Ayer volví al mismo local. A los pocos instantes de servirme el café y disponerme a leer el periódico llegaron los dos personajes del día anterior, se sentaron a la mesa contigua y reanudaron su conversación más o menos en los siguientes términos:
-Como te decía, no existen hombres y mujeres, padres y madres, esposos y esposas. Tampoco existen razas, que son un derivado del esclavismo americano y europeo. Todo es producto del ambiente social e histórico. Si quitas esto lo que queda es vida humana pura y sencilla, vida humana como un continuo indistinguible que no admite diferenciaciones internas. ¿Lo comprendes?
-No estoy del todo seguro. Según tu opinión, el que tú y yo seamos varones es un producto histórico…
-Sí. Y te diré más. El continuo humano de que te hablo no debería llegar únicamente a lo que los biólogos han llamado homo sapiens, dejando fuera a otros seres vivos sin justificación alguna. Se nos ha acostumbrado a pensar en términos de “nosotros” y “ellos” como si nosotros no fuéramos ellos y ellos nosotros. Hora es ya de romper esos falsos moldes en que se nos ha encasillado e incluir a otros animales en la misma concepción de los humanos. Cada tribu, cada sociedad, cada raza ha pensado siempre que lo humano se encerraba solo en ella. Pero eso ha resultado falso cuando todas esas agrupaciones han empezado a pertenecer a un todo común. Los límites de la especie siguen siendo rígidos, pero también a ella le ha llegado la hora, aunque parece que todavía hay que esperar un tanto. La tarea del presente consiste en liberarse de toda opresión con el fin de que aparezca la vida humana auténtica o más bien el animal natural tal como es.
-¿Rousseau?
-Tal vez. Pero Rousseau solamente intuyó la verdad que ahora nosotros hemos alcanzado como una demostración en la que concurren muchas ciencias diferentes. Todo lo que se nos obliga a ser es fruto de la convención. Hay, pues, que destruir toda convención para que emerja desde lo profundo nuestra verdadera naturaleza.
-¿Cómo?
-Si un individuo que ahora es del género masculino, está casado con una mujer y tiene un hijo, pero descubre un hombre del que se enamora, se divorcia de su esposa y se casa con él, tiene derecho a formar una nueva pareja en la que él adopte el papel de esposa y madre del niño del que antes era padre, y su marido podrá desempeñar el de padre. La ley tiene que reconocer estos derechos. Lo contrario debe ser visto como una opresión y una injusticia.
-Pero…
-No te sorprendas. Esto es algo que está sucediendo ya sin obstáculos legales gracias a nosotros. Éste es el camino de la auténtica revolución. Cada cual tiene que poder encontrarse consigo mismo y el Estado debe verlo como un derecho.
En ese momento llegó un tercer individuo a la mesa contigua y se pusieron a hablar de otra cosa. Yo me enfrasqué en la lectura del periódico.