Archivo de la categoría: Economía

¡El rey no paga!

Un boom es un globo que se hincha poco a poco hasta hacerse tan grande que el más leve roce le hace explotar. Entonces sucede el crac. Krack en alemán, o crash en inglés, es el sonido de un cristal que se rompe. En un cielo azul sin nubes estalla de pronto un trueno, se desata el vendaval y las ventanas del salón saltan en añicos. Un boom y un crac.
Dice Kostolany en Así es la bolsa (Vergara, Barcelona, 1962, pág. 85 y stes.) que el primer boom y el primer crac sucedieron en las monarquías española y francesa en 1557. Eran los tiempos de Carlos V y Felipe II en España y Enrique II en Francia. La cantidad de dinero que entonces disponía un rey era infinitamente menor que la que ahora pueden manejar Zapatero o Rajoy. Téngase en cuenta que ni el Imperio Español ni el Reino de Francia eran estados asistenciales como los actuales. No tenían que pagar las televisiones públicas, la sanidad, la educación, las pensiones, las subvenciones a las ONGs, el cine y los sueldos de casi medio millón de profesionales de la política.
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Argumentos en espiral

“¿Dónde está el dinero? Tiene que estar en algún sitio”, se preguntan y se responden algunos, creyendo haber dado con la clave del asunto. Incluso D. Luis Martínez Sistach, cardenal de Barcelona, ha dicho: "antes había mucho dinero y ahora me pregunto: ¿dónde está el dinero?, ¿se ha quemado?, ¿se ha perdido?".
La respuesta no puede ser más fácil. El dinero que hay en España se debe. Todo o casi todo. Se debe incluso más de lo que hay. Más del que España produce, así que si hay aquí algún dinero es que no debería estar aquí, porque hay que devolverlo.
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El impuesto destructor

Los impuestos pueden tener un fin recaudatorio, pero también pueden tener otros fines y en muchas ocasiones no es fácil distinguirlos. El anterior gobierno del PSOE gravó las bebidas alcohólicas y el tabaco buscando incrementar la recaudación. Si en lugar de ello hubiera buscado la supresión de ese consumo, lo que habría seguido más de cerca su intención de cuidar nuestra salud más incluso que nosotros mismos, tendría que haber elevado la imposición mucho más, hasta lograr disuadir a la gente.
Si lo hubiera hecho habrían disminuido las ventas, se habría paralizado la producción y al final el consumo de alcohol y tabaco habría dejado de generar impuestos. El final habría sido el mismo si los consumidores hubieran decidido obtenerlos por medio de la producción ilegal y el contrabando. Todo el mundo sabe lo que sucedió en Chicago a principios del siglo pasado.
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El impuesto progresivo

Dicen Marx y Engels en El manifiesto del partido comunista que una vez que la revolución obrera haya tomado el poder para el proletariado habrá que ir despojando poco a poco a la burguesía "de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado”, cosa que solo podrá hacerse al principio “mediante una acción despótica sobre la propiedad y el régimen burgués de producción”. 
Las medidas que habrá que tomar, agregan, serán un resorte propulsor imprescindible para transformar el régimen económico de mercado en una economía comunista. De las diez que enuncian, aplicables con mayor o menor intensidad según el país de que se trate, la segunda es “un fuerte impuesto progresivo”. Otras que vale la pena mencionar son la expropiación de la propiedad inmueble, la supresión del derecho de herencia, la centralización del crédito en el Estado y la nacionalización de los transportes. Todas ellas se enderezan a la liquidación de la propiedad privada.
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La crisis

Hoy hago una excepción y pongo en esta entrada una fotografía como asunto central. Las que he puesto hasta el momento han servido para ilustrar o adornar lo que decía, pero hoy es diferente.
Los conceptos no se transmiten mediante imágenes, pues las imágenes son particulares y los conceptos generales. ¿O sería posible representar la Crítica de la razón pura de Kant haciendo mimo? Eso de que una imagen vale más que mil palabras es como creer que es posible hacerlo.
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Coacción sindical

Todo aquel que ame la libertad tiene que defender el derecho de los trabajadores a asociarse y formar sindicatos, pero también debe oponerse a que éstos se conviertan en organizaciones cuyo poder de coacción llegue a ser tan grande que un sistema democrático pueda hacer poco por detenerlo sin dañarse a sí mismo.
Ese poder de coacción no es principalmente el que se manifiesta en forma de brigadas de choque o piquetes informativos organizados con el fin de forzar a los indecisos a que se sumen a su causa y de hacer callar a los adversarios de la misma.
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Discriminación sindical

Si la función real y efectiva de los sindicatos fuera, como ellos dicen y mucha gente cree, forzar el alza de los salarios, y si además lo hubieran logrado, hace tiempo que se habrían extinguido. Si no ha sucedido así ha sido por dos causas: por la financiación del Estado y porque el alza que consiguen para algunos trabajadores se contrapesa con la ausencia de contratos que se sigue para otros. La situación así generada es apenas sostenible, pero el efecto que se seguiría de su éxito sería devastador para la economía y para ellos mismos.
Siguen existiendo en la forma actual, por tanto, porque el beneficio que proporcionan a los trabajadores es selectivo: para que unos resulten favorecidos otros tienen que resultar desfavorecidos. La economía de un país no podría resistir que todos pertenecieran al primer grupo.
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Sindicatos

La intromisión del Estado en la economía produce efectos perniciosos. También la de los sindicatos, lo que resulta intolerable, pues se trata de grupos de particulares.
A favor de estos últimos juega la opinión de que contribuyen de forma decisiva al incremento del empleo y de los sueldos, pero no es verdadera una cosa ni la otra. Se trata de un mito que justifica la coacción que ejercen.
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Propiedad privada

Aunque el marxismo ha fenecido en todas partes, menos en la fraseología de los partidos de izquierda cuando hay elecciones y en los manuales de filosofía e historia del Bachillerato, el éxito del vocabulario que introdujo en el lenguaje común sigue vigente.
El vocablo “proletario”, por ejemplo, que evoca una clase social que nunca existió en la realidad, compuesta de individuos despojados de sus bienes y reducidos a la única función de tener prole, señala uno de los triunfos de su propaganda.
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El vil metal

Los que dicen odiar el dinero están casi siempre dispuestos a apoderarse de él por medios inmorales en vez de hacerlo con su propio esfuerzo y contando con las demás personas. Para el que ha logrado acumularlo porque ha pensado en sus hijos o en su vejez es algo honroso, casi sagrado. Si el gobernante mete sus manos en ese capital, como pretende hacer en estas fechas, con el fin de salir de una crisis económica, se comporta como el ladrón que penetra en la morada de un hombre honrado con violencia. Es incluso una canallada superior, pues, aparte de no dejar posibilidad alguna de defenderse, carga sobre la personalidad de su víctima los peores insultos. Es el colmo del cinismo: te roban y además te acusan de no ser solidario.
Para conseguir dinero y guardarlo hace falta ser virtuoso. Para apoderarse de él sin merecerlo o para despilfarrarlo es necesario no tener valentía ni sentido moral. Este tipo de sujetos son los que están obligados a pedir perdón por sus acciones, no el otro. Conviene apartarse de ellos. Llevan piel moralizante, pero son lobos depredadores. Hace muchos siglos que han aprendido a tender trampas para cazar a los buenos ciudadanos que estiman su dinero y a los que piden perdón por tenerlo. A unos les aligeran el bolsillo, a los otros les alivian de su culpa.
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