Minoría y mayoría

Un gobierno bien ordenado no es una democracia ni una tiranía. La primera porque tiende con facilidad a convertirse en la segunda por la acción de los demagogos y la segunda porque apenas puede subsistir cuando perece el tirano. Dicho sea esto teniendo en cuenta que los gobiernos parlamentarios son democráticos solo de nombre. Esto no es una corrupción que padecieran, pues por muy poco avisado que se sea se comprenderá que el pueblo no puede gobernar en ningún caso. Él sería el gobernante y el súbdito y no habría diferencia alguna entre los ciudadanos desde el punto de vista del poder. Pero esto no es posible cuando la población excede de ciertos límites. Es muy dudoso que una democracia de todos gobernando a todos haya existido jamás. La de Atenas, que se pone a veces como modelo, no cumplió este requisito, pues la mayoría estaba compuesta por esclavos, mujeres, jóvenes y metecos que no tenían derechos políticos.

Luego un régimen bien ordenado no puede ser más que una combinación y equilibrio de fuerzas oligárquicas y democráticas, entendiendo por las primeras la tendencia de los más a asimilarse a los menos y la segunda la de los menos por permanecer distintos de los más. Los que esgrimen derechos que proceden de ambas fuerza tienen razón unas veces y otras no.

Los menos están por lo general mejor educados y son más capaces que los más. Se da a veces el caso de que, dando la misma educación a todos, todo se inclina hacia abajo y pocos son los que asoman por encima de la superficie, de manera que es muy dudoso que las proclamas liberales del siglo XIX a favor de una educación que igualara a todos en el punto de partida hayan tenido éxito. Más bien parece lo contrario y que la mayoría no aspira a la excelencia. ¿Por qué entonces hay que seguir en ello?

Los más no se quejan con justicia por ser inferiores cuando, pudiendo hacerlo, no han aprovechado la ocasión de salir de su estado. En él están por propia voluntad.

Pero eso no da derecho a los menos a abusar de su superioridad. Podrán reclamar para sí el gobierno, pero no podrán dirigirlo hacia su interés, so pena de tender a la oligarquía y con ello a la inestabilidad.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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