Decir mujer es decir belleza. Decir belleza es decir bondad. Siempre han ido juntas. Es algo que sabía el griego antiguo, para quien un hombre noble era kalós kaí agathós, hermoso y bueno. Lo sabe el metafísico, que ha solido integrar lo bello lo bueno como trascendentales del ser. Lo intuía el medieval, para quien el mejor es noble y su contrario es el villano. Incluso el séptimo arte ha rondado estas nociones: la finura estética de Charles Laughton es una prueba, pues hace decir a uno de los personajes de La noche del cazador que los malos desafinan cuando cantan.
Todo esto es cierto, pues la falta de estética y la ausencia de bien son inseparables. Las personalidades más sutiles que ha producido la raza humana, agrega Nietzsche, tienen gracia innata, mirada dominadora, manos hermosas y pies finos, además de cumplir su deber con orgullo. Sigue leyendo








