El viejo político

Nunca fue la edad estorbo para la autoridad. Al contrario, siempre fue un requisito suyo. Las canas eran ornamento y decoro de la cabeza del jefe político para los griegos antiguos. Son estos tiempos nuestros, cuando los relojes han acelerado su velocidad, los que han cambiado esta actitud.

Antes el joven imitaba al viejo por el convencimiento de que los años habían acrecentado su saber. Ahora el viejo imita al joven porque incluso él se ha convencido de que no ha aprendido nada y pretende retener la vida que se le escapa. Ambos están en lo cierto en algún sentido, sobre todo si se dedican al poder y al mando, para lo cual importa poco el saber, pues hay ciencias y técnicas que ponen a disposición del aspirante al poder medios eficientes para un formación más rápida.

Hay quienes no tienen en cuenta este cambio de actitud, como se observa con claridad en ese escaparate de la conducta humana que son los partidos políticos y los parlamentos. Estos días se ha visto a algunos viejos políticos del PSOE salir al escenario a mostrar su desacuerdo con ciertas medidas que han tomado o están tomando Pedro Sánchez y otros dirigentes y aliados suyos. Quizás no sepan que es en vano. No tardarán, empero, en descubrirlo, y entonces se retirarán de nuevo a su soledad para rumiar su resquemor.

Dijo Platón que debería gobernar un tirano joven aconsejado por un filósofo viejo. Ellos pretenden acaso jugar el papel del filósofo viejo y sabio, pero su consejo no llega a parte alguna. No es siquiera oído. Y si es oído, es menospreciado. La corte del tirano se burla de las canas mal llevadas y el disidente viejo tiene que aceptar que ha sido expulsado para siempre de la actividad política. Un consuelo mínimo puede restarle aún: que sus advertencias se cumplan, y aun entonces serán sólo profecías retrospectivas.

Es un signo de los tiempos. Que se resigne también él, como hacen muchos de los que tienen sus años, y no pretenda comenzar de nuevo, ni como filósofo ni como tirano. Nadie debe pretender comenzar de nuevo, porque es una falta de decoro. Te han invitado a un banquete, dice Epicteto. Has tenido ocasión de disfrutar lo que allí se te servía. Toma cada plato a su debido tiempo, porque hay un tiempo para gozar y un tiempo para dolerse, un tiempo para recordar y otro para olvidar, etc. Porque cada cosa viene con su hora. Y cuando el banquete esté llegando a su fin, recuerda que no eres el dueño, sino el invitado. Da las gracias a tu anfitrión y retírate con dignidad.

Así se debe proceder en todo. Más aún los que tienen vida pública, aquellos cuya imagen se proyecta en mil espejos y está a la vista de todos y por eso pueden servir de modelo para ellos.

Es el signo de los tiempos porque no hace falta acumular experiencia de la vida, y menos en política. Esto no es una consecuencia de la democracia, como dicen algunos, sino de nuestra forma de vida sumamente tecnificada. Y lo es en especial de los partidos socialistas, cuyos seguidores o bien siguen profesando una fe inconmovible en esa aún joven religión que es el socialismo, o bien forman parte de la estructura oligárquica del mando.

Como los fines de esa fe han transmutado en otros como la ecología, el sexo, la eutanasia, las energías, etc., el saber de estas cosas está al alcance del teléfono móvil que uno lleva en el bolsillo y apenas hace falta algo más para conocer lo que hay que conocer. No es tiempo de viejos.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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