Son muchos los que, acaso por la conjunción de su carácter, la fuerza de las circunstancias y su fortaleza, han acordado su vida a la directriz recomendada por Marco Aurelio: si puedes soportar tu infortunio no te lamentes, y tampoco si no puedes, porque a tu infortunio agregarás tus lamentos.
La glosa es mía. El contenido del emperador filósofo.
Muchos otros, por el contrario, han hallado el modo de extraer ganancias de sus males, reales o supuestos. Más de los supuestos que de los reales, lo cual es gran vileza. Pero no puede negarse que es un logro admirable, una filigrana inmoral, fingirse víctima, creerlo y, sobre todo, hacer que otros lo crean hasta el punto de hacer recaer sobre ellos la culpa, la hagan suya y quieran repararla. La víctima fingida se transfigura así en verdugo y los supuestos verdugos en víctimas a las que oprimir. No es una perversidad inusual. Sigue leyendo