Las nuevas religiones del Sol

De las sectas ideológicas

¿Puede capturarse un torbellino? ¿Puede embotellarse la niebla? Se ha intentado. Spengler, por ejemplo, con sus páginas anchas como océanos y tan imprecisas como nubes. Y sin embargo, si se quiere pensar en serio, y no sólo flotar a la deriva con las corrientes de moda, hay que buscar algo más. Algo concreto. Una llanura donde plantar un telescopio y medir el vaivén de las estrellas que nos perturban la conciencia.

Esa llanura existe. Es amplia como el mundo y tan antigua como el deseo humano de entender lo que no puede ver. Se llama religión encubierta. No es un templo con campanas ni un pastor con Biblia. Es un parque lleno de yoga matutino, un cuarto oscuro de tarot, una sala de espera donde se recitan mantras de autoayuda y se prescribe homeopatía junto a un café con leche de avena.

Aquí convergen las pasiones de nuestro tiempo, todas ellas disfrazadas de bienestar, de ciencia blanda, de revolución cultural o de simple moda. Y no están solas. Las acompaña una legión de creyentes con la fe de mártires antiguos y el ardor de cruzados digitales. Son los nuevos fanáticos, no de Dios ni de la patria, sino de su método para encontrar el centro del universo en su propia respiración.

¿Y qué es exactamente esta religión sin nombre? Es muchas cosas. Es numerología y sionismo, antisemitismo y yoga, amor fati y varillas de zahorí, vegetarianismo y leyendas de la Atlántida. Es una enciclopedia del sinsentido con prólogo de buena intención y notas al pie escritas con incienso. Cada letra del alfabeto tiene su rito y cada rito su pequeño altar en algún rincón de Internet.

El esperanto está allí. También la gimnasia rítmica, la oración por la salud, el superhombre nietzscheano, la reinterpretación de Fausto, la abolición de la servidumbre por intereses, la creencia de que Shakespeare fue Bacon, el antialcoholismo, el odio a los masones, la adoración de los extraterrestres, el movimiento juvenil, la danza expresionista, la genialidad como locura y la lectura cabalística del horóscopo de hoy.

¿Son sectas? Algunas. ¿Son estafas? No todas. ¿Son peligrosas? Tal vez. ¿Son reveladoras? Sin duda. Porque allí, en ese terreno movedizo, algo esencial de nuestra época se revela sin pudor. No pensamos: creemos. No juzgamos: nos dejamos llevar por el estado de ánimo. Y no buscamos la verdad: buscamos pertenecer.

Estas religiones modernas nacieron en catacumbas, sí, como los misterios de antaño. Pero ya no se contentan con lo subterráneo. Hoy se yerguen con orgullo al sol, aunque no sepan muy bien qué hacer con la luz. Reivindican su lugar no como ocultas, sino como evidentes. No como alternativas, sino como la verdadera realidad. No como metáforas, sino como salvación. “Tú puedes”, “tú mereces”, “tú eres luz”.

Y algunas han sido aceptadas por la academia y la ciencia sin más objeción que un bostezo. El psicoanálisis, por ejemplo, ese hijo bastardo entre Sófocles y el diván vienés. O el culto al héroe, que se cuela en discursos políticos, en campañas de publicidad y en los gimnasios donde se forjan titanes de carne y proteína.

Estas religiones del presente no huelen a incienso sino a desinfectante. No bendicen con agua sino con diagnósticos. No prometen paraísos más allá, sino plenitudes aquí, ahora, instantáneas, descargables, biodegradables. Son el zodíaco impreso en una camiseta. Son la vida anterior revelada por una app. Son la salvación en cuotas sin intereses.

Y así seguimos, hijos del torbellino, adoradores de lo que no entendemos pero que sentimos vibrar como una cuerda tensa en el centro del pecho. Quizás no haya un único dios. Pero sí hay una constante: la necesidad de creer, aunque sea en lo que acabamos de inventar.

Como dijo mi amigo, sabio entre ruinas, al leer esta letanía de lo increíble: “parecen catacumbas del pensamiento”. Y yo le respondí: “no, amigo mío… son catedrales del deseo”.

Y en sus vitrales no hay santos ni mártires. Solo nuestros reflejos

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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