En julio de 2018 se celebró en Helsinki una cumbre entre el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el de la Federación Rusa, Vladímir Putin. Hasta aquel lugar y tiempo habíase extendido un rumor persistente y no carente de fundamento: que el segundo ejercía algún tipo de control sobre el primero. Por fin podría entreverse algo con claridad, algo que las agencias de inteligencia americanas habían manifestado desde tiempo atrás. Para muchos fue una confirmación: Putin llevaba la voz cantante y Trump parecía rendirle pleitesía.
Alguien preguntó abiertamente lo que muchos deseaban saber: si Rusia había tratado de influir en las elecciones de los Estados Unidos. La pregunta señalaba a Concord Management, la empresa que, en una de sus sedes, en Nueva York, administraba y blanqueaba inmensas sumas de dinero de oligarcas rusos, de Abramóvich entre otros. El dueño de la empresa era Yevgueni Prigozhin. Éste había organizado a través de ella un enorme ejército de trolls para hacer que los votantes estadounidenses se inclinaran por Trump. Sigue leyendo







