Tierra es el único lugar que tiene vida. Otros piensan que en cuanto se tiene un planeta razonable, cerca de una estrella apropiada, automáticamente los elementos químicos dispersos en el Universo forman moléculas más y más complicadas, y después algunas de estas moléculas empezarán a reproducirse dando lugar a la aparición de la vida. Así que algunos dicen que esta fracción es 0, y otros que es prácticamente 1. Simplemente no lo sabemos.
Fi es la fracción de estos planetas que poseen vida inteligente. Esto es todavía menos predecible. No sabemos nada del modo en que la vida existente en un planeta podría llegar o no a ser inteligente. Quizá si nosotros los humanos no hubiéramos existido, nunca hubiera habido inteligencia en la Tierra. O también podría ocurrir que, de no existir la humanidad, otra especie (por ejemplo, los dinosaurios, en el pasado, o los chimpancés, en el futuro) hubiera desarrollado su inteligencia. De nuevo la respuesta puede ir de 0 a 1.
Fc es la fracción de estos planetas con vida inteligente capaz de comunicarse a través del espacio. Podría haber planetas con delfines inteligentes, pero incapaces de emitir ondas de radio, en cuyo caso nunca podríamos detectarlos. O podría ser que cualquier especie suficientemente lista como para ser considerada inteligente, vaya a descubrir tarde o temprano las leyes de la electricidad y el magnetismo, haciendo posibles las comunicaciones por radio, aunque todavía no lo haya hecho. Ese sería el caso de la humanidad hace unos pocos siglos.
L es la duración de la vida de una civilización que se puede comunicar. En otras palabras, ¿cuánto dura una civilización desde que es capaz de comunicarse a través de distancias interestelares hasta que desaparece? Algunos científicos son pesimistas y piensan que la vida comienza raras veces y, si empieza, difícilmente se desarrolla la inteligencia. Si tienen razón, puede que no haya vida, ahora mismo, en la galaxia. Unos pocos, aún más pesimistas, piensan que puede que no haya ninguna otra civilización en todo el Universo. Los optimistas opinan que la vida podría estar muy difundida en el Universo. Podría haber miles, o incluso millones, de civilizaciones en la Vía Láctea.”