Francisco Pizarro

Es fama que los exploradores y conquistadores de América eran aves de rapiña, pero es una fama urdida en nuestro tiempo gris y no debe ser seguida. De todos ellos tal vez el extremeño Francisco Pizarro, precedido sin duda por el vasco Lope de Aguirre, sea quien haya llegado a mayores cotas de crueldad, traición y avaricia, según esa negra fama. Con todo, las noticias sobre sus gestas son en ocasiones oscuras y las interpretaciones sobre las mismas difieren mucho entre sí.

Pizarro en la Plaza Mayor de TrujilloAlgo queda de cierto, pese a todo: que contribuyó como pocos a la extensión de la civilización. Si una civilización es una sociedad estatal y si ésta es una agrupación de hombres regidos por el derecho y no por las normas parentales de las tribus, entonces la empresa de Pizarro fue una empresa civilizadora como pocas.

Trujillo, el pueblo que le vio nacer, le ha erigido una estatua que se aleja cuanto es posible de la sobriedad. Muchas localidades extremeñas –más de ciento treinta- tienen iguales motivos para lo mismo, pues son hijos suyos y deben reconocerlos como hombres que han sobresalido del común. Deben sentir orgullo por ello.

Quede claro lo dicho: son los grupos los que deben sentir orgullo si alguno de sus miembros destaca sobre la media, pero no al revés. No son Pizarro o Hernán Cortés los que debieron sentir el orgullo de su pueblo, sino su pueblo el orgullo de ellos. El mérito, cuando existe, no pertenece al grupo, sino al individuo. Otra cosa es moral de rebaño y equivale a pretender ser merecedor de algo por el mero hecho de haber nacido en algún lugar, lo cual es deleznable.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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