Archivo de la categoría: Política

Regir el Estado correctamente es practicar la virtud de la prudencia política

Funcionarios

 Muchos periodistas y políticos que critican con demasiada facilidad a los funcionarios o bien no saben lo que dicen o bien abrigan propósitos y objetivos perversos. Para no caer en estos errores y para comprender algunas voces que dicen lo que dicen pensando en la mano que les da de comer es preciso tener en cuenta el papel del funcionario público independiente.
Los partidos políticos no son otra cosa que organizaciones para conseguir el poder. Esto es evidente. Lo que no es tan evidente para algunos -y otros tratan de ocultarlo- es que, tras ese objetivo primero hay otro no menos real: la distribución de cargos. Muchas tensiones habidas en el interior de cada partido, tensiones que son con frecuencia mayores que las habidas entre partido y partido, se deben únicamente a la lucha por los cargos y prebendas que otorga el poder. En la práctica cotidiana no es el programa ideológico lo que dirige la acción política, sino la mejor o peor posición de los individuos para copar un puesto bien remunerado. Esto es suficiente casi siempre para postergar los fines ideológicos que esgrimirá la propaganda para arrastrar al electorado, fines que habitualmente son mera fraseología.
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Adoctrinamiento

 Los marxistas alemanes decían, según Mises, que si el socialismo y la naturaleza humana son contrarios, entonces hay que transformar la naturaleza humana. El problema es que si se transforma ésta lo que resulta ya no es un ser humano, sino otra cosa. Un sistema burocrático cuyo referente más o menos deliberado sea el de A brave new world o 1984 consigue hacer que los hombres sean cosas mediante estimulaciones y adoctrinamientos adecuados y, cuando esto no es suficiente, mediante refuerzos negativos atroces. En un mundo así no son humanos ni los adoctrinadores ni los adoctrinados.
Los elementos básicos del sistema son una oligarquía política imbuida de ideología behaviorista, una burocracia funcionarial bien dispuesta y una masa de súbditos sin otros valores que los del alma concupiscible. Si hay acuerdo entre los dos primeros sectores y el tercero se torna objeto inerme de la manipulación de éstos, la política se transforma en economía y tecnología, dejando de ser dirección de la pólis, y la educación, ayudada por la propaganda, deviene determinación y encauzamiento de las conductas.
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Drogas y aborto

Drogas Se me pregunta si debe o no legalizarse la droga y respondo que antes de responder es preciso pararse a pensar sobre la libertad y sobre la ley. Sobre la libertad Un hombre libre decide por sí mismo lo … Sigue leyendo

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Pueblo santo democrático

El problema de la educación de los electores en un sistema democrático es un problema grave. Una vez que la educación religiosa del pueblo ha entrado en decadencia, una vez que también ha decaído peligrosamente la moralidad de amplios sectores de la población y el nihilismo ha ocupado la conciencia de tanta gente, ahora que los mejores han abandonado la res publica, hay que preguntarse si es posible llenar el vacío de principios morales dejado sobre la educación, que, recuérdese, para los gobernados era religiosa y para los gobernantes liberal, es decir, extraída de las materias liberales.
En este punto se ha dado un viraje de 180 grados. Después del entreacto ilustrado, durante el cual se creyó que la educación de los mejores podía trasladarse a los peores por medio de instituciones educativas encargadas de transmitirla de arriba abajo -etapa del despotismo ilustrado-, se pasó a pensar que los no educados tenían sobre los educados la ventaja de la naturaleza, que se muestra a ellos sin las sofisticaciones y engaños de los libros. De pensar que el pueblo debe ser virtuoso para sostener la democracia se pasó a pensar que ya lo es y que la democracia es el único medio político en que puede moverse, como el pez en el agua. El pueblo es desde entonces sumamente bueno, recto e inteligente, incapaz de equivocarse, etc. El ens summus realis.
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Democracia de mercado

El estado de ánimo de la sociedad actual inclina a la mediocridad general. La masa de los electores vive hoy días de gloria gracias a una alianza entre sus deseos y la tecnología aplicada a la producción de bienes y servicios, una alianza que ha introducido en cada hogar el equivalente a cuatro o cinco esclavos en forma de máquinas. Los hombres libres de la Grecia Clásica son hoy mucho más numerosos. Tienen que seguir trabajando y en ello cifran su vida, pero son poseedores de mano de obra mecánica, lo que les ha liberado de muchas tareas enojosas.
La libertad para estos individuos consiste en seguir el impulso del momento, cosa que pueden hacer por lo general: el consumo absorbe las conciencias. Por eso priman los valores biológicos. Por eso estorban los niños y los ancianos y por eso, en fin, se promueven el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, la droga… Todo es seguir lo que se desea, lo cual exige un mercado repleto de bienes y unos bolsillos bien surtidos. La crisis actual es más dolorosa justamente porque retira muchos bienes del mercado y vacía muchos bolsillos.
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Francisco Pizarro

Es fama que los exploradores y conquistadores de América eran aves de rapiña, pero es una fama urdida en nuestro tiempo gris y no debe ser seguida. De todos ellos tal vez el extremeño Francisco Pizarro, precedido sin duda por el vasco Lope de Aguirre, sea quien haya llegado a mayores cotas de crueldad, traición y avaricia, según esa negra fama. Con todo, las noticias sobre sus gestas son en ocasiones oscuras y las interpretaciones sobre las mismas difieren mucho entre sí.
Algo queda de cierto, pese a todo: que contribuyó como pocos a la extensión de la civilización. Si una civilización es una sociedad estatal y si ésta es una agrupación de hombres regidos por el derecho y no por las normas parentales de las tribus, entonces la empresa de Pizarro fue una empresa civilizadora como pocas.
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Irresponsabilidad política

Defender la igualdad de los hombres es poner a los esclavos a la altura de sus señores, a los desiguales al nivel de los iguales. La persecución de este objetivo adquirió un gran impulso histórico, primero en la religión cristiana, luego en la actividad política, que en esto fue su heredera. En la actividad política tiene especial relieve desde hace unos doscientos años en dos asuntos estrechamente ligados entre sí: la instrucción pública y la elección de gobernantes.Respecto a lo segundo, se ha establecido hoy que si la igualdad ha de ser real cada hombre tiene que valer un voto y el voto no debe restringirse por razones de pobreza, raza, sexo, religión, etc. El conjunto de los votantes se erige entonces en pueblo soberano, pero sin responsabilidad alguna. La responsabilidad de los electores, en efecto, no puede concretarse en las leyes. ¿Podrían acaso ponerse multas o penas de cárcel a todos los individuos de una nación? Sin embargo, es algo esencial: si el pueblo está compuesto por la clase de los inferiores en carácter, conocimiento, gusto e inclinaciones, o simplemente, si es corrupto, no elegirá a los mejores, a los que tienen más sabiduría y prudencia para gestionar la cosa pública y él será entonces el principal culpable de los males que puedan acaecerle, pero no tendrá que sufrir castigo por haberlo hecho. Sufrirá, sí, las consecuencias de su mala elección, pero nada impedirá que vuelva a repetirla.Si el censo electoral no responde de lo que hace y tampoco los representantes elegidos entonces nadie obra con responsabilidad y peligra la estabilidad del conjunto. Este es un problema derivado de la introducción de la igualdad en política.Algunos clásicos de la democracia, como Locke, confiaron en la educación religiosa del pueblo. Tal educación debería convencer a los electores de que son responsables ante Dios de las graves decisiones que tienen que tomar al elegir a los gobernantes. Parece evidente que en este asunto no cabe confiar en una educación filosófica racional basada en principios morales dirigida a la masa de los electores. La racionalidad filosófico-moral no tiene fuerza suficiente, por mucho que se presente como asignatura de ética, de educación para la ciudadanía, etc., para enderezar la conducta de la gente. Nada es en este terreno comparable a una buena religión política.La educación filosófica racional sustentada en el derecho y entretejida de principios morales debería reservarse a los más selectos para que, una vez comprendidos rectamente los principios del gobierno, estuvieran capacitados para poner todo en orden.Esto, que ahora parece un ideal utópico, creyeron los fundadores europeos del sistema democrático. Sigue leyendo

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Sócrates y el caballo

Que una finalidad de la educación sea la libertad es decir algo muy general. Un griego antiguo podía pensar lo mismo, pero al ponerlo en práctica se alejaba mucho de nuestras ideas. El modelo de hombre libre que quiso alcanzar la educación en la Antigua Grecia, la paideia, tiene en verdad poco que ver con el nuestro.
Según aquel modelo es libre el que no se tiene que dedicar a un trabajo productivo y no sirve a nadie. Un hombre libre es lo contrario de un esclavo, que vive para otro y no se pertenece. Ser libre es ser rico, pero la administración de la riqueza propia no debe ocupar demasiado tiempo. Además, hay que vivir en la ciudad, no en el campo, pues es preciso cultivar la filosofía, la política y otras actividades propias de su rango. Estas cosas no se aprenden entre higueras y nogales. El hombre libre tiene, por último que gobernar a los inferiores o, como mucho, puede ser temporalmente gobernado por sus iguales, porque de otro modo su vida estaría a merced de otros menos dignos que él.
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La esencia de lo político

Ya se presente como Estado de Derecho, Estado de Cultura, de Bienestar o con cualquier otro rótulo con el que se pretenda ocultar su verdadero ser, lo cierto es que el poder político solo existe para triturar y asimilar las estructuras sociales que se oponen a su expansión. Vive en permanente agresión contra la sociedad de la que emana y de la que se nutre. En el extremo puede incluso destruirla, como el escorpión de la fábula: “es que está en mi naturaleza”, dijo clavando su aguijón en la cabeza de la tortuga que le trasladaba a la otra orilla del río, a pesar de que antes había tratado de convencerla, con razón, de que un acto así sería letal para él mismo tanto como para ella.
Está en la naturaleza del poder establecer alianzas con los estratos más bajos de la sociedad y alimentar sus inclinaciones e impulsos más bajos con el fin de lograr la ruina de toda autoridad moral, religiosa o intelectual que pueda hacerle frente. “Hay que cortar las espigas más altas”, dijo a Periandro de Mileto el viejo tirano de Corinto.
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Papilla democrática

Una de las muchas cosas que debo a Gustavo Bueno -gracias, D. Gustavo- es el relato de un hecho acontecido en las cortes formadas a raíz de las elecciones generales habidas el mes de febrero de 1936 en España. Uno de los diputados del PSOE, llamado José de Acuña, hizo un día una interesante propuesta en sede parlamentaria. Todo hombre, rezaba la propuesta, debería tener el derecho a ser vestido y alimentado por el Estado. Con el fin de dar satisfacción a ese derecho habrían de instalarse por todo el territorio nacional artilugios a modo de surtidores, como los que suministran combustible a los automóviles, para servir gratuitamente a todo el mundo que lo solicitase unas gachas que contuvieran los ingredientes alimenticios necesarios para mantenerse vivo y saludable. Las gachas no deberían tener mal sabor, pero tampoco bueno. El que quisiera comer mejor tendría que trabajar. Don José propuso además que aquella comida se llamara papilla democrática.
La propuesta, como es sabido, no siguió adelante en aquellos aciagos años ni después, pero yo tengo para mí que se ha puesto en práctica en nuestros días, aunque en otra forma. Ahora se sirve a todo el mundo gratuitamente, por medio de surtidores repartidos por todo el territorio de España, una información que en conjunto no tiene mal sabor, pero tampoco bueno, por lo que quien quiera estar mejor informado no tiene más remedio que dedicar algunas horas al análisis y el estudio. Los surtidores de que hablo son los receptores de televisión, los periódicos, la radio, etc. Y también en gran medida los centros de enseñanza, tanto públicos como privados. Éstos se han convertido ahora en surtidores de papilla democrática por obra de una insensata legislación que no tiene visos de mejorar, no sé si por el empecinamiento del poder en la ignorancia o porque no puede ser de otro modo en un régimen político como el que se ha extendido por medio planeta. Yo me inclino por lo segundo, pero no es éste el momento de decir por qué. Si fuera verdad, la legislación no sería entonces tan insensata, sino la que correspondería a la presente situación.
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