Pulvis eris et in pulverem reverteris: polvo eres y en polvo te habrás de convertir. Esta verdad palmaria se pronuncia hoy en todos los templos cristianos mientras se impone la ceniza sobre la frente de cada fiel. El polvo al polvo. Pero se hace necesaria una precisión, porque entre ese principio y ese final idénticos habrá surcado el tiempo un ser personal irrepetible, un singular único. Nada se habrá perdido, pero se habrá perdido todo.
No se habrá perdido nada porque las partículas, polvo de estrellas, que componían a ese sujeto individual seguirán su deriva en este mundo. Se habrá perdido todo porque el sujeto caerá aniquilado, volverá al no ser. Literal. Esto no es metafórico. El yo viene de la nada y a la nada se encamina desde el principio. Es su destino ineluctable. Es Heidegger quien nos pone sobre aviso: ex nihilo omne ens qua ens fit (en cuanto cosa real, toda ella se hace a partir del no ser. Si es así como se hace, no le cabe otro final que el mencionado. Sigue leyendo









