Dicen Marx y Engels en El manifiesto del partido comunista que una vez que la revolución obrera haya tomado el poder para el proletariado habrá que ir despojando poco a poco a la burguesía "de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado”, cosa que solo podrá hacerse al principio “mediante una acción despótica sobre la propiedad y el régimen burgués de producción”.
Las medidas que habrá que tomar, agregan, serán un resorte propulsor imprescindible para transformar el régimen económico de mercado en una economía comunista. De las diez que enuncian, aplicables con mayor o menor intensidad según el país de que se trate, la segunda es “un fuerte impuesto progresivo”. Otras que vale la pena mencionar son la expropiación de la propiedad inmueble, la supresión del derecho de herencia, la centralización del crédito en el Estado y la nacionalización de los transportes. Todas ellas se enderezan a la liquidación de la propiedad privada.
Estas medidas habrán de ser utilizadas durante el periodo de transición que se extiende desde la revolución social hasta la abolición final del Estado, es decir, durante la dictadura del proletariado.
Como el quiliasmo de esta religión política no parece que haya de llegar nunca, el socialismo ha tenido que adaptarse a un periodo de transición prolongado sin cesar, lo que le ha obligado a preocuparse cada vez más de las cuestiones financieras y tributarias de una sociedad que, en contra de su empeño, mantiene la propiedad privada y la libertad de mercado.
En esa edad intermedia –que está entre nada y nada- se trata de fortalecer el Estado a costa de los particulares. Pero como son los particulares los que sostienen el Estado, la táctica tiene que ser contraproducente.
Se busca que crezcan los gastos estatales, lo que obliga a aumentar los tributos. Al tratar de justificarlo se recurre a la vieja idea marxista del impuesto progresivo, siempre disponible para que cualquier demagogo haga uso de ella. Con ella se pretende convencer a las masas de que son los ricos y los pudientes los que más tienen que pagar. Pero nunca les dirán que esos impuestos pueden acarrear el descenso del nivel de vida de esas masas que dicen defender.
El propio Marx enseñó que el crecimiento de la producción que trajo consigo la economía capitalista vino precedido por un periodo de acumulación de capital. En contra de esta certera idea, los socialistas de uno y otro partido se apoderan del ahorro de los particulares imponiéndole un gravamen, lo que disminuye el capital productivo y, en consecuencia, se perjudica a aquellos a quienes se dice favorecer.
Y encima le llaman “esfuerzo solidario”.