El maoísmo

La última de las generaciones de izquierda que tiene G. Bueno en consideración es el maoísmo, el cual, como la tercera, cuarta y quinta generaciones de izquierda, se inspira en el marxismo. Y aunque Mao se declaró a veces marxista-leninista, la doctrina que lleva su nombre no es un mero epígono del comunismo soviético. En cuanto marxistas, los tres géneros de izquierda (tercera, cuarta y quinta) toman el estado burgués como plataforma de los cambios políticos, en contra del anarquismo. También coinciden en pretender transformar todos los estados burgueses en una sociedad comunista universal.

Pero no es lo mismo tomar como base un estado, como el zarista, que es un imperio multinacional de raíces cristianas bizantinas, un estado nacional industrial como Inglaterra, Francia o Alemania, o una república gigantesca con tradiciones muy diferentes de las romanas, ortodoxas y protestantes.

Las diferencias en el punto de partida no pueden ser mayores. También lo son en el punto de llegada, imaginario o utópico, porque éstas solo pueden estar dadas en función de aquéllas.

Según la socialdemocracia, la sociedad del futuro conservará los bienes logrados en la evolución histórica. La sociedad comunista final conservará estos bienes, pero los repartirá con la mayor justicia posible, arrebatando su monopolio para las clases explotadas actuales. Este movimiento político parte de la sociedad industrial burguesa avanzada.

El comunismo leninista, en cambio, parte de un enorme estado multinacional que contaba con más de doscientos millones de personas y unos veintidós millones de kilómetros cuadrados. Aunque Lenin dijo que el proletariado tenía que incorporar lo más valioso de la tradición burguesa, lo cierto es que la Unión Soviética de la que partía suscitaba enormes problemas para la mera representación de la sociedad comunista del futuro. ¿Hablará ruso esa sociedad? ¿Cómo unificar e igualar las enormes diferencias de idioma, religión, costumbres y tradiciones de un territorio tan vasto? ¿Habrá de surgir acaso una nueva “cultura” proletaria? ¿De dónde?

La tradición china, por su lado, es prácticamente atea y está construida sobre la inmanencia de la vida social, que ve en la sociedad política, continuación de la familia, el Sumo Bien, por encima de los bienes exteriores, que para ella son instrumentos. El arroz, la bomba atómica de 1967, etc., son medios para el Sumo Bien. La igualdad propugnada por la socialdemocracia y el leninismo, igualdad en el disfrute epicúreo de los bienes materiales producidos por la sociedad burguesa, se reformula desde el maoísmo como igualdad en la cooperación en la gran familia comunista. Esa cooperación, y no el disfrute de los bienes, será el Sumo Bien.

Soviéticos y chinos coincidirán en su imperialismo. En lo cual se diferencian ambos de la socialdemocracia. Y en ello vuelven ambos al bonapartismo, que proclamó la necesidad de abandonar la vía pacífica y de afirmar su voluntad imperial.

Desde la perspectiva del maoísmo, más de la mitad de la humanidad, incluida la URSS, estaba entregada a la codicia de los bienes materiales, bien como poseedores o bien como consumidores, por lo que la vía al comunismo no era posible por ese lado. El maoísmo era entonces el encargado de llevar adelante la revolución mundial hacia el comunismo, el proceso total de la racionalización de los grupos humanos. En lo cual eran fieles a Marx, que en 1867 había dicho que aunque los ejércitos servían de hecho para proteger a los dominadores, era necesario mantenerlos para defenderse de Rusia. Mutatis mutandis, era lo que pensaba Mao con respecto a la URSS. Por eso se entiende el conflicto chino-soviético que estalló en los años 1956-1961 y no fue un mero conflicto de fronteras.

El transcurrir chino fue el siguiente: fundación del PCCh en 1921, Larga Marcha en 1935 y 1936, toma del poder en 1949 por la Segunda Guerra Mundial, Mao es proclamado presidente de la República en 1954, aparece de su libro La justa solución de las contradicciones en el seno del pueblo en 1957, donde el vocabulario parece conocido: pueblo, dictadura del proletariado, etc. En él habla de las contradicciones con el exterior, con los enemigos, y de las del interior, surgidas en el seno del pueblo. Esos dos grupos de contradicciones son las que habían surgido anteriormente entre los hombres y los ciudadanos, a las que habían hecho frente ya los revolucionarios parisinos de 1.789.

Las contradicciones surgidas en el seno del pueblo, dice Mao, no son antagónicas, porque el pueblo es el conjunto de todas las capas sociales que aspiran a la revolución comunista: la contradicción entre el proletariado y la burguesía se supera por la revolución socialista, la contradicción entre las masas populares y el imperialismo por la guerra revolucionaria, la contradicción entre la Sociedad y la Naturaleza por el desarrollo de las fuerzas productivas, etc.

La racionalización no podía seguir en China la misma vía que en Europa, porque aquí existe un modelo absolutista de individualización personal, en tanto que allí el modelo es relativista, grupal. Esta diferencia se debe a la tradición cristiana. De esta base partió la Revolución Cultural, que no fue una revolución en la ciencia, el arte, la música, etc., y que incluso fue más bien todo lo contrario, sino en la educación o moldeamiento de los individuos hasta lograr la igualdad final, puesto que la igualdad inicial no se presuponía mediante la renuncia a las diferencias en la posesión de bienes externos. De ahí el traje de Mao para sus soldados, oficiales o generales.

Proyectada en 1949, desatada en 1966 y ratificada en la Constitución de 1975, la Revolución Cultural habría de hacer que no hubiera que temer que las gentes disfrutaran de bienes materiales, incluso privados, porque nada de esto alteraría el desprendimiento o la disposición a compartirlos con los demás.

Pero los procedimientos fueron muy duros y los frutos en la producción completamente desastrosos, lo que hizo necesario que el Gran Timonel diera un golpe de timón, un cambio de rumbo de 180º, equivalente al Congreso del PCUS de 1955 bajo Krutchev. Ocurrió en 1977. Hubo que volverse contra los responsables de la Revolución Cultural y volver al pragmatismo: “El comunismo es una aspiración, no una realidad”. Había que hacer uso de los recursos de las sociedades industriales avanzadas, recursos tales como abrir las universidades, cerradas por la Revolución Cultural y otros, porque mil millones de átomos racionales requerían desarrollo. Occidente, por su lado, vio esto con gran optimismo, pues se abría un comercio gigantesco. Esta parece ser la directriz tomada por el comunismo chino desde esas fechas.

¿Será ésta la directriz que siga vigente en adelante? Imposible saberlo. En 1977 China intervino en Vietnam, en 1992 hizo explosionar una bomba nuclear veinte veces mayor que la de Hiroshima, en la actualidad está muy presente en varios países de África, etc. ¿Puede decirse que se han agotado los efectos de la Revolución Cultural y que China se ha entregado definitivamente al capitalismo? Nada se puede aventurar. Lo único cierto es que China es un misterio y que solamente Dios tiene conocimiento de la ciencia media.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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