No son vientos de bonanza los que soplan hoy sobre la familia ancestral. Son más bien ventiscas estridentes que buscan minar sus cimientos como coros de sátiros malignos, voces que han inscrito en los pergaminos legales hasta dieciséis especies de familia en esta piel de toro llamada España: biparentales, monoparentales, monomarentales, jóvenes, LGTBI, homoparentales, homomarentales, y otras formas igual de tortuosas. Una ley, en verdad alevosa, que se empeña en enunciar que la idea de familia no se halla confinada en los límites del ámbito matrimonial y prescinde de la idea de natalidad, cuyo nombre no aparece una sola vez entre sus palabras. La familia no incluye procreación para ella.
En algo se distinguen todas de la primera, pese al intento deliberado de confundirlas en un magma irreconocible: en que solamente ella no es estéril. Sigue leyendo