El asalto a la razón

El proceso político iniciado por los revolucionarios de 1.792 oscila entre un todo imposible, que consistiría en una comunidad universal de individuos indiferenciados, o bien en esos mismos individuos sueltos y ajenos a toda comunidad política.

Los revolucionarios no pensaron que eran polos imposibles, el primero porque un individuo indiferenciado, un ser humano que no sea francés, prusiano, español, etc., no es más que un bípedo primate. El segundo porque toda comunidad política se construye siempre en oposición a otras, lo que excluye que una cualquiera de ellas sea universal.

Esa era la holización que las prácticas revolucionarias, asistidas por las ideas de Rousseau y otros filósofos seguidores del extraño concepto del hombre en estado natural ajeno a toda sociedad, estaban poniendo en marcha. Unas prácticas que poco tenían que ver con la visión emic de sus actores, los cuales dieron ya comienzo a esa asociación entre la izquierda y la razón que trata de expulsar a la derecha a los páramos de la irracionalidad y, si además esa derecha es cristiana, a los de la superstición, lo que ha mezclado en sus anatemas a personajes tan dispares como Dilthey, Simmel, Scheler, Weber, Hitler, Heidegger, Jaspers, etc., como se observa en una obra de tan elocuente título como El asalto a la razón, de Lukacs.

Aquellos revolucionarios eran en su mayor parte philosophes, hombres de letras que desconocían no solo los rudimentos de toda administración estatal, pese a lo cual se dieron a la tarea de crear sociedades políticas a partir de la nada, sino los de las ciencias geométrico-materialistas que en su época estaban desarrollándose con vigor. No es de extrañar que no fueran capaces de especificar una idea consistente de la razón por la que decían luchar. Y así sucedió que lucharon sin proponérselo por realizar la que estaba presente en los procedimientos propios de esas ciencias.

Aquellos revolucionarios parisinos que en 1789 abrieron las puertas a la revolución, aunque el movimiento se insertaba en el siglo XVIII, iniciaron una trayectoria que repite la misma estructura de las ciencias geométrico-materialistas a cuyo desarrollo triunfal contribuyeron algunos de ellos, mientras otros, aunque no las dominaban, presumían de ellas. Los jacobinos de hecho prohibieron el culto católico y protestante, suprimieron las fiestas, abolieron el calendario gregoriano y proclamaron la República el día en que el sol llegó al equinoccio verdadero, todo lo cual son adornos científicos que mostraban su intención explícita de hacer las cosas racionalmente, lo que parecía ser para ellos hacerlas siguiendo el modelo de aquellas ciencias. En su delirio racionalizante entronizaron incluso a la diosa Razón en Nôtre Dame, como queda dicho.

Con todo, estas acciones, pese a servir de indicio de lo que estaba pasando, son acciones ridículas que no bastarían para justificar la asociación de la izquierda y la Razón. Tiene que haber motivos más profundos para ello. La opinión de G. Bueno es que el proceso que condujo a la formación de las nuevas ciencias, ciencias como la Mecánica, la Teórica Cinética de Gases, la Química, la Biología Celular, etc., es el mismo que condujo a las entidades políticas que surgieron del Antiguo Régimen. En algunos casos, como el de Lavoisier, Condorcet, Laplace, Cabanis, etc., eran además los mismo hombres los que laboraban en uno y otro terreno.

En todo caso, háyanlo sabido o no sus protagonistas e independientemente de lo que sus propósitos conscientes hayan contribuido a conseguir, lo cierto es que el campo de las sociedades políticas tiene una estructura holótica incontestable. El vocabulario político ya lo atestigua: partidos políticos, partidos judiciales, participación electoral o ciudadana, voluntad general del “todo social” (Rousseau), etc.

Share
Publicado en Filosofía práctica, Política | Comentarios desactivados en El asalto a la razón

La razón por holización

La racionalización llevada a cabo por la izquierda revolucionaria tuvo y tiene que ver con los todos y las partes. Lo que sucede es que hay diferentes clases de todos y de partes. Un todo se puede descomponer en partes desiguales entre sí. Sucede cuando se piensa en las manos, los pies, el bazo, el hígado, etc. También se puede descomponer en partes iguales, como, por ejemplo, la carne triturada que se utiliza para hacer albóndigas o las moléculas del agua. La primera clase de división puede llamarse anatómica, la segunda atómica.

La segunda es la que nos interesa ahora. Se le llama racionalización por holización (holon = todo) y es la que empezó a poner en práctica la primera izquierda que ha existido, la izquierda revolucionaria francesa que derrocó a Luis XVI y tomó el poder en 1792. La racionalización por holización puede considerarse en su fase analítica o en su fase sintética, según que se asista a la fragmentación de un todo en partes iguales entre sí o a la recomposición del todo con sus características propias, dadas en función de las partículas halladas en la primera fase.

Ésta no es la única clase de racionalización posible, sino solo la que parece que mejor explica la política racional que inició la primera izquierda. No se trata del canon de toda razón, sino de un modelo particular que resulta útil para entender un hecho político que dura ya más de doscientos años.

Un todo puede estar constituido de partes formales o de partes materiales. Los cuatro trozos que resultan de un jarrón que se ha roto son partes formales del mismo, porque conservan su forma y a partir de ella es posible reconstruir el jarrón. Las partículas de polvo resultante de un jarrón que se ha hecho polvo son partes materiales, porque en ellas no se encuentra ya ninguna indicación que sirva para reconstruirlo. Los átomos de hierro o potasio son partes materiales de un organismo, pero las manos, los pies o la cabeza son partes formales por el mismo motivo. A partir de las partes formales de un organismo puede el buen carnicero reconstruirlo entero, según la famosa metáfora de Platón.

Los organismos son prototipos de las totalizaciones que aquí nos interesan, por estar compuestos de células, pero sin que pueda decirse que, aun pudiéndoseles tener por “asociaciones” o “comunidades” de células, han surgido por agregación, “acuerdo” o “contrato” de las mismas. Un organismo humano sería una comunidad celular compuesta de unos setenta y cinco billones de individuos. Teniendo en cuenta que cada dos minutos mueren unos seis mil millones de ellos y tienen que ser reemplazados por otros tantos para mantener el equilibrio, podría definirse el organismo humano como asociación de células, pero la definición no puede conducir a pensar que las células han existido antes que el organismo, que se han unido entre sí para formarlo y que de manera parecida podrían separarse, volverse a unir de otro modo para dar lugar a otro compuesto, etc. En este terreno las partes no son antes que el todo.

Hay que distinguir en todo caso entre la holización analítica, que será siempre una operación de descomposición, y la sintética, que será el momento de la reconstitución del todo original. Solo que habrá ocasiones en que tanto la tarea analítica como la sintética no lleven hasta el último peldaño. En unas ocasiones se detendrá en un escalón y en otras en otro. Otra cosa es comprender dónde se encuentra el último, tanto en el camino analítico como en el sintético.

Es de suponer que el punto extremo del análisis es el individuo humano, pero un individuo material, no formal, un individuo que sea simplemente hombre y no francés, inglés, chileno, etc., un individuo tal que carezca de tradiciones, lengua, costumbres, creencias, es decir, un individuo que no puede existir. El punto extremo del análisis tendría que ser la humanidad en su conjunto, una humanidad que abarcara en un único organismo a todos los humanos, sin distinción de lenguas, creencias religiosas y tradiciones. Parece claro que este polo tampoco puede ser real. Se trata, pues, de dos polos imaginarios, que no pueden lograrse empíricamente. Entre ellos ha de situarse la tarea real del análisis y de la síntesis a que nos venimos refiriendo.

Share
Publicado en Filosofía práctica, Política | Comentarios desactivados en La razón por holización

Dos clases de razón

Que un zande esgrima su explicación emic de la muerte y que el antropólogo se esfuerce por insertarla en el complejo de ideas, tanto empíricas como no empíricas, de su portador y también en la organización social, política y económica del mismo, no compromete al antropólogo. Es posible comprender que, siendo la brujería hereditaria según la creencia zande, tiene que contribuir al fortalecimiento de los lazos familiares, pues el hijo no podrá acusar al padre de brujería sin estarse denunciado a sí mismo. Tampoco el padre podrá acusar al hijo. Se comprende asimismo que los azande contribuyen poderosamente al fortalecimiento de la estructura política al creer que el oráculo del príncipe ejerce de tribunal de última instancia. Se trata, pues, de creencias muy eficaces para el orden social. Éste podría desintegrarse si aquéllas cambiaran sin ser sustituidas por otras del mismo valor.

El antropólogo que discute de la verdad o falsedad de la creencia de una población dada no se comporta como antropólogo, sino como filósofo. Pero no puede evitar que la simple exposición de tales creencias y de la relación que guardan con otras ideas y con la realidad ponga de relieve la inconsistencia de las mismas.

Ese no es un peligro que haya de tenerse en cuenta aquí. Y para que no haya sorpresas al respecto adelantaré una convicción que juzgo verdadera: lo mismo que fue falsa la teología política del Antiguo Régimen, según la cual Dios daba el poder directamente al monarca, el cual no venía obligado en consecuencia a rendir cuentas de su conducta más que ante el divino tribunal en la otra vida, lo que no impidió que fortaleciera los lazos entre el Trono y el Altar y con ellos la estabilidad política europea durante varios siglos, también es falsa la teología política secularizada del presente, según la cual la soberanía reside en el pueblo y éste la delega en sus representantes, lo que no impide que sea útil para mantener la estabilidad de los regímenes parlamentarios actuales.

Para llevar adelante este propósito, lo mejor es tomar la razón como hilo conductor. No se trata sin embargo de decir qué es la razón, sino de decir qué idea de razón aparece ligada a la creencia de la izquierda revolucionaria del siglo XIII y principios del XIX, idea que no era la de los ideólogos y filósofos del XVII, sino la de las ciencias positivas modernas, la de la astronomía de Copérnico y Kepler, la mecánica de Galileo, la geometría analítica de Descartes, la física de Newton, etc., y, muy en particular, la que pusieron en acción otros científicos que, como Laplace o Lavoisier[1], vivieron directamente el periodo revolucionario. Se trata más de una idea de razón puesta en marcha que de una idea de razón pensada.

Lavoisier en un experimento sobre respiración en 1770.

Lavoisier en un experimento sobre respiración en 1770.

La razón puede hacer acto de presencia en las ciencias positivas de dos maneras. Es posible, en primer lugar, considerar un todo, como un organismo, como compuesto de órganos, éstos de tejidos, los tejidos de células, las células de constituyentes menores, como el núcleo, el aparato de Golgi y otros, y éstos de moléculas, las moléculas de átomos, etc., hasta llegar al último reducto de la materia. Dado que esta forma de proceder actúa por análisis, podría llamarse “razón analítica” a la forma de utilizarla. Se entiende que los conjuntos de que se parte son la suma de los componentes y que éstos son anteriores a aquellos: las partes son antes que el todo. Las propiedades y funciones del todo deben entenderse entonces por las propiedades y funciones de las partes. Se puede llegar a considerar incluso que el todo no es real y que sólo lo son las partes.

Pero es posible también operar al revés y pensar que el todo es autónomo y tiene sus propias funciones, que no dependen de las partes. Estas solamente se entenderán entonces por el papel que desempeñan en el mantenimiento del conjunto. Incluso se puede hacer caso omiso de ellas. Si la primera era razón analítica, ésta se puede llamar, por oposición, razón sintética.

El procedimiento analítico es propio de las ciencias llamadas geométrico-materialistas por utilizar la deducción, como en geometría, y aplicarse al estudio de la materia. Estas son ciencias como la física, la química, etc. El procedimiento sintético es propio de las ciencias teleológicas, como la biología. Esta ciencia se inclina casi siempre por el segundo método porque le ofrece las mejores posibilidades para entender su objeto, aunque en ocasiones hace uso del primero, como sucede en genética y en la teoría evolucionista.

Hay quien piensa que esta división de enfoques es temporal y que tarde o temprano se extinguirá el segundo procedimiento, o razón sintética, a favor del segundo, o razón analítica, o, lo que es lo mismo, que las ciencias geométrico-materialistas serán capaces de absorber a las biológicas, pero esa es una posición ontológica que ha brotado del desbordamiento de las pretensiones de las ciencias físicas, un desbordamiento que la misma realidad de las ciencias practicadas actualmente niega de plano. Entre quienes parecen haber defendido esta postura falsa se cuentan Severo Ochoa y R. Dawkings.

Dejando ahora de lado los problemas epistemológicos y ontológicos implicados en estas formas de ejercer la razón, se toma como punto de partida de la relación que cabe establecer entre la izquierda y la razón el hecho de que los revolucionarios se guiaban por ella por ser científicos. Pero no se hace solamente por eso, sino por estar seguros de que la explicación que se estructura sobre este punto de partida es satisfactoria, como habrá de verse.


[1] El caso de Lavoisier, considerado hoy uno de los padres de la química, es importante por ser uno de los mejores exponentes de la puesta en marcha de la razón analítica en un sector hasta entonces no explorado suficientemente, y porque participó activamente de las creencias revolucionarias. Ambas actividades, sin embargo, no le salvaron de la guillotina, a la que fue llevado el 8 de mayo de 1794. El tribunal que lo juzgó no las tuvo en cuenta, antes al contrario, su presidente parece que espetó: “La república no precisa ni científicos ni químicos, no se puede detener la acción de la justicia”.  El día 9 del mismo mes dijo Lagrange: “Ha bastado un instante para cortarle la cabeza, pero Francia necesitará un siglo para que aparezca otra que se le pueda comparar”.

Share
Publicado en Filosofía práctica, Política | Comentarios desactivados en Dos clases de razón

La mística zande

Es extremadamente difícil desenredar la madeja de las creencias, sobre todo de las propias, como es el caso de las de izquierda, pues todo el mundo se tiene por izquierdista, incluso el que se dice de derechas. Las creencias juegan un papel imprescindible en la interpretación del mundo y del papel de uno mismo en él. Si se pierden, todo vacila y amenaza ruina.

Sin embargo, un hombre que se precie de tal debe distanciarse de ellas y someterlas a análisis.

El procedimiento es sencillo con las de otras gentes, porque entonces es posible aproximarse a ellas con espíritu comprensivo y a la vez crítico. De ello hay múltiples ejemplos en la antropología social. Uno de los más significativos es quizá el estudio de Evans-Pritchard sobre las creencias de los azande.

Los azande habitan el norte de la República Democrática del Congo, el sudoeste de Sudán del sur y el sureste de la República Centroafricana. Sus componentes viven[1] en reinos divididos en provincias administradas por hijos o hermanos menores de los reyes. De la corte central parten caminos radiales hacia las cortes menores de los gobernadores provinciales, de donde a su vez arrancan otros caminos más pequeños y sendas hacia las villas de los delegados menos importantes y las viviendas individuales de las familias. Esto basta para pensar que se trata de un pueblo extenso, organizado en torno a un poder central, que no puede carecer de una maquinaria productiva importante. Por eso no puede tampoco estar desprovisto de un sentido práctico y empírico dominantes. Sin embargo, tiene una profunda creencia en la brujería, el exorcismo, los oráculos y la magia, que no contradice dicho sentido práctico y que utiliza para entender un gran número de cosas que, según nuestro parecer, obedecen a causas mundanas y no místicas.

Mujeres-guerrero azande

Mujeres-guerrero azande

La brujería es la causante de todo infortunio que pueda suceder a un zande, sea un accidente en el bosque, la acometida de un búfalo, una enfermedad o una herida en el combate. Siempre hay una persona concreta que ha causado el mal. Pero como los brujos abundan y nadie sabe a ciencia cierta quién es y quién no es brujo, es posible abrigar sospechas fundadas sobre cualquier vecino. Por otro lado, si una sospecha se confirma por el veredicto del oráculo del veneno, por ejemplo, que nunca se equivoca, a no ser que el procedimiento para hacerlo sea incorrecto, el veneno se halle en mal estado o por algún otro error semejante, ¿cómo podría el acusado demostrar que es inocente, por mucho que insista? Además, la insistencia excesiva le hace ser más sospechoso todavía, de modo que la mejor salida en estas ocasiones suele ser pagar la multa que se le impone y cerrar el caso. En su fuero interno acabará por convencerse de que hay brujos que lo son sin saberlo, como él, con lo que la fe en la veracidad del oráculo y en la existencia de la brujería no se habrá conmovido. El acusador, por su parte, quedará satisfecho con la resolución de su demanda y también habrá tenido una confirmación de sus creencias. Ambos saben que si no existiera la brujería, siempre secreta y malintencionada, no existiría ninguna desgracia, ni siquiera la muerte. Ésta no es una cosa natural. Cuando sobreviene a alguien, es por la acción de algún enemigo. Nadie niega que la embestida de un búfalo puede causarla y todos, con buen juicio, evitan la ocasión. Pero los búfalos no suelen atacar a las personas. Si alguna vez lo hacen tiene que ser por algún motivo especial. ¿Cómo podría entenderse si no? Cierto es que la persona que ha sufrido la embestida ha muerto por la cornada del animal, pero éste ha tenido que atacar a esa persona por el impulso de la decisión asesina de algún brujo, no por sí mismo. Los cuernos del búfalo son la causa directa, desde luego, pero se trata de una causa secundaria. La causa primera, la auténtica, es la brujería. Si ésta no existiera los azande no sufrirían desgracias, pero la realidad de las cosas es como es y los hombres no pueden cambiarla.

Los europeos vemos las desgracias de otro modo y procuramos combatirlas por medios exclusivamente racionales, como la medicina o la prevención de accidentes. Los azande no descuidan este aspecto, pero procuran además controlar por medios místicos las fuerzas del mal de la brujería. Uno de esos medios es el exorcismo. El exorcista es un personaje dotado de poderes de adivinación. Se puede recurrir a él para preguntarle por el nombre del brujo causante de algún infortunio sobrevenido a un familiar o a uno mismo. Es evidente la posibilidad de fraude que así se abre y los azande lo saben. De hecho, hay exorcistas embusteros o incompetentes que a veces acusan a quienes les parece o yerran totalmente en sus acusaciones. Pero hay otros que son buenos y todo el mundo habla bien de ellos. En todo caso, muchos azande hablan mal de los exorcistas (como muchos europeos de los sacerdotes) y afirman no creer apenas en ellos o bien alaban a los antiguos, que, según dicen, conocían verdaderamente su oficio. Pese a todo, se apresuran a llamarlos cuando se ponen enfermos. El escepticismo está dentro, no fuera, de la creencia. No es posible perder la fe en el exorcismo sin perderla también en la brujería y los oráculos. Aquél es la afirmación pública de la existencia de éstos.

En esta tela de araña de creencias, cada hilo depende de otro hilo y el zande no puede salir de sus redes porque éste es el único mundo que conoce. La tela de araña no es una estructura externa en la que se encierra, sino que constituye la textura de su pensamiento y él no puede pensar que su razonamiento está equivocado. Sin embargo, sus creencias no son completamente fijas, sino variables y fluctuantes para dar cabida a las distintas situaciones y para permitir la observación empírica e incluso la duda.

Para combatir la brujería cuando la situación empeora están también los oráculos. Unos son más de fiar que otros. El superior es el oráculo del benge y en particular el del benge del príncipe, que es infalible e inapelable, como un tribunal de última instancia. Si un enfermo sana después de haberle pedido a un brujo acusado por el oráculo que retire su influencia, entonces queda demostrado que el oráculo ha funcionado bien y que el individuo en cuestión era un brujo. Si no, también, pues o bien no ha retirado su poder o bien ha intervenido un segundo brujo al que hay que identificar nuevamente, por medio de otra sesión oracular. Pero no hay posibilidad de demostrar empíricamente la falsedad del oráculo. Como por lo general es consultado sobre fuerzas misteriosas de cuya existencia es la única prueba, las sentencias de un oráculo no pueden ser contrarias a la experiencia. Si lo fueran no serían aceptadas por ningún zande. Sobrepasan casi siempre el mundo empírico. ¿Cómo van a poder entonces comprobarse en él?

Es que las doctrinas con que los azande entienden la realidad humana y natural tienen, como todo lenguaje místico, una resistencia invencible frente a la crítica racional y empírica. Son lenguajes no explicitados conscientemente, pero universalizantes, capaces de ocupar todo el universo, de recubrir todo significado concebible, aunque, por no ser rígidos e inflexibles, pueden siempre reestructurarse para dar cabida a las contrapruebas procedentes de la experiencia o del pensamiento crítico y sistemático

Si, como parece, muchos sistemas de creencias tienen una contextura parecida al de los azande, hay que encontrar algún hilo capaza de desenredar el ovillo. Ese hilo puede que sea un componente del sistema emic de la creencia, pero puede también no serlo. En todo caso, es preciso no comprometerse con él para llevar a cabo el trabajo.

El hilo del que aquí se tirará será la idea de razón que ha estado operando en la izquierda desde su fundación. No será la idea de razón que ella esgrime, pues es confusa, sino otra que ya actuaba en las ciencias físico-químicas anteriores.


[1] Se utiliza el presente histórico. Esta descripción no debe tomarse al pie de la letra, sino según las investigaciones que Evans-Pritchard llevó a cabo a partir del año 1926 sobre los azande del Alto Nilo.

Share
Publicado en Filosofía práctica, Política | Comentarios desactivados en La mística zande

La distinción emic/etic

 Hubo una utilización mítica, oscurantista, de la razón por parte de muchos filósofos, demagogos y otros individuos que participaron directamente en la revolución, por lo que no debe buscarse en sus proclamas la relación buscada. Los escritos de Danton, Robespierre, Condorcet, Saint-Just, etc., son más apropiados para confundirse que para entender lo que verdaderamente ocurrió y sigue ocurriendo. Detrás de las palabras y los actos revolucionarios, detrás de la utilización mítica de la Razón, ha estado siempre operando otra razón que se había ido desarrollando en las ciencias físicas y químicas por hombres que incluso participaron en la revolución. Se trata de personajes como Lavoisiere, el mismo Condorcet, Laplace, etc.

Las ideas de los revolucionarios izquierdistas formaban conjuntos significativos que guiaban su acción y hay que atenderlas para comprender lo que se halla tras ellas y es el auténtico fundamento de la relación entre la izquierda y la razón para, una vez comprendidas, no tomarlas como verdadera explicación de la realidad, sino como lo que verdaderamente son: como niebla ideológica que oculta más de lo que muestra. Solo así se hallará la auténtica racionalidad de quienes se presentan como abanderados de la Razón sin saber en qué consiste lo que dicen que son.

Para lo cual es preciso distinguir los planos emic y etic en que se desenvuelven estas ideas. La distinción emic-etic fue puesta en circulación por Kenneth Pike, extrayéndola de la distinción phonemicsphonetics y fue ampliamente utilizada en antropología social por Marvin Harris. Se trata de dos tipos de interpretación sobre un mismo hecho.

Evans-Pritchard (1902–1973)

Evans-Pritchard (1902–1973)

La primera, la interpretación emic, es propia del sujeto que está participando en él. En los estudios de campo de la antropología social se trata del punto de vista del nativo sobre su propia sociedad. Comprende, por ejemplo, las explicaciones sobre la brujería, la magia y la religión que los creyentes azande dieron a Evans-Pritchard. La interpretación etic es la que dio el propio Evans-Pritchard, utilizando las herramientas conceptuales y los procedimientos de que se había pertrechado en sus estudios de historia en el Exeteer College y en la influencia que recibió de R. R. Marett, Bronislaw Malinowski y Charles Gabriel Seligman.

Share
Publicado en Filosofía práctica, Política | Comentarios desactivados en La distinción emic/etic

La izquierda y la razón

El bautizo e imposición del nombre de la izquierda política se celebraron en la Asamblea Revolucionaria del 28 de agosto de 1789. La izquierda se arrogó la herencia de la razón y, sin pararse en mayores meditaciones, consideró a ésta como motivo progreso y avance de la luz contra las fuerzas del oscurantismo religioso. Es de notar que la metáfora de la luz procede del libro VII de la República de Platón y había sido frecuentado, entre otros, por los Padres de la Iglesia, los filósofos medievales, los místicos y los ilustrados del XVIII.

La asociación entre la izquierda y la razón se buscó desde el principio. Los revolucionarios de París pretendieron divinizarla e instaurar su culto, para lo cual sentaron a la señorita Maillard, una actriz de teatro, en el sitial reservado a la Virgen María en la catedral de Notre Dame. La aureola de la cabeza de aquella Diosa Razón era un gorro frigio.

La iniciativa era estúpida, por supuesto, pero tiene para nosotros el interés de mostrar el deseo de asociar el movimiento revolucionario con el racionalismo ilustrado. Cabría preguntarse si aquellos adoradores de la nueva diosa pensaban que la razón era la facultad de analizar los conceptos a través de los juicios negativos, la de sintetizarlos a través de los afirmativos, la necesidad de evitar las contradicciones en los silogismos, la presencia de ideas innatas, etc. Es de suponer que no estarían dispuestos a adorar ninguno de estos ídolos. ¿Por qué entonces querían asociarse a la razón?

La respuesta habría que buscarla quizá en el opúsculo kantiano “¿Qué es la Ilustración?”, modelo para muchos de defensa de la razón y el progreso, además de ser, también en opinión de muchos, una especie de culminación del movimiento ilustrado que a lo largo del siglo XVIII había combatido al modo libresco contra el lazo entre el Trono y el Altar propio del Antiguo Régimen. El movimiento revolucionario parisino sería el desenlace del movimiento ilustrado.

Pero el escrito de Kant no parece que baste para aceptar que la izquierda encabeza la lucha por la razón, porque la convicción de que la Ilustración es ante todo un enfrentamiento contra el Antiguo Régimen es justamente lo que Kant quería evitar, por lo que en su ensayo restringe la razón al uso privado, aconsejando que se piense cuanto se quiera, pero que se obedezca, lo que en realidad era una defensa cerrada del régimen despótico de Federico de Prusia. Los súbditos de éste, pensaba el propio déspota, son libres para pensar y él lo es para mandar sin restricciones. Luego era kantiano. Ese mismo enlace entre la razón entendida a la manera kantiana y el fascismo ha sido puesto de relieve por Horkheimer y Adorno, además de por Marx. Enlace que, dicho sea de paso, propagan hoy sin darse cuenta casi todos los profesores de filosofía de bachillerato.

Luego no es Kant el que justifica la relación entre la izquierda y la razón. Ésta se encuentra más bien sugerida en pasajes de autores como Montesquieu, que tacharon de irracionales a los hombres de letras españoles por creer en el dogma de la Eucaristía. El señor de la Brede también dijo alguna vez que a los españoles no debería nunca arrebatárseles la Inquisición, porque entonces su crueldad sanguinaria echarían de menos el goce de las hogueras en que se quemaban los herejes.

Son palabras indignas, pero sumamente clarificadoras. Se apoyan en una falsedad que se toma por verdad manifiesta sin tomarse la molestia de probarla: que la Iglesia es supersticiosa e irracional. Como la teología política que había imperado durante la época de las monarquías absolutas la alianza del Trono y el Altar, al sacudir los cimientos de éste en nombre de la razón se esperaba destruir aquél. La relación tuvo éxito, pero nunca se explicó en qué consistía.

¿Habrá entonces que concuir es una falsa relación y que la izquierda y la razón no tienen nada que ver? No. Sólo que las “razones” dadas por los que participaron de aquellos hechos deben ser tenidas en cuenta al modo en que, por ejemplo, Evans-Pritchard tuvo en cuenta las creencias en la brujería, los oráculos y la magia entre los azande[1].

……………………………………………………………..

[1] Evans-Pritchard, E. E., Witchcraft, Oracles and Magic among the Azande, Oxford University Press, London, 1937. Hay traducción española de A. Desmonts, Anagrama, Barcelona, 1976.

Share
Publicado en Filosofía práctica, Política | Comentarios desactivados en La izquierda y la razón

Sentido antropológico de la izquierda

Utilizados en sentido antropológico, los nombres de izquierda y derecha se refieren a posturas filosóficas y políticas. Las historias de la filosofía ya denominan izquierda aristotélica a la corriente materialista que, procedente de Aristóteles y pasando por Estratón, llega a Avicena, y derecha a la espiritualista que llega a Santo Tomás desde Aristóteles y Alejandro de Afrodisia.

Las denominaciones de sentido político, por su lado, mantienen muchas relaciones con la anatomía humana. Así, los socialistas alzan el puño derecho y los comunistas el izquierdo. Pero estas relaciones tienen escaso interés. Tampoco lo tienen las que hay entre la anatomía y las posturas filosóficas, pues lo que se busca es el sentido político. Ello sin olvidar que hay cruces dignos de atención entre, por ejemplo, la línea teológica y la política: se dice que Mani y Zaratustra eran zurdos y es sabido que los arrianos se sentaron a la izquierda de Osio de Córdoba, el presidente, en el Concilio de Nicea, lo mismo que sucedió en la Asamblea Revolucionaria Francesa el día cuatro de septiembre de mil novecientos ochenta y nueve, cuando los jacobinos se situaron a la izquierda del presidente y los fuldenses a la derecha para tratar del veto regio. Parece que en España sucedió algo semejante en 1871 y en 1931.

Algunos, como Tierno Galván, dicen que la relación entre las posiciones ocupadas en Nicea, en la Asamblea Revolucionaria, en el parlamento español de la II República, etc., no se deben al azar. Pero hay que objetar que si tal relación es importante por estar cargada de connotaciones filosóficas o teológicas, lo que ha de explicarse es por qué sucede así en vez de darlo por sentado, porque del hecho de sentarse a un lado u otro de la presidencia no conduce a gentes tan dispares como los obispos arrianos de Nicea, los revolucionarios franceses o los republicanos españoles a defender ciertas doctrinas. O al menos no les impone mecánicamente el seguimiento de una postura determinada y la votación consecuente. Lo que se debe explicar más bien es por qué tiene significado político la oposición izquierda-derecha.

Lo que es cierto es que en el Concilio de Nicea no se habían asociado connotaciones valorativas a las posiciones espaciales relacionadas con la lateralidad humana. Es posible que los obispos arrianos se sentaran a la izquierda porque en la celebración de la Santa Misa era el lugar ocupado por el pueblo, en tanto que la nobleza se sentaba a la derecha del sacerdote. ¿Pretendieron acaso que se les asimilara a la gente humilde? Es poco verosímil. En todo caso, habría que presentar pruebas de ello. La lateralización no debió existir entonces ni, desde luego quedó fijada para la posteridad, porque en la celebración de los Estados Generales el día 5 de mayo de 1789 el clero se sentó a la derecha, la nobleza a la izquierda y el pueblo llano al fondo, lo que indica que la izquierda y la derecha espaciales eran indiferentes a toda valoración.

La valoración que diferenció por primera vez a la izquierda de la derecha políticas debió aparecer en la Asamblea del 28 de agosto de 1789, cuando los que apoyaron el derecho real al veto absoluto estaban sentados a la derecha y los que defendieron un veto moderado a la izquierda, lo que se debió seguramente al deseo de parecerse al parlamento inglés, dividido entre el partido del gobierno, sentado a la derecha, y la oposición, sentada a la izquierda. Sea por este motivo o por otro, lo cierto es que a partir de entonces se mantuvo la posición topográfica con la correspondiente carga de valoraciones, aunque no sin excepciones.

Luego, a falta de mejores pruebas, debe darse por cierto que la primera vez que la denominación de ciertas posiciones políticas con el nombre de la mano izquierda adquirió carta de naturaleza con motivo de este acontecimiento.

Share
Publicado en Filosofía práctica, Política | Comentarios desactivados en Sentido antropológico de la izquierda

Dos sentidos de la izquierda

Para que quienes no conozcan El mito de la izquierda, de Gustavo Bueno, y por si al exponer aquí algunas fichas extraídas de él se animaran a leerlo con detenimiento, en la seguridad de que les aprovechará grandemente el tiempo que dediquen a ello, expondré en las siguientes fechas unos cuantos trazos del mismo. Es seguro que cometeré errores de interpretación, que solamente a mi persona serán atribuibles. Quienes sí conozcan el libro podrán corregirlos y yo lo aceptaré con gusto. También es bastante seguro que aparecerán algunas ideas que no proceden de él. Algún derecho me asiste a hacerlo. No diré yo como aquel biógrafo de Góngora, que, luego de haber inventado algún que otro hecho acaecido a este literato, arguyó que después de más de treinta años dedicados a la tarea de reconstruir su vida se creía con el derecho a poner algo de su propia cosecha, pero sí que, si sigo el hilo de las razones de Don Gustavo, se me perdonará que ensarte alguna mía, sobre todo si sirve para aclararlas o hacer derivaciones de ellas.

Esta primera ficha se destina a exponer los varios sentidos del concepto de izquierda y la relación existente entre ellos, si es que hay alguna. Y hay que empezar haciendo notar que el concepto se distribuye en tres subconceptos, uno de sentido espacial, otro teológico y otro antropológico.

El sentido espacial hace referencia a la relación entre la mano izquierda frente a la derecha y, por extensión, a los órganos que se sitúan a su lado, como el hemisferio cerebral izquierdo, el ojo izquierdo, etc., frente a los que están al otro. No se olvide que el organismo no es simétrico en todo, pues algunos órganos, como el hígado, el bazo, los centros del habla y otros se sitúan a un solo lado.

Lo que interesa hacer notar a propósito de la relación entre la mano izquierda y la derecha que sirve como parámetro para los puntos cardinales, para el movimiento (dextrógiro) de las agujas del reloj. Pero, por muy importante que sea esta situación, ha de notarse que no viene cargada de valoración axiológica alguna, pues no es mejor ni peor la izquierda que la derecha, pese al estigma que ha quedado sobre el nombre de la primera, que en latín era la sinistra, lo que debería haber dado el nombre de siniestra para esa mano, prefiriendo en su lugar el vascuence izquierda. Así ha de entenderlo un hombre serio, pese a que a veces se pretende que no sea de este modo, como piensan algunos que dicen aquello de “jodeos, fachas, que tenéis el corazón en la izquierda y la sangre roja”. En un caso así se hace uso del sentido espacial de la izquierda con contenido político e incluso moral, pero es obvio que es una extrapolación debida a un uso equívoco del término)

El sentido teológico no tiene la importancia que algunos han querido atribuirle. Se usan expresiones como “a la derecha de Dios Padre” y otras de semejante índole. Cuando se usa en este sentido, la derecha suele tener preeminencia sobre su opuesto, pero no siempre es así. En la teología politeísta se entendía que los pájaros de mal agüero, o augurio, volaban por el lado “siniestro”, es decir, por la izquierda. Valga, en fin, dejar constancia de que la derecha suele simbolizar el orden y el bien, la izquierda el desorden y el mal.

Quede para la siguiente ficha el sentido antropológico de la izquierda.

Share
Publicado en Filosofía práctica, Política | Comentarios desactivados en Dos sentidos de la izquierda

Ideas de Viernes Santo

Un hombre es un ser que nunca se completa y nunca llega a ser total, dice el existencialista. Rodeado de otras muchas cosas que constituyen el mundo y constituyen incluso su mundo, comprende que todas ellas son seres enteros y verdaderos, pero que a él le falta lo importante. Él no es como ellas. Él siempre tiene alguna reserva de lo que todavía no es, por lo que siempre tiene algo que hacer. Ellas no. Y esa reserva de posibilidades no se habrá de agotar antes de que cese en la existencia, cuando todas las cosas sigan siendo y también siga siendo la cosa por la que él se habrá trocado. Seguirán siendo sin él.

Dejar de existir no es la nada, sino la nada de él y en cuanto que se encuentre en ese estado, la muerte no es nada, pues no puede sentirla ni conocerla. Entiéndase bien: lo de “encontrarse en ese estado” es una mera combinación de palabras sin sentido alguno. ¿Habrá que recordar aquí los argumentos de Epicuro contra la realidad de la muerte? Más o menos dicen así:

Primero:

La muerte está para los vivos o está para los muertos.
Pero para los vivos no está, pues están ellos.
Para los muertos tampoco, pues ellos ya no están.
Luego no está para nadie.

Segundo (a imitación del primero):

Cuando estás tú no está ella y cuando ella está no estás tú, así que nunca está para tí.

 Tercero:

La vida es sentir y la muerte privación de sentir.
Luego la muerte no se siente.

Los tres coinciden en lo mismo, en que la muerte no existe. Pero no existe porque es nada. Mas no la nada absoluta, sino la relativa, la de alguien. La nada de algo no, porque algo siempre hay. El ser es. ¿No nos lo habían dicho ya? Quien no es eres tú. O yo. Este es el no ser de Heidegger y otros, Unamuno entre ellos.

En esa nada relativa se completa uno y desaparece. Punto final del relato. Ya no se es más. Una vez que se cruza ese umbral, nadie hay ya para ser, sentir, saber, aspirar a algo que no se logró. ¿Un misterior? ¿Hay aquí algo oculto, difícil de entender? En absoluto. Está más claro que el agua. Antes, durante una miríada de siglos, fue nada. Vuelve ahora a lo mismo. Todo claro. Nada ha cambiado. En el conjunto de lo real no hay mutación alguna, pero en el intervalo entre lo de antes y lo de después (antes y después para alguien, claro, no en sí), alguien supo qué es existir. Eso no cuenta para el conjunto, se dirá. No, no cuenta, es verdad. Saber eso no tiene la menor importancia para el conjunto. Un corto resuello del universo centelleante y la breve cosa animada se fundió en el agua. Igual que si nada se hubiera sabido. Pero el intervalo…

Share
Publicado en Ontología, Metafísica | Comentarios desactivados en Ideas de Viernes Santo

Instrucciones para dar cuerda al reloj

Y ya que ha aparecido Cortázar en esta humilde publicación, no estará de más traer otro reducido manual de instrucciones que él dio para una tarea tan difícil como es la de dar cuerda a un reloj. Seguramente es por eso por lo que se han inventado los actuales relojes, para no tener que esforzarse tanto en vencer las dificultades de los antiguos.
…………………………………………………………………………………………………………………………..

 Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Instrucciones para dar cuerda al reloj

 Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.

 ¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

Share
Publicado en Filosofías de (genitivas), Técnica | Comentarios desactivados en Instrucciones para dar cuerda al reloj