Los magos de Oriente

Que el nacimiento del Mesías se manifestara a unos magos parece que es contrario a la religión cristiana, que en un esfuerzo continuado de racionalización de las creencias siempre ha condenado la magia, la astrología, la brujería y otras prácticas semejantes.

La noticia que tenemos sobre los tres Reyes Magos visitando al Niño Jesús en Belén viene en Mateo 2, 1-12, donde no se dice que fueran reyes ni que fueran tres, sino solamente que eran “unos magos de Oriente”.

He aquí cómo explica Tomás de Aquino este episodio:

Los tres Reyes Magos. Basílica de San Apolinar el Nuevo en Rávena. Fotografía de Nina Aldin Thune.

El signo por el que se les reveló, una estrella, no parecía propio de Dios por ser un signo incierto, que aparecía y desaparecía, se ocultaba al llegar a una ciudad, era visible de día, seguía la dirección Norte-Sur, cuando las estrellas van del Este hacia el Oeste, etc., y es de suponer que la manifestación de Dios debe servirse de un medio seguro y fiable, y eso en el supuesto caso de que debiera producirse a través de un objeto visible, pues más bien debería serlo a través de uno espiritual.

Pero esto no es así, porque Dios no se manifiesta según Él es, sino según los medios que son más familiares a aquellos a quienes se muestra.

Del mismo modo que a un hombre acostumbrado a los razonamientos matemáticos no debe mostrársele la verdad de un teorema sino por medio de razones matemáticas, a uno acostumbrado solo a los objetos corporales debe mostrársele por medio de seres sensibles.

Por este motivo recibieron los pastores, hombres acostumbrados a lo corporal, la revelación del nacimiento de Jesús a través de ángeles que se les hacían visibles, los justos, como Simeón y Ana, por “interior instinto del Espíritu Santo” (Cf. Aquino, Santo Tomás de, Summa theologica, III, q. 36, art. 5), y los magos, que sin duda alguna, dice el Aquinate, eran astrólogos persas, que hoy llamamos astrónomos, es decir, hombres pertenecientes a escuelas de matemáticas y astronomía, hechos al estudio del firmamento. Ellos estaban capacitados para distinguir las estrellas en el firmamento y saber si aparece una nueva.

Además de esto, los magos de oriente prefiguran el reconocimiento del Dios del cielo por parte de las naciones de los gentiles, que son prácticamente todos los humanos. Que ellos no fueron a Israel en busca de un rey terrenal es claro por lo que se dice en Mateo 2, 1-2:

Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del Rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?

¿Cómo habrían de preguntar al Rey Herodes por el Rey de los judíos?

El rey que ellos encontraron era un niño en un portal, un niño sin majestad regia. Su majestad era de una clase mucho más elevada, pues se trataba del Verbo o Lógos encarnado, de la razón del mundo en el cuerpo visible de un niño. Por eso lo adoraron como a Dios y le ofrecieron oro, como a un rey de una majestad suprema, incienso, que solo se ofrece en un sacrificio sagrado, y mirra, el producto con que se embalsamaban los cuerpos, significando con ello la resurrección de aquel niño una vez que hubiera vencido a la muerte.


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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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