No tendrás nada y serás feliz

En un Foro Económico Mundial se ha hecho énfasis en esa doctrina: “En 2030 no tendrás nada y serás feliz”. Es una conjunción cuyos términos pueden ser verdaderos por separado, pero no juntos. Es posible no tener nada y también es posible ser feliz, pero no las dos cosas a la vez. Lo prueba de modo irrefutable Domingo de Soto, el teólogo dominico que fue confesor de Carlos V.

La argumentación que presenta en su De iustitia et iure sobre el dominio, la libertad y la propiedad difumina como por ensalmo la bruma de la doctrina enunciada en Davos. Empieza distinguiendo entre derecho y dominio, o propiedad, de una cosa. Si bien el segundo envuelve al primero, no sucede al revés, porque, aunque toda propiedad de cosas está contenida en el derecho, no todo derecho puede incluirse en la propiedad o dominio. Los hijos, por ejemplo, no tienen dominio alguno sobre sus padres, pero sí derechos, como el ser alimentados, cuidados y educados. El dominio sobre una cosa es poder de utilizarla a conveniencia, pero el derecho no tiene que ver con esto. Sigue leyendo

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Las Navas de Tolosa

Van Hallen: Batalla de las Navas de Tolosa.

Sean dos batallas, una que fue decisiva en la historia de España y la cristiandad general, ahora llmada Europa u Occidente, y otra de la Primera Guerra Mundial, que ha sido justamente olvidada por insignificante, para llegar a una conclusión, que es en verdad el planteamiento de un problema.

La primera es la de las Navas de Tolosa, cuyo aniversario se celebra el 16 de julio. En los días previos todos sabían que estaba a punto de producirse uno de los grandes acontecimientos que deciden el destino de un país, dice Modesto Lafuente. El mundo cristiano dirigía su mirada con angustia a España. Toda la población de Roma había ayunado durante tres días, tañían las campanas de las iglesias, las mujeres caminaban descalzas y de luto. Era el día que sigue a la pascua de la Trinidad, el 23 de mayo de 1212, hace 810 años. Monjes, canónigos, párrocos, pueblo llano, todos iban en procesión al encuentro del Papa Inocencio III, quien, en compañía de los cardenales y de toda la corte pontificia, con sus obispos y prelados, encabezó la marcha, después de haber tomado con gran ceremonia el Lignum crucis, hacia la residencia del cardenal Albani, desde uno de cuyos balcones dirigió una sentida alocución al pueblo. Sigue leyendo

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Sánchez, Podemos y el barco

En Estados Unidos

El servicio de restaurante de un crucero contrató en cierta ocasión a un hombre como camarero. Se le enseñó que cuando hiciera mal tiempo no debía andar en línea recta, sino en zig-zag, para que el balanceo del barco no le hiciera caer. Pese a la advertencia, el primer día de oleaje el camarero cayó al suelo y los platos se rompieron. Le preguntaron por qué no había seguido las instrucciones y el respondió: “Las he seguido, sólo que cuando yo hacía zig el barco hacía zag y cuando yo hacía zag el barco hacía zig”. Lo cuenta I. Berlín en su Generalissimo Stalin y el arte del gobierno. Sigue leyendo

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La OTAN y las naciones europeas

Retrato de Kant

Czesław Miłosz dijo que los europeos de mediados del siglo XX aprendieron, casi siempre con sufrimiento y sangre, que los tratados de filosofía más abstrusos influyen tarde o temprano en su destino. A propósito de esta idea puede traerse a colación Sobre la paz perpetua, de Kant, escrita en 1795, que habría influido de forma muy profunda en los estados europeos por medio de la OTAN y también de la UE.

Hay que actuar como si la paz perpetua fuera posible, no importando que no sea real, dice Kant. Con ese fin hay que instaurar una constitución republicana, que consiste en tres principios: la preservación de la libertad de los individuos de una comunidad política en cuanto personas, la dependencia de una legislación común en cuanto súditos, y la igualdad conforme a ella en cuando ciudadanos. En síntesis: la libertad individual, el principio de legalidad y la igualdad ante la ley. Es la única forma interna de un estado que puede conducir a la paz perpetua. A ella hay que agregar otra externa: la federación de los estados entre sí. Sigue leyendo

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Igual que lo saco lo quemo

Pedro Sáncez

Fue un exponente castizo de dualidad moral, lo que es igual que inmoralidad que hace ostentación de sí misma. Uno de tantos, a decir verdad. Era un individuo de Huelva, aunque alguien me ha dicho que de Málaga. Eso no importa mucho, porque pertenece a una especie muy extendida y pudo ser de cualquier sitio.

El sujeto había cobrado afición a la quema de imágenes religiosas durante la Guerra Civil, mas hete aquí que, al finalizar ésta, un correligionario suyo pudo ver que era uno de los porteadores de las andas de un santo cuya imagen había reducido a cenizas un año o dos antes. El compadre, extrañado, se lo recriminó, y él respondió: “No te confundas conmigo, que igual que lo saco lo quemo”. Sigue leyendo

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De nuevo el hambre como arma de guerra

De los cuatro jinetes del Apocalipsis, el tercero, el Hambre, montaba un caballo negro. Tenía una balanza en la mano, para llevar la cuenta del pesaje durante la hambruna: “Dos libras de trigo por un denario y seis libras de cebada por un denario”.

Moneda ucraniana en recuerdo del Holodomor

El jinete negro recorrió las tierras soviéticas, pero, adoptando los designios de Stalin, dio a conocer su ferocidad en las de UcraniaHolodomor, “matar de hambre”, lo llamaron allí, un concepto poco preciso para los juristas. Algunos, como Lemkin, el creador del concepto y su introductor en la legislación internacional, propusieron genocidio, que, según la ONU, implica la intención de destruir a un cierto grupo como tal. Pero los criminales mismos, que intervinieron en su configuración durante la Asamblea General, podían argüir que su intención era matar, sí, pero no a un grupo como tal.

Los encuadres jurídicos no importan ahora, viene a decir T. Snyder. Lo que importan son los hechos. Como descripción de los mismos valga la expresión asesinato de multitudes, algo que todos entienden, y váyase a lo sucedido, lo único que el historiador y el periodista deben tener en cuenta. Lo sucedido fue que el hambre impuesta a la población de Ucrania y otras repúblicas soviéticas era el medio que el Primer Plan Quinquenal creyó necesario para la rápida industrialización de la Unión Soviética. El resultado fue la muerte por hambre de más de tres millones de ucranianos y la Unión Soviética no se industrializó. El canibalismo se convirtió en práctica frecuente. Hubo familias que escondían a sus niños para evitar que se los comieran. En otras los padres dijeron a sus hijos: “Si nos morimos, comednos”; y eso hicieron ellos. En Europa callaron casi todos, ocultando o justificando el suceso. Koestler, que había ido a Rusia a ayudar a construir el socialismo, dijo mucho tiempo después que los niños en Ucrania parecían embriones extraídos de frascos de alcohol. Sólo alguno, como Orwell, habló de que aquellos hechos propios del jinete negro se ocultaban bajo colores brillantes.

No he podido menos que recordar estas cosas cuando he oído el grito de alarma que han dado varios historiadores y periodistas estos días: según parece, Putin ha convocado al jinete del corcel negro. Las tropas rusas y chechenas se apropian de extensas áreas de cultivo y amenazan a sus dueños anteriores con la decapitacion si se pierden productos. A veces los invasores exigen la venta de grano a un precio muy bajo. Si los dueños se niegan, lo roban. Otras lo roban sin más preámbulos. Hasta el momento, podrían haberse llevado a Rusia unas 500.000 toneladas, un tercio de las reservas del este de Ucrania. Se ha sabido que han sido bombardeados graneros en Nikolaev, destruyendo hasta 300.000 toneladas. También se minan zonas agrícolas y almacenes.

Ahora no es sólo Ucrania. La extensión territorial de este propósito es mucho mayor: quinientos millones de personas en África, Asia y Oriente Medio reciben alimentos básicos de Ucrania, el Instituto de la Paz de USA estima que el hambre afectará a unos 47 millones de personas sólo en África, etc.

La hambruna es de nuevo un arma de guerra. El plan de Putin es matar de hambre a multitudes de países vecinos de Europa como una forma de ataque contra ésta. Lo cual provocará inestabilidad y revueltas en esos países, inmigraciones masivas hacia la UE y desestabilización de sus gobiernos. El control del grano de Ucrania ya fue utilizado por Stalin y Hitler con fines políticos. Ahora un fiel discípulo de los dos intenta hacer lo mismo.

Dicho sea de paso, por lo que toca a España: la mitad de nuestro gobierno apoya a Putin y venera a Stalin.

Y yo me pregunto: ¿No será posible detener a ese jinete que cabalga en un corcel negro?

(Publicado en Minuto Crucial)

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El pasado es hijo del futuro

Las ideologías, entendidas como lo que son, como construcciones de ideas de un grupo para combatir a otro, priman el pasado o el futuro, nunca el presente. En este certamen de unas contra otras un extremo engendra usualmente su contrario. Llegado un cierto momento, una ideología que dirige su flecha hacia el futuro la dirige de pronto hacia el pasado.

Wiesch: Isla de Utopía

Todos los socialismos que en este mundo han sido, sea el marxismo o el nacionalsocialismo, enfilaban el porvenir. Su fe de conversos al mesianismo milenarista los seducía con la promesa de un mundo feliz que habría de llegar por sí solo. El tiempo inexorable se presentaría sin que nadie hiciera nada para que, uno tras otro, se cumplieran los tres tiempos. Es la marcha de la historia en tres etapas, según han creído siempre los milenaristas. La primera es el primer Reich o primer comunismo originario. La segunda un pecado original que mató alguna inocencia primera y expulsó del paraíso a sus moradores; el pecado pudo ser el judío, que corrompió la sagrada cultura germana o pudo ser el perverso capitalismo, que destruyó la propiedad común del comienzo de la humanidad; es esencial que haya un culpable del maligno presente. La tercera es el Tercer Reich, para los nacionalsocialistas, o la igualdad feliz del final de los tiempos, para los demás socialismos.

En el trasfondo subyece la teología del Primer Testamento, regido por el Padre, el Segundo, por el Hijo, y el Tercero, que lo estará por el Espíritu Santo y será un reino de amor, sin guerras ni discordias. Esta fue una doctrina formulada por Gioacchino da Fiore, aquel buen abad del siglo XIII. Luego fueron las etapas de toda utopía, etapas que, según sus adeptos, han de recorrer las sociedades. A esta fe no ha sido del todo ajena la confianza en el mercado como creador de instituciones que configuran lo social y lo político. Si el porvenir es inevitable no hay nada que hacer. Tal vez sólo alentar la esperanza en su llegada: la esperanza, virtud teológica mutada en espera mundana. Tampoco hay nada que pensar. Es, pues, la anulación de toda idea. O, mejor, el sostenimiento de una sola con exclusión de cualquier otra.

En un momento dado es patente y obvio que el porvenir no llega o que, si llega, es tan gris como el presente o tal vez negro. Es el instante en que hacen su acto de aparición las neolenguas y la transmutación de los conceptos, porque los fieles no pueden quedar al albur de la desesperanza y la desilusión. Se hace necesario, pues, fortalecer su fe y entonces se produce el gran prodigio mendaz: el porvenir ya está realmente entre nosotros. No hay que desfallecer, sino alegrarse. Pero ya no se trata de esperar, sino de preservar.

Del futuro ha nacido entonces el pasado. La espera se trueca en recuerdo. Son los enemigos de ese tesoro nuestro los que tratan de apoderarse de él. Pretenden destruir la pureza de un sueño hecho realidad. La cuerda del arco se tensaba antes apuntando la flecha hacia el porvenir. Ahora apunta al pasado. Las ideologías suelen pasar por estos dos momentos. Puesto que son ficciones, es inevitable que sea así, porque las ficciones se muestran tarde o temprano como lo que son: quimeras nada más.

Hay múltiples ejempos de este viraje. Uno de menor importancia es el del PSOE. Sin solución de continuidad, este partido pasó de prometer un futuro socialista a defender su posicion en la República y la guerra civil. El motivo era fútil: el adversario podía ganarle las elecciones y las promesas carecían ya de valor ante esa realidad amenazante para la oligarquía formada bajo las siglas del socialismo español. Defendió entonces una II República inmaculada que habrían mancillado los antecesores del potencial ganador. El colofón de este cambio ha sido la exhumación del cadáver de Franco. Fue su acta notarial de ese trueque del futuro por el pasado, acta firmada por la Ministra de Justicia, Notario Mayor del Reino.

Pero esto es una fruslería al lado de la gran mutación que tuvo lugar en la Unión Soviética, modelo y comienzo de todas las demás. Cuando se cansaron de matarse entre sí para heredar el poder, los miembros del PCUS decidieron que había que preservar lo logrado por Lenin y Stalin en lugar de prometer el paraíso en este mundo. En adelante, no hubo más promesas de futuro. Se defendía la Madre Rusia, la Rusia inocente, que los enemigos pretenden mancillar. Este es el sendero que siguen los ideólogos rusos actuales, que han descubierto algo obvio: que la preservación del alma de Rusia exige un redentor en quien encarne. Ese redentor es Putin, dicen abiertamente.

Pero éste es otro asunto.

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A propósito de la conquista de Crimea

Se decía en la antigua Grecia que el torpedo de mar paraliza a otros animales que se aproximan a él. Así me quedo yo, fascinado y atónito, ante desatinos y desvaríos de los filósofos e ideólogos rusos que alientan esta guerra contra Ucrania y algo más. Ese estado me lleva a querer reproducir algunos de ellos, siquiera sea en esquema y a modo de boceto, con el fin de entender las ideas que albergan sus cabezas. Aquí expongo alguno de ellos.

Putin con los Lobos Nocturnos (10/08/2019) http://kremlin.ru/events/president/news/61291/photos

Cuando Putin comprendió que Yanukóvich ya no era útil para desintegrar Ucrania mediante la corrupción, como había hecho en Bielorrusia, decidió hacerlo por la fuerza. Empezó notificando, entre el 20 y el 24 de febrero de 2014, unas atrocidades que Ucrania estaba cometiendo en Crimea para justificar una pronta invasión que las frenara. Eran todas falsas, pero un grupo de troles de San Petersburgo se encargó de propagarlas a los cuatro vientos. Junto a otras que vinieron después, fueron el segundo frente en la acometida militar contra Crimea.

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El marqués de Sade, revolucionario auténtico

Retrato imaginario de Sade

Menciono dos hechos y una observación sobre ellos. El primero es lejano y premonitorio. El segundo, más cerca de nosotros, es fundante.

Refiérese el primero a la conducta que siguió Ciro con los habitantes de Sardes cuando éstos, a poco de haber sido sometidos por él, se rebelaron con violencia. Ciro, en lugar de reducirlos por la espada, pensó que le resultaría menos costoso y más eficaz fundar burdeles y promover su uso entre los sardenses, cosa que ellos hicieron de buen grado, abandonando las armas para la defensa de su patria, por lo que Ciro no hubo de desenvainar la espada en adelante contra ellos. Sabía que los hombres van de buen grado al burdel y al combate contra su voluntad y que no hay tiranía que no sea querida por el pueblo.

El segundo tiene que ver con la toma de la Bastilla por el heroico pueblo de París el 14 de julio de 1789, que aquel día pensó acometer una acción digna de epopeya. La guarnición que defendía aquella cárcel real abrió las puertas para que entrara. Halló sólo a dos falsificadores de moneda, a algún individuo condenado por incesto y a un loco, que fue ingresado en Charendon.

Así se burla Melpomene, la diosa de la Historia, de sus adeptos. Pese a todo, se estaba abriendo camino el mito de la Revolución, que ha impregnado nuestro tiempo. Un mito fallido, como el de aquella toma de la fortaleza de la Bastilla. Primero fue Robespierre, quien tramó una revolución política que desembocó de manera natural en el despotismo napoleónico. Luego fue Babeuf, que quiso iniciar una que fuera económica, pretendiendo traer a este mundo la igualdad en la riqueza.

Pero Sade estaba seguro de que él era el verdadero revolucionario y de que a su lado los otros dos eran meros aprendices. La revolución auténtica debía tener lugar en el interior de los hombres, no en su exterior. Este apóstol de la nueva era pregonaba que los cuerpos de las mujeres, los niños y los hombres debían convertirse en propiedad sexual común de todos, para lo que era indispensable limpiar sus almas de toda la inmundicia acumulada durante siglos de tradición cristiana en forma de recato, pudor, vergüenza y honestidad.

El Marqués de Sade era un demente y gran escritor que se esforzó en vestir su vesania con razones. Buscaba el caos y debía saber que donde hay libertad para todo en realidad no hay libertad para nada o, como mucho, que lo que resulta es que unos pocos se enseñorean del alma y el cuerpo de los más. Lo cual completa lo que Ciro anticipó: que un Estado despótico eficaz no es el que utiliza la espada, sino el que logra que los súbditos amen su esclavitud.

Sobre estos hechos cabe la siguiente observación. Para lograr el fin previsto por Sade se debería alcanzar, en primer lugar, una cierta seguridad económica y, en segundo, un lavado de mentes eficaz, lo cual exige algo mejor que las drogas y el alcohol para evadirse de una realidad que, pese a todo, conservará siempre sus durezas. La solución es el sexo, algo que viene dado por la marcha de los hechos, pues la libertad sexual aumenta cuando disminuyen las demás libertades. El buen tirano hará bien en promover esta libertad. Este es el motivo por el que nuestra era debería contar entre sus fundadores a un enajenado, el Marqués de Sade, que la gauche divine llamó “el divino Marqués”.

(Publicado en Minuto Crucial)

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Putin y la Gran Guerra Patriótica

El comunismo ruso tuvo una relación accidentada con el tiempo. Los bolcheviques de la primera hora no habían venido a fundar un Estado y no les preocupaba la sucesión en el poder, por lo que no establecieron ninguna norma. Su misión era alumbrar un nuevo mundo, promover un resplandor que iluminaría a la humanidad entera y daría comienzo a la historia de la salvación en este mundo: su año cero sería el 1917, el año de la Revolución. Ellos conocían el camino que conduce al futuro. Solamente había que acelerar el paso para llegar a donde la historia se dirigía por sí misma, según los científicos dictámenes de Marx, Lenin y Stalin.

Pero los profetas se hicieron funcionarios del partido y del Estado, que era la misma cosa que el partido, la esperanza se desvaneció, mutando en melancolía y nostalgia, y, de prometer todo, se pasó a asegurar que todo se había logrado ya. Se había ofrecido el cielo para todos los hombres, pero el cielo, teñido de rojo y sangre, estaba vacío. Entonces no hubo más remedio que fundar un Estado sobre los territorios controlados por ellos. Le pusieron un nombre nuevo: Unión Soviética.

Divisiones administrativas de la Unión Soviética

Luego hubo que recurrir a la tediosa tarea de justificar la existencia de ese Estado y de quienes se arrogaban el poder sobre él. Se recurrió al antiguo esquema de ideas que está en el origen de la democracia: Dios da la autoridad al pueblo, el cual, no pudiendo gobernarse por sí mismo, la delega en el rey. De ahí derivaba el tomismo una justificación para derrocar al rey si se convertía en tirano. Una vez que los revolucionarios suprimieron a Dios de la teoría, quedó el pueblo, ahora sacralizado por su antigua relación con la divinidad, como depositario único del poder.

Pero el poder de la Unión Soviética pertenecía al Partido Comunista porque lo había tomado por la fuerza. No se justificaba por ley alguna de sucesión, sea la que brota de una elecciones libres, sea la que nace de la herencia en una monarquía. Su legitimidad procedía de la gloriosa revolución bolchevique y de las promesas de la utopía.

Aunque parecieron inspirarse en la antigua teoría democrática, los bolcheviques sentenciaron que el dueño del poder no es el pueblo, sino la clase trabajadora, mas ésta no es sabia, por lo que tiene necesidad de la ciencia marxista, ni puede gobernarse a sí misma, por lo que necesita delegar su poder en otro. De ahí que lo delegue en el Partido Comunista, su representante. Éste lo delega a su vez en el Comité Central, que lo delega en el Politburó, el cual finalmente lo delega en Lenin o en Stalin.

Así se fabricaba un déspota en los comienzos del siglo XX.

Pero aún había que jugar con el tiempo. Como enseña Orwell, había que cambiar el pasado por el futuro, el futuro por el pasado y ambos por el presente, según conviniera a las nuevas castas que copaban el dominio de aquel enorme territorio. Los jóvenes revolucionarios fueron envejeciendo con el Estado que ellos habían creado y ya en los años setenta habían convencido a sus pobladores de que no había nada que prometer y nada que esperar, porque el socialismo era real y existente, como pregonaba Leonid Brézhnev, el auténtico sucesor de Stalin después del interludio de Nikita Jrushchov. Se veneraban el presente socialista y a su pasado fundador, Stalin.

Vladimir Putin, educado en la Unión Soviética, como todos los próceres de la actual Rusia, sigue la misma conducta que sus predecesores. Además de venerar el pasado soviético y a Stalin, ni ha accedido al poder bajo un principio de sucesión establecido por la ley ni piensa que el poder del Estado tiene que encaminarse al bienestar de su gente, sino a su propia justificación frente al exterior. De ahí que sólo sepa ofrecer glorias pasadas, que no hacen otra cosa que sujetar el tiempo. Por eso celebra con tanto boato la Gran Guerra Patriótica, una celebración que funda el mito de la resistencia contra el nazismo, que procuró destruir a la Madre Patria. No al socialismo realmente existente, sino a la Madre Rusia. Es el mismo mito que puso en marcha Eisenstein en la película Alexander Nevski, cuyo rodaje fue vigilado por Stalin hasta en  los más pequeños detalles.

(Publicado en Minuto Crucial el 12/05/2022)

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