El mito de la Utopía

La idea de Utopía, una idea-fuerza presente aún en alguna corriente política actual, apareció mucho antes que el libro homónimo de Tomás Moro, cuyo centenario se celebró ayer día 7 de febrero. Está en el jardín de Gilgamesh, las Geórgicas de Virgilio, el mito de la Atlántida, se menciona en la Historia natural de Plinio y hasta reaparece a principios de la Edad Moderna en la Isla de Jauja y el País de la Cucaña.

Hay mitos que inducen a la claridad, como el de la caverna de Platón, y mitos que inducen a la confusión, como éste de la utopía. El hecho de que sea confuso no impide, sin embargo, que haya servido para engendrar largos sueños de justicia y felicidad, sueños que casi siempre pasan por la comunidad de bienes y la liquidación de la propiedad privada. Así habla el mismo Tomás Moro: “donde las propiedades son privadas, donde todo el peso se apoya en el dinero, es difícil y casi imposible que la república pueda ser gobernada justamente y florezca en la prosperidad”.

Sin embargo, Moro es más crítico en el siglo XVI que nuestros comunistas y socialistas, incluidos los del Partido Popular, en el XXI; pues percibe con claridad que el reparto igualitario de los bienes, llevado hoy a cabo por la vía de los impuestos, y de los honores y cargos, realizado mediante leyes de igualdad, disminuyen los estímulos para el trabajo y conducen a una crisis de autoridad.

En todo caso, él no pensó en su isla de Utopía como una comunidad realizable, sino como un modelo ideal desde la que censurar los graves defectos de la sociedad inglesa de su tiempo. Nuestros utopistas, por el contrario, descienden en su mayor parte de movimientos políticos que tomaron el poder para poner en práctica su mito y solo lograron ocasionar un enorme sufrimiento en las poblaciones que estuvieron bajo su mando. Su acción es una de las mayores irracionalidades que registra la historia. Consiste en creer en un pasado ideal y en proyectarlo hacia el futuro. A este futuro se llega o bien por evolución natural de las sociedades o bien por revolución sangrienta, como preconizó Marx. Lo que sucede es que cuando se cree que se ha llegado, nadie sabe lo que hay que hacer. No en vano el mito es confuso.

El laberinto de las ideas coloca la Utopía de Moro entre los antecedentes de estos movimientos, cuyos sucesores combaten ahora contra las ideas que defendió su autor. Éste dio la máxima prueba que puede dar un miembro de una comunidad política cuando, un poco antes de que se le cortara la cabeza por orden de Enrique VIII todavía ofreció fidelidad a su rey, “pero antes a Dios”. Éste es uno de los hechos que confirma que un cristiano es un buen ciudadano y que el Estado debe mucho a la fe católica.

(Leído en La piquera, de Cope-Jerez, el día de la fecha)

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Acerca de Emiliano Fernández Rueda

Doctor en Filosofía por la Universidad complutense de Madrid. Profesor de filosofía en varios centros de Bachillerato y Universidad. Autor de libros de la misma materia y numerosos artículos.
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