Tiranía de las castas

Ni sustituyendo el voto universal por el de unas élites doctas -ni el gobierno de ignorantes por el de doctos- se solucionan los graves problemas de las democracias de masas. Sobre ello habla también Gustave le Bon en su Psicología de masas:

¿Hemos de suponer entonces que un sufragio restringido -restringido a los capaces, si se quiere- mejoraría el voto de las masas? No puedo admitido ni por un instante y ello por los motivos antes señalados y relativos a la inferioridad mental de todas las colectividades, sea cual fuere su composición. En masa, y lo repito, los hombres se igualan siempre y, por lo que respecta a cuestiones generales, el sufragio de cuarenta académicos no es mejor que el de cuarenta aguadores. No creo que ninguna de las votaciones tan reprochadas al sufragio universal, como la que restauró el Imperio, por ejemplo, hubiese sido distinta con votantes reclutados exclusivamente entre sabios y letrados. El hecho de que un individuo sepa griego o matemáticas, sea arquitecto, veterinario, médico o abogado no le dota de particulares luces en cuestiones de sentimientos. Todos nuestros economistas son gentes instruidas, en su mayoría profesores y académicos. ¿Están acaso de acuerdo en cuanto a una sola cuestión general, al proteccionismo, por ejemplo? Ante problemas sociales, llenos de múltiples incógnitas y dominados por la lógica mística o la lógica afectiva, todas las ignorancias se igualan.
Así pues, si el cuerpo electoral estuviese exclusivamente compuesto por gentes llenas de ciencia, sus votos no serían mejores que los de ahora. Se guiarían sobre todo con arreglo a sus sentimientos y al espíritu de su partido. No contaríamos con menos dificultades que ahora y tendríamos, además, la pesada tiranía de las castas.

Share

Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
Esta entrada fue publicada en Filosofía práctica, Política. Guarda el enlace permanente.