La unión del alma y el cuerpo

Algunos niegan la unidad sustancial del individuo humano, si bien no de la especie, porque dicen que la unión del cuerpo y el alma es accidental. (Así sucede necesariamente en el reencarnacionismo, que puede servir de ejemplo para nuestra clase) Puede admitirse que el individuo tiene una sola alma, pero se cree que su unión al cuerpo no es esencial. (Sea esto dicho porque ha habido filósofos, como Platón, que han creído en la existencia de varias almas o principios de actividad) Así sucede en los sistemas filosóficos que no siguen la corriente aristotélica, entre las que se cuentan Platón y Descartes.

1. Primer grupo de teorías: Platón y Descartes

Platón dice expresamente que el alma es como el músico en relación a su instrumento y el piloto en relación a la nave. El hombre es sólo un alma que se vale de un cuerpo. Descartes, que parte del principio “pienso, luego soy”, afirma que es un ser que piensa y que en eso consiste todo su ser, siendo el cuerpo algo de lo que no tendría necesidad para ese cometido: “una sustancia cuya esencia o naturaleza completa no es más que pensar, y que para existir no necesita de ningún lugar, ni depende de ninguna cosa material”. También para él el hombre es su alma, actividad de pensar entendida en sentido amplio, y el cuerpo no es otra cosa que un ser extenso, espacial, que actúa sobre ella a través de la glándula pineal. En esta concepción hay influencia recíproca del cuerpo y el alma, pero no explica cómo puede darse. Más: por haberlos separado de modo tan radical el cuerpo y el alma, el pensar y la extensión, no parece que sea posible, por lo que Descartes deja abierto el grave problema de la comunicación de las sustancias, que sus sucesores tratarán de remediar. Lo cual conduce a un segundo grupo de teorías sobre la unión del cuerpo y el alma en el hombre.

2. Segundo grupo de teorías: dualismo y correspondencia entre alma y cuerpo

Son las teorías de quienes creen que la unión es una cierta correspondencia entre las operaciones del alma y el cuerpo, pero sin que uno influya en el otro. Hay dos posiciones diferentes en este grupo, una que considera al cuerpo y al alma como dos sustancias completas, siguiendo la doctrina cartesiana, de la que discrepan por no admitir que se influyen recíprocamente, y otra que niega no sólo la influencia sino también que sean dos sustancias reales y aduce que son solamente series de fenómenos o actividades sin soporte. La primera posición es la del ocasionalismo de Malebranche y la armonía preestablecida de Leibniz. Estos dos autores, aunque de distinto modo, afirman la intervención divina para explicar cómo se corresponden las operaciones de una y otra sustancia. Malebranche dice que Dios ha querido que haya reciprocidad entre las operaciones del alma y las del cuerpo y que con ese fin produce Él mismo directamente operaciones anímicas “con ocasión” de las que tienen lugar en el cuerpo. Leibniz, cuya filosofía es más elaborada, dice que Dios ha establecido desde el principio una armonía entre todas las sustancias, como el relojero puede hacer varios relojes que luego, siguiendo cada uno su propio mecanismo, marquen la misma hora; Dios convertido en el coordinador máximo de las actividades inmanentes de los seres. Un tercer autor, D. Hartley, defendía el paralelismo psicofísico: el cuerpo y el alma no son sustancias, sino series de fenómenos o actividades que se corresponden entre sí.

3. El monismo

Todas estas doctrinas son dualistas en un grado u otro. Frente a ellas se ha alzado el monismo, que o bien no ve diferencia esencial entre el cuerpo y el alma o bien, si no admite que haya tales sustancias, entre los fenómenos psíquicos y los físicos. Hay al menos cuatro líneas filosóficas: “1) el monismo espiritualista de Berkeley, 2) el monismo materialista de Gassendi y Hobbes, 3) el monismo trascendente, según el cual el alma y el cuerpo no son sino manifestaciones de una tercera sustancia, que para Spinoza es la divina, y para B. Russell, enteramente neutra; 4) el monismo fenomenista, cuyo más destacado representante es Hume”.

4. Contra el fenomenismo

Tanto el dualismo como el monismo dan explicaciones fenomenistas, que ahora no es preciso valorar. Baste decir que el sustrato o “materia prima” de todo cuerpo humano no permanece estable para ellos, sino que se renueva por la asimilación y su contrario, la desasimilación, aunque de ahí no se sigue que no haya tal sustrato o materia prima, sino solamente una serie de fenómenos o sucesos (sin nada que suceda; como la teoría ondulatoria de la luz: ondas sin nada que “ondee”) La materia prima es la misma en todos los seres corpóreos, vivientes y no vivientes, aunque cada individuo tiene la suya. La renovación no es renovación de especia, sino individual.

5. Contra el dualismo y el monismo

Ambos se apoyan en la idea de sustancia. Los dualismos que admiten sólo una unión accidental de cuerpo y alma, como Platón, Descartes, el ocasionalismo y la armonía preestablecida, no aciertan a explicar por qué el hombre se aprehende a sí mismo como un “yo”, un ente unitario (buscar cita de Hume). Ese “yo” se percibe como sujeto que piensa, que siente, que come, que duerme, que anda, etc. Como alguien, siempre el mismo, que tiene funciones vegetativas, animales e intelectuales, como una unidad a la que remite todas ellas. Ni siquiera importa que haya condicionamiento material de la actividad pensante o emocional. Que el cuerpo haga todo eso y más no es algo de lo que nadie sea directamente consciente, pero cada cual ve su cuerpo como algo suyo, no como algo que se le ha añadido. Lo ve como su esencia o parte de su esencia (pero no parte en sentido físico, sino metafísico, como la figura del árbol y el árbol mismo, o como “polígono” y “tres lados” en la definición de triángulo) Mi cuerpo no es algo ajeno a mí, como una camisa que me quito o me pongo. Es parte de mi ser.

Ni el monismo ni el dualismo explican por qué somos conscientes del cuerpo de esta manera. Para ellos el hombre es solamente el alma. Si fuera así, no se entendería que el cuerpo se nos presente como algo de nuestro ser.

El dualismo.- Conoce esta hecho de conciencia, pero lo convierte en ilusión, lo niega, porque piensa que el cuerpo y el alma son seres independientes, sustancias completas. Tiene su influencia sobre él la doctrina religiosa de la inmortalidad del alma, que implica necesariamente la subsistencia del alma una vez que el cuerpo queda en tierra. Pero siempre se le podrá oponer que dos sustancias independientes no pueden formar un solo ser. Este dualismo, cuando es radicalmente espiritualista, ve al hombre sólo como alma y cree que el cuerpo es una sustancia yuxtapuesta (mencionar a Gómez Pereira)

El monismo.- Salva la unidad del hombre, pero borra la distinción entre el cuerpo y el alma, o bien por su exceso de espiritualismo, que llega a pensar que sólo hay espíritus y no materia, o bien por su exceso de materialismo, que piensa que sólo hay materia y no espíritus. El monismo trascendente, que deriva en ocasiones en el panteísmo, dice que hay una sola sustancia que no es material ni espiritual, de la que son modalidades o afecciones el cuerpo y el alma.

Tanto el monismo como el dualismo son sistemas sustancialistas, pues admiten que sólo hay sustancias completas y perfectas. Esto es lo que distingue a estas filosofías de la de Aristóteles, que se ha mantenido y desarrollado en muchos autores, especialmente en santo Tomás de Aquino.

6. Aristotelismo

Es el hilemorfismo aplicado al hombre. Éste es un ente móvil, que cambia. Consta de materia prima y forma sustancial. Ambas son por separado seres incompletos, no-seres, principios entitativos, factores esenciales (poner ejemplos de geometría) El ser o sustancia completo es la resultante de ambos, que no existen ni pueden existir aisladamente. Lo que en rigor existe es la sustancia. Tal vez difícil de pensar, porque la imaginación se representa un contacto, muy íntimo, sí, pero contacto, entre sustancias; pero aquí no son sustancias, sino sustancias incompletas. La imaginación no se lo puede representar. Hay, con todo, ejemplos sensoriales en los que se da algo parecido. Uno: la figura de un cuerpo no es materia, sino forma, que no existe aisladamente, sino que es algo presente en la materia de algo que es corpóreo, y recíprocamente, tal materia no puede darse si alguna figura, por más irregular que sea, de modo que toda materia es “configurada”, definida por algo que tiene “cierto perfil”. En conclusión, no existe la figura ni la materia, sino el árbol, por ejemplo, es decir, un ser material configurado.

Sea suficiente el ejemplo para comprender que materia y forma no son entes completos, sustancias subsistentes, pese a lo cual son algo real. Baste también para ver que no se unen por contacto, pues tendría que haber dos entes completos. Por otra parte, la materia y la forma no son fragmentos de un todo continuo, como el hidrógeno y el oxígeno en el agua, pues ninguno de los dos está en una sola parte del todo, sino en todo él. Todo el hombre es cuerpo y todo él es alma. No se trata ni de contacto ni de continuidad. Tampoco se unen como lo determinado y lo determinante, pues la determinación es aquí más profunda que en el cado de la figura. “La forma substancial “configura esencialmente” a la materia prima que, como algo entitativamente plástico, determinable, hay en todos los cuerpos”.

Esta teoría no es dualismo ni monismo. Dice que en cada cuerpo hay una sola sustancia completa, el hombre, y dos incompletas, el alma y la materia prima, componiendo las dos una sola esencia o naturaleza. El alma no se une con el cuerpo, sino con la materia prima, y de esa unión resulta un cuerpo vivo. Luego no es que se una, sino que estructura o informa de tal manera que el compuesto es un organismo apto para moverse por sí mismo de la manera en que lo hace un humano. La forma sustancial humana es lo que llamamos el alma espiritual, que es capaz de entender y también de las actividades vegetativas y sensitivas. Luego no se une el alma al cuerpo como si éste fuera algo ya constituido. En realidad, todo cuerpo, sea vivo o no, es la unión de una materia prima y una forma sustancial.

No existe para esta teoría el problema de la unión del cuerpo y el alma, sino la unión de la materia prima y la forma sustancial. No es el momento de tratar la inmortalidad del alma, pero, suponiendo que es verdad, cosa que la filosofía no ha podido probar de modo terminante, lo que se ha dicho aquí no tendría que cambiar. Que el alma no muera no quiere decir que no muere el hombre, porque él no es sólo el alma. Si le sobrevive no será como algo que un hombre tiene, sino como algo que se tiene a sí mismo por autoconocimiento, cosa no imposible por su naturaleza “inmaterial, ya manifiesta en las facultades intelectiva y volitiva”. El problema que se plantea es cómo puede existir por sí sola, subsistir, sin materia, a la que está esencialmente unida, pues es sustancia incompleta en cuanto forma de un cuerpo, pero es completa si puede existir sin él. Luego o no es inmortal o el hilemorfismo es falso. Si no hubiera que elegir, parece claro que habría que optar por lo segundo.

Pero no hay que elegir, porque no son incompatibles. La Escolástica, más interesada que cualquier otra teoría, en admitir la inmortalidad del alma, sigue pensando que ésta es forma sustancial del hombre. Sólo que distingue entre “sustancia específicamente completa (ratione speciei) y sustancia completa únicamente en el sentido de la subsistencia (ratione subsistentiae)”. Esta distinción puede ser sutil, pero no es incomprensible. Sustancia específicamente completa es la totalidad de la esencia de algo: en el hombre ni el cuerpo ni el alma, porque ninguno es el hombre entero. Sustancia completa en el sentido de la subsistencia es la que, sin ser la esencia completa de algo, puede existir en sí misma: “el alma espiritual, en tanto que capaz de subsistir sin materia”. No es que esta respuesta resuelva el problema, pero sí fija los términos en que debe plantearse. El problema derivado de aquí es: ¿es posible admitir que si el alma es una sustancia completa para subsistir puede ser al mismo tiempo una sustancia específicamente incompleta?

Para responder, partimos del supuesto de que el alma es inmortal. Un supuesto, pues hasta aquí no se ha demostrado. Pero eso no viene al caso. Lo que importa es que sea posible. Admitido ese supuesto, hay que admitir también que es posible que el alma exista sin materia. Bien cierto es que el que algo sea posible no significa que es real. Habría contradicción si se dijera que el alma se encuentra a la vez con materia y sin ella, no en que se diga que antes se encuentra con ella y después no.

No es esto, sin embargo, lo que quiere decirse al hablar de una unión meramente accidental entre el alma y el cuerpo, sino que el alma, no compone una unidad con la materia cuando se une a ésta. No es lo mismo decir que el alma es separable, pues entonces no hay ningún problema en afirmar que compone una unidad con la materia, siendo un aspecto del hombre, no un elemento suyo que le ha advenido de fuera. Para que la vida intelectiva, que asume todas las demás en el caso humano, sea forma sustancial, no debe comportarse como materia, como compuesto de materia y forma o como forma accidental, pero la forma que consideramos separable no es ninguna de estas tres cosas.

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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