El libre arbitrio

En ningún caso la elección libre puede significar, en una filosofía materialista, elección acausal, es decir elección sin causas que nos determinen más hacia un lado que hacia otro. A las alternativas elegibles, no sólo al sujeto que elige, hay que asignar, por tanto, algún papel causal. Si no hubiese mayor determinación hacia un lado que hacia otro, que es la situación del asno de Buridán (un asno, o un perro. que tiene exactamente la misma hambre y la misma sed, y hay que suponer también que sólo se mueve por los estímulos de hambre y sed, es decir, que no está influido por alguna rutina o norma que le inclinase, por ejemplo, a «comenzar por el agua»; en todo caso, si esta rutina estuviese actuando, habría que adscribirla al agua, en cuanto «envuelta» por esa norma o rutina; el asno, o el perro no podrá, en consecuencia, decidirse o elegir entre el cubo de cebada y el cubo de agua puestos a su alcance, muriendo por tanto de hambre y de sed), no habría elección. Ni siquiera cuando lo que «elijo» son medios equifinales, es decir, medios distintos que conducen al mismo fin deseado. Pero entonces -se dirá- ¿por qué llamar «elección» a una decisión que suponemos ha de estar causalmente determinada? Respuesta: porque la determinación se forma, al menos parcialmente, por el mismo influjo del camino no elegido. Sólo cuando me encuentro ante una encrucijada (A v B v C) si elijo libremente B, no es porque no haya ningún tipo de causalidad de B al elegirlo, sino porque en esta causalidad hay que incluir el influjo negativo de A y C como alternativas virtuales que tendría que escoger si no tuviese capacidad o poder de escoger B y resistir o evitar A y C. La elección de B me libera de A y C. Tengo 1ibertad negativa respecto de A y C, cuando puedo determinarme por B. Libertad es aquí y, en general, poder, potencia, capacidad, facultad. En unos casos será capacidad física para resistir un agresor; otras veces será capacidad psicológica para resistir las presiones u ofertas de terceros («fuerza de carácter»), y a veces será capacidad económica o adquisitiva de medios de consumo o de producción. En la mayor parte de las ocasiones, cuando los ciudadanos de un país piden libertad lo que piden es libertad negativa respecto de trabas u obstáculos legales o políticos, y simultáneamente, como reverso de un anverso, suponen estar (o poder estar) en disposición económica para adquirir bienes en su propio país o en países extranjeros. La palabra «libertad» que pronunciaban los miles de ciudadanos de la antigua Alemania-Este cuando en 1990 atravesaban el muro de Berlín, podría haberse sustituido por la palabra Volkswagen. «La libertad es el Volkswagen» es un lema que podría sonar, a quienes en aquellos días escuchaban la Novena Sinfonía convertida en himno europeo, como un lema excesivamente grosero y reduccionista. Esto sería debido a que no se advertían los significados ideológicos, y aun metafísicos, encarnados en aquella época y lugar, en el Volkvwagen.

(Bueno, G., El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral, págs. 248-249.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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