Fue un exponente castizo de dualidad moral, lo que es igual que inmoralidad que hace ostentación de sí misma. Uno de tantos, a decir verdad. Era un individuo de Huelva, aunque alguien me ha dicho que de Málaga. Eso no importa mucho, porque pertenece a una especie muy extendida y pudo ser de cualquier sitio.
El sujeto había cobrado afición a la quema de imágenes religiosas durante la Guerra Civil, mas hete aquí que, al finalizar ésta, un correligionario suyo pudo ver que era uno de los porteadores de las andas de un santo cuya imagen había reducido a cenizas un año o dos antes. El compadre, extrañado, se lo recriminó, y él respondió: “No te confundas conmigo, que igual que lo saco lo quemo”.
Esta especie, como digo, está muy extendida. La zoología dice que está dotada de una tenacidad poco común y que está muy capacitada para la supervivencia en las circunstancias más adversas. Junto a nuestro costalero, hay un magnífico ejemplar de la especie habitando en Moncloa. Es economista y doctor impostado, por más señas. Su obstinación en el acceso y conservación del poder es portentosa. Bailó ante la bandera de España y pactó con quienes quieren destruirla, propuso suprimir el Ministerio de Defensa y se ha vuelto belicista, Iglesias le produciría insomnio en el gobierno y lo hizo vicepresidente, negó la pandemia y presumió de vencerla, defendió a sus correligionarios más cercanos (Ábalos, Redondo…) y los proscribió sin gesticular, empezó negando a Marruecos y luego le entregó el Sahara, empezó siendo amistoso con Argelia y luego la ofendió, etc.
No es del género fluido. Su quijada, tan masculina, lo delata. Hay en él más voluntad que entendimiento. En la primera anida el afán de poder más frío que se ha visto en las últimas décadas. En el segundo fluyen unas pocas ideas, contrarias entre sí, sin solución de continuidad. Es su cabeza la que es líquida. Muchos dicen que comete contradicciones, pero no es del todo correcto. Para cometer una contradicción hay que tener ideas.
Otros lo ven anonadado e indeciso por la derrota reciente en Andalucía. Que no se engañen, porque es seguro que o bien está preparando una hoguera o bien preparándose para portar unas andas. Me inclino por lo primero. Cualquier santo puede arder: su partido, la nación, el orden… Este Maquiavelo de alberca tiene empecinamiento probado, no para conquistar y conservar el Estado, lo Stato, que era el fin del político con virtú, por lo que merecería elogios aunque hubiera hecho uso de medios poco decorosos, sino para subsistir otra vez.