La constitución de Bayona

Bien está conmemorar la Constitución de 1812, pensada, redactada, defendida y también combatida por españoles a los que movía ante todo su patriotismo. Pero vale la pena recordar que, según algunos, no fue la primera Constitución española. Ese mérito, que es en realidad una vergüenza, le corresponde a la de Bayona, denominada a veces Carta o Estatuto de Bayona. En la historiografía francesa recibe el nombre de Acta Constitucional de España. Fue promulgada el 7 de julio de 1808.

Después de los sucesos del 2 de mayo en Madrid, los indignos Carlos IV y su hijo Fernando habían entregado la corona española a Napoleón, que la dio a su vez a su hermano José, no sin procurar darle un aire de legitimidad a lo que era un robo. Ordenó a Murat que se las ingeniara para que la Junta Suprema pidiera al tal José Bonaparte que accediera a recibir la corona de España, cosa que Murat hizo, si bien de mala gana, pues aspiraba él mismo a ser rey de España. Preguntó a la corporación qué miembro de la familia Bonaparte sería mejor visto en el trono español. La respuesta fue digna, dadas las circunstancias: que no eran válidas las renuncias de Carlos y Fernando y que, en consecuencia, no existía el derecho de transferir a otro el cetro.

Pero Murat hizo derroche de ingenio y utilizó el potencial. Volvió a inquirir de la siguiente manera: que la respuesta no debería en modo alguno envolver aprobación ni desaprobación sobre los actos de renuncia de los reyes y que el nombrar a un miembro de los Bonaparte no dañaba los derechos de Carlos y Fernando. El Consejo declaró entonces que en su opinión la elección debería recaer sobre José, el rey de Nápoles.

Cuando esta respuesta llegó a Napoleón se apresuró a proclamar ante todas las naciones europeas que accedía a la petición de las instituciones españolas y venía a nombrar a José rey de España.

La Gaceta de Madrid publicó lo siguiente:

Condescendiendo S. M. I. y E. con los deseos manifestados por la Junta de gobierno, por el Consejo de Castilla, por la villa de Madrid, y por diferentes cuerpos civiles y militares del Estado, de que entre los príncipes de su imperial y real familia fuese designado para rey de España su hermano el rey de Nápoles José Napoleón, ha tenido á bien hacer á S. M. un expreso, manifestándole esto mismo, al que ha contestado se iba á poner inmediatamente en camino, de modo que habrá llegado el día 3 de este mes á Bayona, etc.

No contento con esto, Napoleón quiso aparecer ante los españoles como renovador y civilizador de su patria, por lo que decidió darle una constitución política. Con el fin de que apareciese como algo deseado por los mismos españoles y como una obra suya, ordenó que se reuniera en Bayona una Asamblea de Notables la cual, como un simulacro parlamentario que fue, se encargó de llevar allí las supuestas demandas y necesidades de los pueblos que decían representar.

El 15 de mayo publicó el decreto el Consejo de Castilla. Él mismo dirigió a todos los españoles las siguientes palabras:

Españoles: después de una larga agonía vuestra nación iba á perecer. He visto vuestros males y voy á remediarlos. Vuestra grandeza y vuestro poder hacen parte del mío. Vuestros príncipes me han cedido todos sus derechos á la corona de España. Yo no quiero reinar en vuestras provincias; pero quiero adquirir derechos eternos al amor y al reconocimiento de vuestra prosperidad. Vuestra monarquía es vieja; mi misión es renovarla; mejoraré vuestras instituciones, y os haré gozar, .si me ayudáis, de los beneficios de una reforma, sin que experimentéis quebrantos, desórdenes y convulsiones.

Españoles: he hecho convocar una asamblea general de las diputaciones de las provincias y ciudades. Quiero asegurarme por mí mismo de vuestros deseos y necesidades. Entonces depondré todos mis derechos, y colocaré vuestra gloriosa corona en las sienes de un otro Yo, garantizándoos al mismo tiempo una constitución que concilie la santa y saludable autoridad del soberano con las libertades y privilegios del pueblo. Españoles: recordad lo que han sido vuestros padres, y contemplad vuestro estado. No es vuestra la culpa, sino del mal gobierno que os ha regido; tened gran confianza en las circunstancias actuales, pues yo quiero que mi memoria llegue hasta vuestros últimos nietos, y exclamen: Es el regenerador de nuestra patria. — Napoleón.

El gran duque de Berg, hizo anuncio de la convocatoria para la asamblea de Bayona. Según él, se trataría allí de “la felicidad de toda España, proponiendo todos los males que el anterior sistema le ha ocasionado, y las reformas y remedios más convenientes para destruirlos en toda la nación y en cada provincia en particular”.

Las cortes debían estar compuestas de ciento cincuenta individuos, de los tres estados, clero, nobleza y estado llano.

Una cosa es segura: los que proclamaron la Constitución del 12, tanto conservadores como liberales, habrían fusilado a todos los miembros de aquella asamblea por traición a la patria.

(V. Modesto Lafuente, Historia general de España, tomo décimosexto, capítulo XXIII)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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