Instrucciones para subir una escalera

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
Cortázar, J., Historias de Cronopios y de Famas, Minotauro, 1962.
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Era inevitable. Esta publicación tenía que recordar alguna vez cómo se debe subir una escalera y nadie mejor que Cortázar sabe explicarlo.

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Analogía del ser

Algunas cosas son lo mismo en número. Si se pregunta quién es este hombre y se responde que Sócrates, entonces este hombre y Sócrates son la misma cosa. Otras son distintas en número, pero son lo mismo en especie. Si se dice que Sócrates es hombre y que Protágoras también lo es, está claro que convienen en ser de la misma especie y se distinguen en que uno es Sócrates y otro Protágoras. Otras difieren en la especie, pero convienen en el género y así se dice que Babieca es animal y Sócrates también, pero uno es caballo y otro hombre. Otras, por último, convienen solo en el ser, pero como el ser no es un género esa conveniencia tiene que ser análoga. Así sucede con la sustancia y el accidente, pues la primera es ser en sí y el segundo ser en otro.

Para comprender mejor esto último ha de saberse que hay tres maneras de decir algo de varias cosas:

  1. Unívocamente, si se dice algo de varios con el mismo nombre y la misma noción, como al decir que Sócrates es animal y Babieca también, pues de ambos se predica el animal en el mismo sentido, como sustancia animada sensible.
  2. Equívocamente, si se dice algo de varios con el mismo nombre y distinta noción, como al llamar osa a la hembra del oso y a una constelación de Zodiaco.
  3. Análogamente, si se dice algo de varios con el mismo nombre y diversas nociones, pero atribuidas a uno solo y significando en parte algo igual y en parte algo distinto, como al llamar sano al ejercicio físico, al color de un hombre y al hombre mismo, pues se dice del ejercicio como causa de la salud, del color como síntoma de la misma y del hombre como de su sujeto. Y por referencia a éste se aplica el predicado a los demás.

Hay veces en que las cosas análogas, ya lo sean porque convienen entre sí o porque son comparables, se refieren a un solo fin, como es el de la salud para el ejercicio físico, el buen color y el hombre. Otras veces sin embargo se refieren al agente, como sucede al dar el nombre de médico al que lo es por derecho propio y al que ejerce intrusismo profesional. Otras, por último, se refieren a un solo sujeto, que es lo que sucede al hablar de la sustancia y los accidentes llamándolos entes indistintamente, siendo así que no lo son en el mismo sentido.

En este último caso se llama ente a todo por referencia a la sustancia, que es el sujeto de los demás predicamentos. Ente es en primer lugar la sustancia y los demás solo en segundo. No siendo el ente un género para una y para los otros y no predicándose el género de sus especies secundaria y principalmente, hay que comprender que la sustancia y los accidentes no son lo mismo en cuanto al género, pero sí por analogía.

Hay que concluir de todo esto que las cosas

  1. que son numéricamente unas, como Rodrigo Díaz de Vivar y el Cid Campeador, son lo mismo en cuanto a su materia y su forma,
  2. que las que son diversas en número y unas en especie, no debe decirse que son unas en número, pero que sí son lo mismo en la especie, como Babieca y Sócrates, y
  3. que las que son idénticas en el género son también idénticas en sus principios, como lo son el alma y el cuerpo del asno y el caballo, diferentes solo en la especie.

Pero los principios de las cosas que son lo mismo analógicamente solo son los mismos por analogía o proporción. Esto es así porque la materia, la forma y la privación son principios de la sustancia, pero no son lo mismo en cuanto al género que los del accidente. Si convienen entre sí es solo en proporción, porque “así como se relaciona la materia de la substancia con la substancia en razón de la materia, así también se relaciona la materia de la cantidad con la cantidad. No obstante del modo como la substancia es causa de todas las otras cosas, sí los principios de la substancia son principios de todo lo demás”.

(V. Tomás de Aquino, De principiis naturae, cap. sexto)

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División de las causas II

Una causa puede ser también simple o compuesta. Puede ser simple tanto si es causa por sí como si lo es por accidente. Cobrar impuestos es algo que puede hacer un funcionario de la hacienda pública o el poeta y ambos hacerlo como causa única, a pesar de que uno es por sí y el otro por accidente. En ambas situaciones se da la causa sin adición de otra cosa, como hizo notar Avicena. La causa será compuesta cuando sea necesario que concurran varias cosas en ella, como los bueyes cuando tiran del arado o de la carreta.

Por último, unas causas están en acto y otras en potencia. Lo primero sucede cuando el poeta ha escrito un soneto o del mármol se ha hecho una estatua, pues el soneto y la estatua están en acto. Lo segundo cuando todavía no existe el efecto, pero puede existir, como en el caso del poeta que no ha acabado aún su soneto o del bloque de mármol del que todavía no se ha extraído la estatua.

En el caso de las causas en acto se dan al mismo tiempo éstas y sus efectos, porque ni el poeta puede estar en acto si no hace el soneto ni tampoco el mármol si la estatua no existe todavía. Esto no es preciso que ocurra cuando la causa es en potencia.

(V. Tomás de Aquino, De principiis naturae, cap. V)

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División de las causas I

Cada una de las causas puede dividirse de varias maneras. Una es la división según lo próximo y lo remoto y otra según lo principal y lo secundario. El arte del médico es causa principal de la salud y el médico que lo aplica es causa secundaria de lo mismo, pero el médico es causa anterior y el arte posterior. Viene a se lo mismo entonces decir causa próxima que posterior y remota que anterior. Estas dos divisiones significan, pues, lo mismo.

Por otro lado, se llama causa remota a la que es más universal y próxima a la más específica y así se dice que la forma de la definición de hombre, que es animal racional mortal, es más próxima que animal, y que el ser sustancia es más remota. Es así porque las formas superiores lo son de las inferiores. Con respecto a la materia sucede algo similar, pues la materia próxima de la estatua es el mármol y la remota el cuerpo.

Una causa puede ser también por sí y por accidente. Un poeta es causa por sí de un soneto y puede por accidente cobrar impuestos, porque se le haya añadido esta función. El poeta, en efecto, no cobra impuestos en cuanto poeta.

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Unión de las causas

El fuego es causa eficiente porque produce fuego, formal porque al hacer que algo arda lo que hace es que pase de potencia a acto y final porque el agente actuó con la intención de tener fuego. Las tres causas se unen en una sola.

La última de éstas, el fin, puede ser fin de la operación o de la cosa operada, pues el fuego es por un lado el fin que se propuso el agente, pero dar calor es el fin del fuego. Por otro lado, el fin de la operación puede ser a veces lo mismo que la causa eficiente y la formal cuando lo que se produce es algo de igual especie, como cuando el grado de trigo produce una espiga.

El fin coincide además numéricamente con la forma, porque lo que es numéricamente la forma de lo producido es también el fin de la producción. Sin embargo, no coincide con lo eficiente numéricamente, sino específicamente, porque sucede que el agente y lo hecho son de la misma especie, pero no son numéricamente uno. Si un hombre engendra a un hombre, ambos son diversos entre sí, pero son de la misma especie.

La materia, por último, no es lo mismo que ninguna de las otras causas. La materia tiene razón de imperfección por estar en potencia, en tanto que las otras están en acto y por ello tienen razón de perfección y lo perfecto no puede ser lo mismo que lo imperfecto.

(V. Tomás de Aquino, De principiis naturae, cap. cuarto)

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Tiempo y necesidad

Toda causa es, en cuanto causa, antes que su efecto. Ahora bien, el ser antes se puede entender desde la aparición en el ser y el tiempo o desde la sustancia y su complemento. Como toda cosa natural procede desde el hacerse algo hasta el ser algo, es decir, desde lo incompleto hasta lo completo, es antes el hacerse algo en el tiempo y en el nacimiento, pero el ser algo ya es antes en la sustancia y su complemento. Así, es antes el niño que el hombre en el tiempo, pero en la sustancia el hombre es antes. Estos sentidos los refirió Aristóteles en XVI, De animalibus.

También la materia es antes que la forma en el tiempo, pero la forma es antes en la sustancia y la perfección. Y lo mismo pasa con lo eficiente con respecto al fin, pues en el tiempo es antes lo eficiente y, dado que su acción se cumple por medio del fin, éste es antes. Luego la causa material y la eficiente son antes en el tiempo y en el aparecer en el ser, pero la formal y la final lo son en la perfección.

Con estos conceptos se entrelaza también el de necesidad. La necesidad es absoluta cuando viene de las causas que son antes en el tiempo, y éstas son la material y la eficiente. Ésta es la necesidad de la muerte, que está escrita con caracteres indelebles en la materia y no halla obstáculo alguno a su llegada. Otra es la necesidad condicional, que viene de las causas formal y final y se llama así porque, por ejemplo, que una mujer quede embarazada no es necesario, pero sí lo es si ha de nacer un hombre.

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La causa final

El pan procede de la harina como de su causa material, es hecho por el panadero como de su causa eficiente, y es para el hombre, según dice Hesiodo en dos ocasiones al menos:

«Y Zeus llamó a ésta mujer Pandora, porque todos los Dioses de las moradas olímpicas le dieron algún don, que se convirtiera en daño de los hombres que se alimentan de pan». (Los trabajos y los días, libro I)

Y también:

«Jápeto se llevó a la joven Climene, Oceánide de bellos tobillos y subió a su mismo lecho. Ésta le dio un hijo, el intrépido Atlas, y parió al muy ilustre Menetio, al mañoso y astuto Prometeo y al torpe Epimeteo, que fue desde un principio siempre ruina para los hombres que se alimentan de pan». (Teogonía, Hijos de Jápeto y de Climene)

Así es como las causas, pese a ser de diferentes géneros, pueden intervenir en la producción de una sola cosa. Incluso puede suceder que una misma causa produzca efectos contrarios, como pasa con el calor, que hace que crezca el trigo y puede también hacer que se agoste y seque si es excesivo, o con el vino, que despierta la inteligencia si se toma un poco y hace que uno sea más imbécil si toma mucho.

También puede ser que lo mismo sea causa y efecto en relación a lo mismo, si bien de distinta manera, como el ejercicio físico, que es el fin de la salud al tiempo que la produce. En algún aspecto, pues, la causa final es también causa eficiente, cuando e obra con intención de lograr algo. La causa eficiente es así causa del fin, pero no es lo que hace que el fin sea causa. Tampoco el fin es la causa de lo eficiente, sino de que sea eficiente. No es la salud lo que hace médico al médico, sino lo que hace que éste sea eficiente.

El fin es la causa de que lo eficiente sea causa. También de que la materia sea materia y la forma forma, porque la primera no recibe a la segunda a no ser por el fin y la segunda no hace ser en acto a la primera a no ser también por el fin.

Es por todo esto por lo que se dice que el fin es la causa de las causas, pues todas son causa por él. En cierto sentido también se llama a la materia causa de la forma, por estar ésta en ella, y, a la inversa, a la forma se le llama causa de la materia, porque ésta no está en acto por sí, sino por la forma, pues ambas se dicen por referencia mutua y con relación al compuesto, como se refiere en el libro II de la Física de Aristóteles.

(V. Tomás de Aquino, De principiis naturae, cap. cuarto)

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Sobre los elementos

A todos estos conceptos es preciso añadir el de elemento, que es, según Metafísica, V, aquella causa material de la que no hay composición anterior. No se dice, en efecto, que la rama sea elemento del árbol, porque la rama es un compuesto de otras cosas. Pero la tierra, el aire, el agua y el fuego sí son elementos, porque no se componen de otras cosas, sino que ellos son componentes de todas ellas.

Por esto da Aristóteles su definición de elemento como sigue:

«Elemento es aquello de lo que en primer lugar se compone la cosa y es en ésta y no se divide según la forma».

La primera parte de esta definición queda ya explicada más arriba. La segunda, “es en ésta y no se divide según la forma”, muestra en primer lugar la diferencia que hay entre la materia elemental y la que se da en la composición de la sustancia. La hierba que come el caballo es materia de la carne de éste, pero la carne no se genera antes de que se corrompa la hierba, lo que no sucede con el elemento, que siempre permanece, por lo que está presente por igual en la hierba y en el caballo.

Los elementos, por último, no se dividen según la forma, sino que son lo mismo en el árbol, la piedra o el hombre, igual que las letras son las mismas en palabras distintas, variando únicamente la cantidad de ellas que entran en la composición.

Está claro, por todo esto, que en la generación y el movimiento de los entes naturales cuenta el principio más que la causa y ésta más que el elemento, como dice Averroes en su comentario al libro V de la Metafísica de Aristóteles.

(V. Tomás de Aquino, De principiis naturae, capítulo tercero)

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Principio y causa

Los textos principales que Aristóteles dedica a hablar de las causas y los principios son los libros V y XI de su Metafísica y los I y II de su Física.

En Metafísica, I, dice que el principio y la causa son convertibles, como convertibles son la unidad y el ser, pues decir ser es decir uno y decir uno es decir ser. Sin embargo, la idea de causa parece añadir algo a la de principio. El panadero es causa del pan. También es principio suyo, porque en su acción se origina el pan. Algo semejante sucede cuando una cosa pasa de tener un color a tener otro, pero también algo diferente, pues, aunque el segundo color tiene su principio en el primero, no tiene en él su causa. Por esto no se dice que si una cosa ha pasado de ser negra a ser blanca la causa de lo blanco está en lo negro, porque la causa solo es causa cuando de su ser se sigue otro, como del fuego se sigue el calor.

De lo que se desprende que lo que está al comienzo del movimiento y en su origen no debe llamarse causa solo por ello, sino principio. Por este motivo la privación es principio y no causa, pues en ella tiene comienzo el movimiento, pero no es por ella por lo que tiene comienzo.

(V. Tomás de Aquino, De principiis naturae, capítulo tercero)

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Las cuatro causas

En fichas pasadas han quedado descritos los tres principios del cambio: la materia, la forma y la privación. No basta, sin embargo, con ellos para entender el movimiento, porque lo que es materia para algo y está privado de ello no se convierte en algo por sí solo. La harina no se hace pan ella misma y hay necesidad de un agente externo para que eso suceda. Hace falta algo o alguien que obre sobre la materia para que adquiera un ser y debe obrar sobre el hacerse, no sobre el ser mismo.

Además de este elemento agente externo, debe haber otro, que es aquello a que tienden todo movimiento y toda generación, si es verdad lo que dice Aristóteles en el libro II de la Física. Y que Aristóteles está en lo cierto lo dice Avicena aduciendo que a quienes objetan que el tender a un fin es propio solo de los seres capaces de deliberar y que los no capaces no pueden tender a él, hay que responder que el citarista no necesita deliberar en cada una de las percusiones que hace sobre las cuerdas de la cítara, que basta con que haya deliberado al principio para cumplir su fin, interpretar la melodía, y que si tuviera que deliberar a cada instante su interpretación de la misma sería mala. Luego no hay dificultad en admitir que el agente natural tiende a un fin sin deliberar. Basta con que en él haya una tendencia al mismo.

Las causas de que algo suceda son, pues, cuatro: material, formal, eficiente y final. La privación no es causa, a no ser por accidente. Las dos primeras son intrínsecas por formar parte de la cosa y las dos segundas extrínsecas por estar fuera de ella.

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