Simón Bolívar

Simón Bolívar

La izquierda gusta mucho de las gestas contra la opresión. Se ve representada en ellas: arma al hombro, espíritu libertador, afán de gloria. Si no hay gestas, las inventa, y si las hay, mas son criminales, invierte su signo. De todas ellas guarda una memoria que impone a los demás como medida de lo bueno y lo malo.

En la independencia de la América Española ve una empresa de liberación como ha habido pocas. Piensa, por ejemplo, que un tipo como Simón Bolívar, de quien dejó dicho el maestro Marx, que, lejos de ser un Napoleón, era el “canalla más cobarde, brutal y miserable”, fue un auténtico Libertador.

Imagina que hubo guerras gloriosas entre los ejércitos del Rey de España contra los que enarbolaban el estandarte de la libertad. Pero no fue así. Las fuerzas leales al Rey eran tropas milicianas compuestas por indígenas, españoles, mestizos, mulatos y negros. Las de los libertadores, también tropas milicianas, estaban asimismo compuestas por indígenas, españoles, mestizos, mulatos y negros. No fueron luchas de liberación, sino guerras civiles entre bandos cambiantes. De ellas salieron ganando, y mucho, algunos oligarcas de parte de la España Americana y otros de parte de Inglaterra y de sí mismos, y salieron perdiendo los indígenas, españoles, mestizos, etc. Estos fueron los verdaderos oprimidos, en particular después de la “Liberación”. En muchos casos además habían sido masacrados sin piedad. Se supone que para que aprendieran a no resistir. Vaya un ejemplo.

En la batalla de Bailén, en 1808, se enfrentaron 33.000 soldados franceses y 24.000 españoles, siendo las bajas de los primeros 2.000 muertos y 1.000 (entre muertos y heridos) las de los segundos, mientras que en la segunda de Carabobo se enfrentaron 6.500 “libertadores”, más un batallón inglés, contra 4.300 realistas, siendo 2.908 los muertos de los segundos y 200 los de los primeros. De los realistas fueron asesinados más de la mitad. ¿Por qué ese ensañamiento? Responda la izquierda española que ahora se escandaliza por que el Rey no muestre reverencia a la supuesta espada de Bolívar, un sujeto sanguinario.

Aquellas guerras fueron ganadas porque España no pudo intervenir, no porque sus ejércitos fueran vencidos. Cuando, después de hacer un intento superior a sus fuerzas, pues estaba sumida en una gravísima crisis por causa de la barbarie napoleónica, pudo reunir un ejército de unos 20.000 hombres para socorrer a los realistas, lo puso a las órdenes de Rafael de Riego, un traidor que, en lugar de cumplir su deber, se rebeló contra su Rey y marchó desde Cabezas de san Juan contra Madrid al mando de aquel ejército. Animaba a sus huestes a vencer o morir por la patria. Fue vencido y ajusticiado en la Plaza de la Cebada. Lo llevaron sobre un serón arrastrado por un burro. Iba besando una estampa de la Inmaculada, llorando y suplicando que no lo ahorcaran. Galdós, abochornado por el episodio, ideó en sus Episodios Nacionales un personaje liberal que supo morir con entereza en circunstancias iguales.

La muerte es una cosa seria, la más seria de esta vida. No hay sino compadecerse de quien cae. No fue eso lo indigno de Riego, sino su rebelión. El resultado fue el abandono de la España Americana y de la España Europea. Las nuevas repúblicas de allende la mar quedaron bajo la bota inglesa y España peninsular vivió el siglo más negro de su historia. Nadie ganó y todos perdieron. Mejor dicho: ganaron, y mucho, las oligarquías que siguieron los dictados de Londres.

La devastación económica fue inmensa. Había en las virreinatos, capitanías y provincias americanas una institución de nombre “los situados”, semejantes a los fondos de cohesión europeos de ahora. Partiendo de la idea de que aquellos territorios pertenecían a la misma unidad, las regiones más ricas debían enviar periódicamente dinero y bienes a las más pobres. Los libertadores separaron las partes y desarticularon el sistema. De paso, destruyeron el mercado común indiano. La consecuencia fue el colapso económico.

Los “libertadores” no sabían nada de economía, pero sí de corrupción. Los empréstitos que llegaban de Inglaterra iban a su bolsillo. Así no solo se arruinaron sus pueblos, sino que generaron una clase gobernante envilecida. Inglaterra estaba interesada en arruinar a España y lo logró. Simón Bolívar lo sabía muy bien. En una carta a Antonio José de Sucre dice que, teniendo Inglaterra la intención de dominar el mundo, no podía permitir un dominio como el español en América. Era preferible para ella fraccionar el Imperio Español en múltiples naciones independientes, pero débiles, encabezadas por gobiernos frágiles.

A confesión de parte, relevo de prueba. ¿De verdad debía el Rey Felipe VI mostrar el mínimo respeto a la espada de un traidor que había contribuido a la ruina de su pueblo, como cree una parte de nuestra izquierda?

(Publicado en Minuto Crucial el 11/08/2022)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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