Si la función real y efectiva de los sindicatos fuera, como ellos dicen y mucha gente cree, forzar el alza de los salarios, y si además lo hubieran logrado, hace tiempo que se habrían extinguido. Si no ha sucedido así ha sido por dos causas: por la financiación del Estado y porque el alza que consiguen para algunos trabajadores se contrapesa con la ausencia de contratos que se sigue para otros. La situación así generada es apenas sostenible, pero el efecto que se seguiría de su éxito sería devastador para la economía y para ellos mismos.
Siguen existiendo en la forma actual, por tanto, porque el beneficio que proporcionan a los trabajadores es selectivo: para que unos resulten favorecidos otros tienen que resultar desfavorecidos. La economía de un país no podría resistir que todos pertenecieran al primer grupo.
Admirable situación: el mito de la elevación del nivel de vida para todos los trabajadores por la acción sindical hace que los sindicatos gocen del favor de todo el mundo y contribuye a que muy pocos se opongan a su financiación por el Estado, cuando la realidad de las cosas es que sin ella solo pueden sobrevivir favoreciendo a unos trabajadores y perjudicando a otros.