Ley natural y ley divina

La ley natural, decía en el artículo anterior, comprende las inclinaciones a vivir, a procrear, cuidar y educar a los hijos, ensanchar la inteligencia y vivir en sociedad, y ordena que esas inclinaciones tengan el mejor desarrollo posible. Fácil es deducir que una sociedad en que haya universidades, como era la sociedad medieval, que las había fundado por primera vez, comenzando quizá por la de Bolonia el año 1088, cumple mejor la exigencia de desarrollar la inteligencia y es por tanto más humana y racional que una que no las tenga.

La tercera ley es, según Tomás de Aquino, la divina, a la que no alcanza la razón humana, pues es conocida solo por la revelación de Dios a los hombres en las Escrituras y la Iglesia. Esta ley es un don debido a la gracia divina.

En el sistema de Tomás esta ley fue importante, como era de esperar, pero él se esforzó cuanto pudo por que no se abriera una brecha entre ella y la razón humana. La gracia, decía, no ha venido a sustituir a la naturaleza, sino a llevarla a su perfección. Luego la ley divina perfecciona la ley natural humana, no la desmiente ni aniquila. En el pensamiento de Santo Tomás la fe y la razón no son términos antitéticos. Más bien forman una estructura armónica.

La consecuencia de esto para la filosofía política es importante. Dado que la ley natural es común a todos los hombres, sean o no creyentes, es legítimo que ejerza la autoridad tanto un cristiano como un pagano y sus súbditos tienen igualmente la obligación de prestarle obediencia. Un gobierno teocrático iría contra la ley natural y debe ser excluido por principio. De hecho, Santo Tomás ni siquiera se cuida de hablar de él. Un súbdito cristiano no está obligado a obedecer antes a un dirigente cristiano que a uno que no lo es. Ambos son igualmente legítimos y pueden ser buenos o malos con independencia de su fe.

Esta doctrina es opuesta a la que un siglo más tarde habrían de defender los partidarios de la supremacía del Papa sobre el Emperador. La causa de ello es que éstos no partían de la idea aristotélica de comunidad natural y Santo Tomás sí.

Tengan esto en cuenta quienes ahora censuran a la Iglesia atribuyéndole la intención de enseñorearse de lo político cuando acude a la ley natural para defender lo que cree que es justo.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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